«[ruido de coche frenando]»
-¿Qué quería?
-Una felación y una penetración anal
-Perdone, no le entiendo. ¿Puede bajar la ventanilla?
-Sí, decía que quiero que una mujer me la chupe y que luego le pueda dar por culo.
-Ah, vale. ¿Cómo quiere la carne: al punto, muy hecha…?
-Tierna, de unos 16.
-¿Ternera o pollo?
-Hoy la quiero de Nigeria, así negra.
-Perdone, señor, se ha equivocado,
-¿Cómo?
-Este es el puesto de las de Brasil y Paraguay. Lo que usted busca está en la calle de al lado.
[ruido de coche arrancando]
-Siguiente, por favor.»
(Del Blog https://www.tratadas.es/prostituta.html)
El día que la sociedad se tome en serio la defensa de la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, descubrirá que una de las resistencias que con mayor fuerza han impedido esa equidad, es la aceptación social de la prostitución.
Comprar el cuerpo de una mujer es legal si no se hace en la vía pública. Es decir, que se permite la compra si dicho acto se realiza a escondidas y lejos de las miradas de una sociedad que prefiere seguir cerrando los ojos ante el abuso que se hace de las mujeres. Un hecho que resulta de una doble moralidad portentosa.
Sorprende que a pesar de que la mayoría de las mujeres que se prostituyen lo hacen por necesidad (no en vano el perfil es el de una mujer inmigrante, en situación irregular) se alega la «libertad de elección» como argumento para justificar esta terrible realidad.
Según un estudio del año 2016 realizado por la ONG Anesva, ocho de cada diez mujeres que ejercen la prostitución en España, lo hacen contra su voluntad. Así que de libertad, nada.
Evidentemente, la prostitución existe porque existen puteros, demandantes de sexo en una sociedad de consumo en la que los hombres son los consumidores y las mujeres son el objeto consumido. Por muchos motivos que se quieran esgrimir para justificar la legalización de la prostitución, el hecho de tratar a las mujeres como mercancía es una prolongación de la esclavitud, un abuso de poder que sigue vivo en el siglo XXI, y que nos debería dar que pensar a quienes creemos que mientras aceptemos que la mitad de la sociedad siga sometida a la otra media, seguiremos siendo cómplices de esta ignominia.