Apenas se encendía la oscuridad del franquismo, un 30 de mayo de 1947 ve la luz «Antología Cercada», una obra colectiva de poesía. En ella se incluyen poemas de Agustín Millares Sall («El martillo del minuto», I y II), Pedro Lezcano («Tierra y mujer» y «Edicto»), Ventura Doreste («Un puerto del Oriente», «Guerra en la paz» y «Las dos ciudades»), Ángel Johan («La eterna canción») y José María Millares («Labios de acero», I y II). Se ha debatido acerca de la no inclusión de poetas contemporáneos como Antidio Cabal o Juan Mederos. El apelativo ‘cercada’ remite a una sociedad simbólicamente rodeada, con muros que ahogan la libertad, por lo que queda cerrada.
La aparición tiene de novedoso su compromiso social, su soterrada crítica a un régimen que nace de la mano de la sangre. Nos hallamos en un contexto histórico complejo y clave para el futuro de los planes golpistas. Habían pasado dos años de la derrota del fascismo en la IIª Guerra Mundial y de la proclamación del Fuero de los Españoles de 1945, la primera carta de derechos, aunque otorgada como las de los reyes absolutistas que el dictador admiraba, del franquismo. Fue un período sórdido, de represión y violencia, en el que el régimen intentaba convencer a los Estados Unidos que España era un bastión del anticomunismo, como método de supervivencia. Todavía estaba vigente la Junta de Defensa Nacional que declaraba el estado de guerra y que no fue derogada hasta 1948. Ese es el panorama en 1947, año de «Antología Cercada».
La publicación consta de 42 páginas sin prólogo ni presentaciones, editada por El Arca. 42, ni una más ni una menos. Si llegan a superar ese número de páginas, hubieran sido los censores de Madrid los encargados de valorarla. La suerte es que el censor de Las Palmas no entendió nada o al menos muy poco de aquella obra y pasó su filtro. Sin embargo, la antología llegó a Madrid. Los hermanos Millares fueron acusados de pertenecer al Partido Comunista y aunque nunca se celebró el Consejo de Guerra, sus cuerpos resistieron los contundentes interrogatorios de la policía franquista y los sótanos carcelarios.
Una poesía «combativa»
¿Cuál es la razón del revuelo de la antología? Hablamos, en definitiva, de la precursora de la poesía social en todo el Estado, he ahí donde radica su principal importancia histórica. Los iniciadores «oficiales» de la poesía social en el Estado español son Gabriel Celaya y Blas de Otero, con sus obras respectivas «Cantos íberos» y «Pido la paz y la palabra», ambas de 1955. Sin embargo, Celaya le escribe a Agustín Millares en septiembre de 1947 para reconocer que los poetas canarios están a la cabeza «de un movimiento para mí conmovedor. Es una poesía humana y caliente, comprometida, que está exenta de la superficialidad de que amplios sectores de nuestra poesía adolecen».
La mayoría de los críticos coinciden en señalar el texto como la primera muestra de poesía comprometida en todo el Estado. Jorge Rodríguez Padrón escribió en el prólogo a «El paraíso de los nudos», obra de Agustín Millares: «no cabe duda de que Antología Cercada inició en Canarias lo que inmediatamente tomaría carta de naturaleza en la poesía peninsular de los años cincuenta». Jesús Páez Martín, profesor y crítico, escribe en el prólogo de «La palabra o la vida» que mientras en España se estaba haciendo una poesía humanista, en Canarias entra en escena una “poesía combativa, auténticamente luchadora y militante, insólita en el contexto político en que se desarrollaba”. El Premio Nóbel Vicente Aleixandre confesó a Agustín Millares Sall que él consideraba “Antología Cercada” iniciadora de un estilo poético.
Nicolás Guerra Aguiar escribe en el prólogo de la reedición que el Cabildo de Gran Canaria realiza en 2012 por el 65 aniversario: “renace (la obra) en momentos de vaivenes sociales que desestabilizan, otra vez, la armonía a la cual el hombre, el ser humano, tiene derecho por su propia condición de ser. Porque las circunstancias no son las mismas, claro, que hace sesenta y cinco años. Hoy, tal parece, dicen, se pregona, la sociedad goza de libertades que le fueron negadas y cercenadas desde ocho años antes de 1947, cuando las voces de los cinco poetas elevan sus palabras más allá de las palabras legales (…) Pero quizás, a pesar de las aparentes diferencias, los poetas de hoy podrían descender -aunque fuera por momentos– a la realidad que nos aprisiona, la misma que puede mermar la creación en libertad”.
Vigencia y valor de futuro
“Antología Cercada” navegó entre el olvido durante décadas de franquismo. Algunas revistas literarias se hacían eco, pero se decretó un silencio inexpugnable sobre la novedosa publicación. Un silencio que se rompe en 1982 con el homenaje a la obra en el Instituto Pérez Galdós con los autores, salvo Ángel Johan que muere en 1965. En 2012 el Cabildo de Gran Canaria reedita el libro con prólogo de Nicolás Guerra Aguiar.
La poesía social, por consiguiente, nace en Canarias un 30 de mayo de 1947, de la mano del texto que se termina de imprimir, según reza al final, en la Tipografía Alzola, sita en la calle Peregrina, 4, de Las Palmas de Gran Canaria. Por muchos motivos. En primer lugar por el homenaje póstumo de los poetas canarios a autores asesinados por el franquismo. Es el caso de José María Millares Sall, que recuerda a Federico García Lorca en «Labios de acero»: «Uniformadas sombras. Pelotón voluntario de muerte. La palabra se hiela entre los labios». O Agustín Millares Sall y Ventura Doreste, que hacen guiños a la poesía de Miguel Hernández.
En segundo lugar, por su crítica, más o menos evidente, a un tiempo oscuro. «Tomó el dolor las riendas de la vida y el llanto la exclusiva de los mares. (…) La estrella nunca estuvo menos clara ni la gloria del cielo menos hueca. Quedó petrificada por la mueca la sonrisa en el mármol de la cara, lo mismo que una flor cuando se seca», escribe Agustín Millares Sall en «El martillo del minuto». O Pedro Lezcano en «Edicto», donde destaca al poeta como único con licencia para soñar: «Se prohíben los sueños a deshora; para soñar ya hay decretadas fechas, hay parques con sus pájaros y novios, hay líricos poetas».
En Ventura Doreste encontramos ese halo sombrío en «Las dos ciudades», en el que relata la llegada de unos seres crueles: «Los ángeles flamígeros llegaron, con antorchas terribles, de lo alto; ángeles con vestidos incendiarios». Ángel Johan, por su parte, lo describe así en «La eterna canción»: «Los hombres… ¡Ah, los hombres! De pronto, cercenaron sus orillas. La sangre en que se daban restañaron, cuando en el pulso abierto de la mano sintieron el acero, sintieron pares filos, que si homicidio fueran serían suicidio».
En tercer lugar, encontramos dos elementos más en Ventura Doreste, que atacan directamente al franquismo. Por un lado, el antibelicismo, a pocos años de la contienda. «Donde la sangre cálida se hiela; donde no reconoce el hijo al padre; donde son los hermanos enemigos y Dios casi se olvida de sí mismo: son ya los hombres lobos de los hombres», esa es la guerra para Doreste en «Guerra en paz». Y por otro lado, el anticapitalismo y el enjuiciamiento de las condiciones laborales. «Un puerto del Oriente tiene diez mil obreros desnutridos que trabajan cruelmente para una Reina invisible y dura: el Capital», extracto de «Un puerto del Oriente».
Podemos afirmar que la resistencia al franquismo desde las capas intelectuales comienza en Canarias, casi una década antes de que de sus primeros pasos en el resto del Estado. Pasado el 30 de mayo, Día de Canarias, es perentorio reivindicar todo tipo de canariedad sin el corsé folclórico. Los cinco poetas de «Antología Cercada» rompieron un grito que resonó en el Pozo de Arucas, en la Sima de Jinámar, en la Prisión de Fyffes, en el Campo de Concentración de Gando… Un grito silencioso, medido para no despertar la ira de la bestia. Salió de aquí, con versos que luchaban contra la barbarie.
La obra completa: https://mdc.ulpgc.es/cdm/ref/collection/MDC/id/1704