
«Turista, vamos a dejar una cosa clara, ¿vale? Eres un pollaboba. Mira, no me entiendas mal. Me encanta que vengas a mi ciudad, pero es que eres un turista. O sea, un pollaboba. Venga, no te lo tomes como nada personal. Cuando yo voy de vacaciones a donde tú vives, el pollaboba soy yo».
Así empieza este vídeo de consejos para turistas en Nueva York. El vídeo, protagonizado por una marioneta, recomienda al visitante unas pautas para integrarse en la gran ciudad, todo ello en tono humorístico: «En Nueva York camina todo lo rápido que puedas o quítate de enmedio». «¿Quieres hacer fotos? Estupendo, pero quítate de enmedio. ¿Hay tráfico? Quítate de enmedio. ¿Estás en una cola y todavía no sabes qué escoger? Quítate de enmedio. Y haznos un favor: quédate en tu hotel de 4 a 6. La gente está saliendo del trabajo. Y tú estás enmedio».
Sobre las atracciones más famosas de Nueva York dice: «Si quieres el Nueva York hollywoodiense, o sea el Empire State Building, la Estatua de la Libertad y Times Square, vete a ver una peli de Tom Hanks. Los neoyorquinos no van a nada de eso. ¿Quieres Hollywood? Vete a California. Pero si quieres Nueva York, entonces ven a Brooklyn, date un paseo por Queens, visita el Bronx, coge el ferry a Staten Island». «En Nueva York tenemos la mejor comida, gastronomía de cualquier sitio: italiana, francesa, india, coreana, tailandesa, etíope, la que quieras. ¿Cómo te vas a ir a comer a una cadena? ¿Vienes a Nueva York y te metes en un restaurante de los que hay en tu ciudad? ¿Qué pasa contigo?».
Vamos, que «me entusiasma que vengas a mi ciudad, es fantástica y te encantará. ¿Tienes preguntas? Los neoyorquinos te ayudaremos con gusto. ¿No tienes preguntas? Quítate de enmedio».
Resumiendo: el vídeo le explica al visitante con humor, pero con total claridad, que es un invitado, y como tal ha de comportarse, adaptándose a los ritmos y usos de los habitantes. También plantea, de manera indirecta, lo molestos que pueden ser los turistas para los habitantes locales de cualquier lugar. Al fin y al cabo, el turismo es una industria, un negocio, algo que se hace para generar ganancias, no es un fin en sí mismo. Y, como todo, tiene aspectos positivos y negativos. Los neoyorquinos lo saben por experiencia.
En Canarias lo hacemos al revés. El que tiene que comportarse es el anfitrión, nosotros. El invitado no tiene que adaptarse, somos nosotros los que nos hemos de adaptar al turista. Él va primero. El turista para nosotros no es una fuente de ingresos, es una bendición. Hay que besarle los pies. Él es el que manda en nuestra casa, que no es la suya pero como si lo fuera. Es lo que nos dice el Gobierno de Canarias, con su campaña «Todos somos turismo»; es lo que nos dice el Cabildo de Tenerife con su «Tenerife Buena gente» y su «Tenerife amable»; o el Cabildo de Fuerteventura con su «En Fuerteventura somos así».
Asquea ya tanto complejo de inferioridad, tanto servilismo y tanta bajada de pantalones promovida por políticos y empresarios del ramo, tanto monta. Parecería hasta cómico y patético tanto aspaviento amable, tanto vamos a contar mentiras tralalá, tanto contarnos el mundo al revés, por el monte la sardina, si no fuera por que tanta mentira va a apuntalar la mezquina explotación de tantos para que ganen mucho unos pocos. ¿Qué estamos sacando de tanto turismo, cuando ni empleo crea? ¿Cuántos residuos generan doce millones de turistas anuales y cuánto nos cuesta tratarlos? ¿Cuánto nos cuesta proveer de agua a esos doce millones? ¿Cuánto cuesta proveerlos de energía, alimentarlos? ¿Qué carga generan en el territorio, en las infraestructuras? ¿Quién está viviendo del turismo?
Hablemos claro también nosotros de una vez. El turista no es el único pollaboba que campea por Canarias. Los canarios lo sabemos por experiencia.