«Los ‘ignorantes’ no hacen la historia: la reciben hecha». Es una frase extraída de «Ser como ellos y otros artículos» de Eduardo Galeano. Ignorante es el que ignora, pero también el que no muestra interés por su historia, que por lo tanto no conoce y que además deja que otros la cuenten por él. Algo de eso nos contó Yeray Rodríguez en su ponencia «Oralidad y autoestima: la necesidad de contarnos a nosotros mismos» que expuso en los Alegatox del Bucio 2016. No hay nada como dejar que alguien cuente lo que tú eres para que el retrato sea torcido, injusto, inexacto.
Dicen las Actas del Cabildo de Tenerife sobre los guanches: «Son holgazanes y no aplicados a ningún servicio e industria ni otro trabajo, salvo algunos andar tras las cabras, viviendo en los campos, cuevas y montañas, no queriendo vivir en poblado, aunque se les ha mandado muchas veces por la justicia…». Obviamente hablan los conquistadores. Sin embargo el discurso se ha interiorizado tanto que nos lo hemos creídos. «Sin esfuerzo como le gusta al canario» o «solo madrugamos cuando hay chuletada», son frases extraídas de sendos anuncios.
Eliminar este pensamiento del imaginario colectivo es complejo, lo hemos asumido. Otros son más listos, más inteligentes, se esfuerzan más… En ocasiones es más fácil entender al explotador que a nosotros, los explotados. Manuel Alemán lo explicó de esta manera en «Psicología del hombre canario»: “El sistema sociocultural canario feudalista, mercantilista, capitalista, ha atenazado al hombre isleño en estratos tan profundos de la psique, como es la conciencia. Esto hace que el explotado se identifique con su explotador, justificándolo, racionalizándolo».
En esa identificación psicológica vemos como normal cualquier tipo de medida que nos «aleccione». Somos gandules, auténticos jadarios. Según la Academia Canaria de la Lengua, jadario es sinónimo de gandul, vago, indolente. Algo así como los holgazanes de los que hablaban las actas cabildicias. Dentro de ese priming aceptamos estar casi a la cola en salarios, cerca de la cabeza en paro y que, siendo la tercera comunidad con más turismo, tengamos una de las tasas más altas de precariedad y riesgo de exclusión social.
Probablemente, dirán algunos, es porque no trabajamos, porque lo hacemos poco o porque somos poco productivos. Sin embargo, un estudio de Randstad elaborado a partir de datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) demuestra que Canarias está a la cabeza en horas trabajadas en el Primer Trimestre de 2017. Un total de 418,8 horas por 406,5 de la media estatal. Imaginen la cara del típico que manda fotos del reloj de Las Canteras en enero marcando 28ºC a su amigo en Madrid, si yo le digo que los madrileños trabajaron de media 416,4 horas, que los canarios que se van a la playa mientras ellos se hielan, trabajaron más de dos horas más. Si el crecimiento interanual del Estado es 4,5%, el canario es del 6,4%. Ya en el Primer Trimestre de 2016 los canarios trabajaban más de cuatro horas más que la media estatal.
Todos estos datos me llevan a varias conclusiones. Por un lado, alguien vendrá a rebatirme el artículo alegando que los canarios son menos productivos que los navarros, los vascos o los suecos. Mientras que no haya datos sobre la medición de los rendimientos, no me convence, es un tópico igual que el del canario con la tabla de surf en febrero mientras que los alemanes producen y producen dentro de una oficina en medio de su crudo invierno. Por otro lado, de lo que sí hay datos es que en Canarias se trabaja casi un 2% más que la media estatal y se cobra un 14% menos que la misma vara de medir. Algo falla en nuestro sistema laboral de felices mañanas al sol.
En tercer lugar, me pregunto cómo habiendo tanto contrato parcial, por horas, se trabaja tantas horas. Está claro que no están contratadas de antemano. Jadarios, gandules, vagos, perezosos, holgazanes, indolentes, hedonistas… llámalo como quieras, pero antes reflexiona cómo es posible que los que más trabajen sean los segundos que menos cobren, que siendo los que más riqueza turística aportan del Estado, habiendo recuperado el PIB de antes de la crisis, estemos sometidos a la amenaza del riesgo a la exclusión, a ser trabajadores pobres. En «Ser como ellos y otros artículos» Galeano relata la historia de una pintada en Lima que reza «no queremos sobrevivir, queremos vivir». Una auténtica declaración de intenciones.