Publicado originalmente el 7 de noviembre de 2015
¡Qué gran película Bienvenido Mr. Marshall! Si no la han visto, no dejen de hacerlo. Es una obra maestra del cine, cargada de burla, ironía, mordacidad y sátira. En el filme un pueblo manchego se disfraza de andaluz para recibir a los norteamericanos del Plan Marshall porque creen que así, revolcándose en el tópico españolero del franquismo, se congraciarán mejor con los extranjeros. Al final, los norteamericanos pasan de largo. La gente se queda con su ridículo espantoso.
Algo parecido tenemos ahora en Canarias. Cada vez son más los pueblos que se disfrazan de pseudoandaluces sin venir a cuento, sin americanos ni nada, sin que el flamenqueo tenga arraigo ninguno en las Islas, y todo ello desde las instituciones públicas. El último en sumarse al esperpento es el municipio de El Rosario, cuyo Ayuntamiento lo conforman miembros de Iniciativa por El Rosario-Verdes y Sí Se Puede, eso que llaman la nueva política, la política del cambio.
Para el concejal de educación, cultura y juventud Fidel Vázquez, de Sí Se Puede, lo nuevo y el cambio pasan por lo visto por convertir El Rosario en un tablao flamenco. Más que a nuevo, hiede a rancio; más que cambiar nada, nos devuelve al españolismo franquistoide cartón piedra, que creíamos superado. ¡Qué ilusos!
Resulta muy sospechosa esta querencia repentina por lo pseudoandaluz en Canarias. Parece que todavía nos quieren hacer pasar a los canarios por una especie de andaluces asimilados, como cuando al repartir canales autonómicos nos quisieron contentar con un huequito en Canal Sur. Hoy proliferan ferias andaluzas y tablaos flamencos por medio Archipiélago, sin que esté claro todavía si se debe al españolerismo de regusto franquistoide que aún sobrevive, a la incultura rampante (presente también en tantos consistorios), o directamente al papanatismo carente de ideas que no sabe sino copiar sin criterio.
Sea como fuere, no es este apoyo a la política rancia de españolización y aculturación lo que cabía esperar de un concejal de cultura y juventud de SSP, ni de un ayuntamiento de IR-Verdes y SSP. Sí cabía esperar una política cultural rica, amplia, del siglo XXI, con los pies firmemente plantados en Canarias y la cabeza en la cultura universal. El cambio pasa por una política cultural autocentrada y sin complejos, no por sumarse a la corriente de asimilación españolera reduccionista y empobrecedora.
“¿No hay nadie que tenga un poco de orgullo, de dignidad? ¿No hay nadie? ¡Qué vergüenza!”