«El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse». La frase la acuñó Riszard Kapuscinski. El deber de un comunicador es encender la luz, con pruebas, con datos, con evidencias, y sentarse a observar cómo las cucarachas se esconden. Cuando siento la tentación de tan solo incitar a pisar las cucarachas, recuerdo esta frase, una de las tantas que pronunció Kapuscinski y que sirven de inspiración en el día a día. En el caso que nos atañe, el periodismo encendió la luz y las cucarachas corrieron a ocultarse. Denunciaron persecución política y se atrincheraron en su pesada y amenazante retórica. Pero la luz se seguía encendiendo y los años seguían pasando…
Permítanme que ahora hable como ciudadano, más que como periodista. Habla mi yo que vive en sociedad, que paga impuestos, que intenta mantener valores cívicos, que deja pasar a personas con menos movilidad en la guagua, que pone un euro en la zona azul, que procura ejercer y difundir buenos valores, que recoge la caca de mi perra, que respeta a ancianos y pequeños… El Raúl ciudadano de Telde, que acata leyes para vivir en sociedad y que, en la medida de lo posible y lo aceptable, cumple normas, sobre todo tributarias, aunque algunas les parezca injustas. Con todo, como ciudadano y como periodista, dos partes que no se pueden disociar, estoy indignado. Mi cabeza no para de preguntarse cómo se puede permitir tanta impunidad, cómo arruinar totalmente a un municipio, uno de los cuatro más poblados de las islas, sale gratis. Y lo que más me indigna es la falta de respuesta, la indiferencia, el manido y falso «todos los políticos son iguales», que pone a la misma altura a justos de perniciosos.
Les voy a describir el camino hacia la impunidad. Robar y salir de rositas es gratis. Una vez gane las elecciones, cree un sistema clientelar entre el empresariado amigo y cobre comisiones ilegales por el trato de favor. Con ese dinero, no solo financie ilegalmente a su partido sino que, según la Fiscalía considera probado, aumente su patrimonio personal. Una vez salga a la luz la trama, escenifique una persecución política. El alcalde saldrá indignado a pedir que se esclarezcan los hechos. Cuando la luz se encienda del todo y el alcalde resulte imputado, lo mejor para acallar las voces críticas es dimitir. No dude de que, a pesar de todo, puede volver a ganar las elecciones. Antes, la cabecilla, según la Fiscalía, se quitará de en medio. Con la amenaza del proceso, gobierne como si no hubiera un mañana, ahonde en la ruina del municipio y aléjese todo lo que pueda del pueblo que maltrata. Perderá, lógicamente las elecciones, pero el legado de miseria que quedará no será fácil de ignorar.
Más de una década después comenzará el juicio, con un retardo injustificado y con un caso instruido de una manera cuanto menos sospechosa. 21 de los 28 imputados que quedan por el camino reconocerán los hechos, pero eso no impedirá que los siete restantes sean absueltos, el último hábil antes de las vacaciones. Tampoco será óbice los delitos de malversación, cohecho o tráfico de influencias, que asesores municipales, familiares de Toñi Torres, empresarios o concejales admitieron en su momento. Los ex alcaldes, entre otros, se irán de rositas de una trama ilegal reconocida y que pasó por delante de sus ojos en lo que, según indican desde la Audiencia Provincial, representan «conjeturas» y no pruebas.
Los ladrones siguen campando por nuestras calles, sentados en nuestras plazas y comprando en nuestros comercios, quien sabe si gracias al enriquecimiento ilegítimo. En la sentencia solo ha sido condenado el Partido Popular como responsable civil subsidiario. El PP de Telde debe estar copado por marcianos que no pueden ser condenados y cuyas culpas se condonan con una multa de menos de 1.000 euros, calderilla para las cantidades manejadas en la red mafiosa creada y que saldrá de una sede, la del partido en Telde en el barrio de Arnao, cerca de San Gregorio, construida con los fondos obtenidos por esta estafa a los ciudadanos teldenses. Unos ciudadanos abnegados y valientes que supieron salir a la calle para gritarle a José Manuel Soria que no querían petróleo y que mucho menos lo querían como Hijo Predilecto. Ese día los concejales del PP, algunos, como la alcaldesa, implicados en el caso, decidieron ir a comer a una pizzería cerca de la Plaza de San Juan, donde habían en torno a 2.000 manifestantes. Algunos se dedicaron a provocar a esos manifestantes con gestos de desprecio, una estupenda metáfora.
Telde es hoy un municipio endeudado, con problemas para cubrir los servicios esenciales y con muchas carencias. En buena medida la culpa la tienen los que jugaron con el dinero de todos para enriquecimiento personal. Si los ciudadanos tenemos que confiar en la Justicia, la Justicia ha de atender a los hechos probados y no dictar sentencia sin tomar en cuenta las evidencias, el abuso que los malhechores han perpetrado contra Telde y el retardo excesivo en el comienzo del juicio, lo que ha reducido la indignación en la ciudad. Una ciudad que seguirá siendo de los Faycanes, a pesar de que ese término identitario en la ciudad ha sido manchado por los ladrones que nos miraron a la cara y nos despreciaron, dando nombre a la famosa trama. La luz está encendida y las cucarachas bien visibles. Ha fallado la Justicia y genera un precedente peligrosísimo con el ejemplo de impunidad. Los rateros no tienen vergüenza y se seguirán paseando por nuestro Telde, el que nos ha costado tanto construir y que no podemos reparar porque ellos lo dejaron en la más absoluta de las ruinas. No se trata de pisar a las cucarachas, sino de quitarles la máscara de impunidad.