
El mal llamado caso «18 Lovas» es una muestra clara del modelo que existe en la sociedad canaria desde tiempos inmemoriales: una sociedad estructurada alrededor de una élite de poder conformada por hombres acaudalados, en su mayoría empresarios, que dominan no solo el mercado desde el punto de vista económico, sino también las vidas y haciendas de la gente más pobre y necesitada. En el caso en cuestión, las vidas de mujeres muy vulnerables tanto por su juventud (estamos hablando de niñas entre 15 y 17 años) como por su escaso nivel económico-social (algunas vivían en centros de acogida tutelados ¡qué ironía!).
La creencia por parte de algunos de que el derecho de pernada sigue vigente, transformado ahora en redes de prostitución infantil y juvenil, abunda entre una capa social compuesta, en su mayoría, por hombres que pasean en lujosos automóviles, celebran fiestas privadas en yates o mansiones, y comparten postre en forma de carne adolescente, con la execrable excusa de cerrar negocios.
En el caso recientemente destapado en el sur de Gran Canaria por algunos medios de prensa -por desgracia, no por todos debido a la vinculación económica y evidente dependencia del cuarto poder a estos «popes»- se revela un comportamiento misógino impropio de una sociedad que viene reclamando, al menos formalmente, el derecho a ser mujeres en igualdad de condiciones que los hombres. Y digo formalmente porque en el fondo, lo que esto demuestra es que vivimos en una sociedad en la que el patriarcado sigue imponiendo su ideología de privilegios a favor de los hombres.
Estamos, desgraciadamente, ante una sociedad enferma que se escandaliza, día sí y día también, con los asesinatos de mujeres, de sus hijos e hijas menores a manos de hombres, mientras se coloca de perfil ante la flagrante violencia sexual que supone la explotación sexual de las mujeres.
El hecho de que en esta trama aparezca el nombre de un empresario «distinguido» desde las instituciones públicas como ejemplo de honorabilidad, provoca no solo la incredulidad de buena parte de la sociedad, sino lo que es más grave: la justificación como mode de vie.
En la «Operación Vara», que es en realidad como se llama este caso, no resulta baladí que a la cabeza de la investigación (Fiscalía y Policía Nacional) se hallen valientes mujeres que sí creen en una sociedad igualitaria y que andan empeñadas en lograr que prevalezca la verdad. Mujeres que practican la sororidad y defienden la justicia, a las que me uno desde aquí para seguir luchando por una sociedad igualitaria en la que no resulte socialmente aceptable que haya hombres que impunemente abusen de nuestras hermanas, hijas o nietas comprando sus cuerpos, su juventud y su futuro.