La cuerda no aguantó más y Thomas Cook quebró. Por el momento solo la matriz inglesa, pero no están tampoco en situación boyante la escandinava y la alemana, aunque por el momento retoman el servicio. 35.000 pasajeros que se quedaron en Canarias y que han sido o serán rescatados por el gobierno británico en aviones alquilados. Todo por una deuda contraída probablemente por una mala gestión y de cuya responsabilidad no se quiso hacer cargo el Reino Unido. Tampoco fructificó el Plan Fluxá, llamado así por ser idea del dueño de Iberostar. Fluxá propuso que la deuda de la compañía con los hoteles se convirtiera en capital de la compañía, evitando la caída y aumentando las posibilidades del cobro. No prosperó porque el plan era un cambalache y muchos hoteleros no lo vieron.
En Canarias cundió el pánico desde que se conoció la noticia. Se cifra en 15.000 los puestos de trabajo en riesgo. Las patronales turísticas pidieron la eliminación de las tasas aéreas o la reducción de las cotizaciones a la Seguridad Social para las empresas turísticas afectadas por la quiebra. Algunos han calificado la situación como «tormenta perfecta»: a la quiebra de Thomas Cook se une la incertidumbre en el resto del grupo, el cierre de las bases en Canarias de Norwegian y Ryanair, el Brexit, la desaceleración de la economía alemana, la crisis comercial entre China y Estados Unidos e incluso un aumento en los precios del combustible, que probablemente incremente los precios de los billetes de avión en otoño. Del lado de los trabajadores, huelgas en Ryanair durante este mes, campanas de guerra en Groundforce en la base de Gran Canaria por las condiciones laborales, además de la incertidumbre en dicha concesionaria, que se encargaba de los servicios en tierra de Thomas Cook y que atiende a más del 85% del tráfico aéreo en la base.
Una situación compleja que nos tiene que llevar a una reflexión serena. Sabíamos que el modelo estaba condenado al colapso y en ese riesgo vivimos. El sector turístico, que ha mantenido las cifras de paro y precariedad en Canarias en tiempos de récord, tenía fecha de caducidad y había sido entregado a los caprichos de turoperadores como Thomas Cook que pedían y pedían mientras estaban llevando a cabo una chapucera gestión. Todo ello mientras los mismos turoperadores reactivaban destinos que iban recuperando el pulso como Egipto, Túnez o Turquía. Una política turística suicida que provoca soluciones apocalípticas cuando una empresa privada declara la bancarrota por su pésima gestión, no lo olvidemos.
Ahora nos quedan dos opciones: o ponemos parches y seguimos como hasta ahora, asumiendo el trabajo otra compañía y punto, o reflexionamos sobre nuestro modelo económico y turístico de una vez. La primera elección no nos garantiza los puestos de trabajo porque bien sabemos de lo voluble que es el empleo en los sectores asociados. Seguiríamos en la misma cuerda floja, los destinos de Thomas Cook pasarían a otra u otras compañías y aquí pan y en el cielo bizcocho, como suele decir un apreciado conocido. Es un parche, el mismo que se puso cuando quebró Air Berlín, Germania, Germanwings o Monarch. Todas compañías algo menores, más fácil de sustituir que Thomas Cook, compañía más poderosa y con más destinos. Por lo tanto, nadie es capaz de garantizar que ese plan salga bien.
El segundo camino es parar, reflexionar sobre el modelo turístico y cambiarlo poco a poco. Sería traumático realizar dicho cambio de manera forzada porque es un trabajo que se tuvo que realizar con anterioridad, cuando todavía la gran compañía operaba. Los puestos de trabajo seguirán igualmente en el alambre, pero se crearían otros muchos más. La apuesta sería un turismo de calidad, de aventura, cultural, fiel y con estancias más largas. Un turismo sostenible de verdad, que no se defina por número de visitantes sino por su rentabilidad en la sociedad, con la creación de mejores puestos de trabajo, con un predominio de las empresas canarias que aporten capital en el interior y, aunque ahora suene a mala música, con la implantación prometida de una tasa turística que mejore las infraestructuras turísticas y que ayude a sufragar el gasto de recursos, gestión de residuos y territorio que el turismo, de manera inevitable, genera.
Asumo que mi análisis desapasionado va a caer en saco roto, no tengo esperanzas en que el Pacto de las Flores ponga en marcha este plan a corto-medio plazo. Las patronales turísticas aprietan y tienen mucho poder. Su negocio está en este turismo depredador del cual ha sido valedor durante décadas Thomas Cook. Veremos qué pasa con la parte escandinava y alemana, también cómo se comportan el resto de compañías y cuál es la respuesta del turismo en esta temporada que casi empieza, pero los augurios no son halagüeños. Podemos comportarnos como hemos hecho hasta ahora sin reflexionar que esto se puede repetir en el futuro, sin pensar que la mala gestión de un turoperador privado nos puede condenar a una nueva crisis. Aquí siguen operando con relativa normalidad el grupo TUI, con su parte británica, alemana, holandesa y belga, Jet 2, EasyJet, el grupo IAG con Iberia al frente o las tocadas Norwegian y Ryanair. Nada sabemos de su gestión interna, de sus dispendios ni de sus decisiones. La única certeza es que si ellos se van al garete, muchos trabajadores se verán en serio riesgo. Es un suicidio colectivo, un absoluto seguidismo al sectarismo turístico que impone un modelo insostenible también económicamente hablando.