Es una pena, pero es así. Estamos rodeados de violencia. Las noticias internacionales no paran de hablar de terrorismo, de alertas máximas, de vendetta en territorio enemigo, de secuestro y asesinatos de inocentes. Más cerca de aquí, hace unas semanas, el asesinato de una joven estudiante palmera, Saray González, conmocionó a la sociedad canaria. Saray fue asesinada en su residencia de la calle Pérez del Toro de Las Palmas de Gran Canaria, presuntamente por una partida de videojuego. Como lo oyen. A su vecino de arriba le molestó que la chica pidiera un poco de silencio, ya que estudiaba para un examen. El chico, cuando perdió la partida que estaba jugando en el ordenador, subió al piso de arriba y acabó presuntamente con su vida con un objeto contundente. Una auténtica sinrazón que alguien sea asesinado por una partida de ordenador.
Ayer se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que cada año coincide con el aniversario del asesinato de las Hermanas Mirabal. Cada 25 de noviembre escuchamos las mismas proclamas y los mismos lamentos por las víctimas. Que nadie me malinterprete, lo veo más que necesario y soy el primero que va siempre que puedo a manifestarme, pero en un mundo en el que nos hemos acostumbrado a observar desde la lejanía la violencia, ya pocas cosas nos conmueven. Percibo cierta resignación general en torno a todo esto y lo considero una auténtica claudicación ante un gravísimo problema. El asesinato de Saray tiene ciertos rasgos de diagnóstico machista. Los encontronazos en la convivencia eran comunes. En ocasiones molestaban incluso los tacones de la joven, por lo tanto le coartaban su propia feminidad. Una vez incluso le llamaron la atención por cantar un cumpleaños feliz un poco más alto de la cuenta. Seguramente el supuesto asesino subió a asesinarla en un brote psicótico, porque el caso no es nada normal. Pero también es posible que odiara la figura de la joven y ese es uno de los rasgos, a mi juicio, más importantes en la violencia machista: el simple odio por ser y existir de la mujer.
Un caso macabramente clásico de violencia machista fue el asesinato de Iris Francés Luis. Iris, de 35 años, fue asesinada en el barrio de El Sobradillo (Santa Cruz de Tenerife) a manos presuntamente de su ex pareja. Medió al asesinato al menos una denuncia por parte de la víctima. La joven recibió una agresión leve en plena vía pública el mismo mes de su muerte, en octubre pasado. No hubo orden de alejamiento por carecer de testigos. En la familia todos sospechaban que esto podía pasar, pero la Justicia asistió con los brazos cruzados al triste desenlace. “La hija mayor del matrimonio, de 10 años, preguntaba a sus abuelos por qué su progenitor le había dicho a ella y sus hermanos gemelos, de cinco, que se iban a quedar sin madre y sin padre”, dice la noticia en el periódico El Día. Un testimonio estremecedor y un cruel desenlace que merece una reflexión en varios sentidos.
Asesinadas sin protección
En 2014 fue asesinada 1 mujer en Canarias por violencia de género, mientras que en 2013 fueron 2, en datos del ISTAC (Instituto Canario de Estadística). En 2010 se produjo el mayor número de víctimas de los últimos años, 7. De los crímenes por violencia de género en los últimos años, solo 1 mujer tenía protección. Murió en 2010. Es un dato para reflexionar si realmente las medidas de protección actuales son suficientes. Por otro lado, en el primer trimestre de 2015, el 16,91% de los denunciados eran cónyuges y en el 30,31% de los casos mediaba una relación afectiva. Eran ex cónyuges el 11,13% y ex pareja el 41,65%.
La web Feminicidio.net contabiliza varios tipos de maltrato más allá de los asesinatos en el entorno de la pareja, que son los que muestran los datos oficiales. En este sentido, cuenta con números de 2015. La cifra de asesinadas se eleva a 7 en Canarias. Entre los casos de maltrato, 2 son feminicidios íntimos, el crimen de Iris ya comentado y el de Laura González, quemada por su ex pareja en Santa Cruz de La Palma, 2 feminicidios no íntimos y 3 feminicidios familiares. Dos de las víctimas tenían entre 20 y 29 años. Del resto, sus edades eran 35, 42, 55, 76 y 86 años, por lo que ninguna franja de edad está libre de la violencia machista. Entre los verdugos, sus edades oscilan entre los 19 y los 67 años. Los casos de 2014 los cuantifican en 2 y los de 2013 en 4, entre ellos un asesinato por robo. El año negro de 2010, la web registra 10 crímenes.
El ISTAC también contabilizó las llamadas atendidas por el Servicio de Atención a mujeres víctimas de violencia del 112. En 2014 descolgaron el teléfono para llamar al 112, 13.264 mujeres. De ellas 3.330 eran casos de peligro, 6.466 urgencias y 3.468 para información. En 2014 la media de llamadas diarias por este tema fueron 36,3. Los números de 2013 son similares: 13.136 llamadas, de las cuales 3.340 eran casos de peligro, 6.108 de urgencias y 3.688 de información. La media fue de 36 llamadas diarias. Por consiguiente, al menos 36 mujeres levantan el teléfono cada día para alertar de algún tipo de violencia machista en Canarias. Otro teléfono habilitado para denunciar la violencia machista es el 016. Desde 2013 ningún mes ha bajado de 200 llamadas con denuncias por maltrato de género. El nivel más bajo fue febrero de 2013 con 247 llamadas. El repunte de estos últimos dos años se dio en agosto y septiembre de 2014 con 380. La mayoría de las veces la alerta la realiza la misma mujer maltratada. En menor medida denuncian los familiares y personas allegadas. Por provincias, el total de llamadas está a la par.
Si hablamos de denuncias judiciales, en 2014 hubo 6.936 y en 2013, 7.111. En 2014 renunciaron a la misma 872 personas, con lo que el ratio denuncias/renuncias es de 0,13. En 2013 fueron 821 los casos de renuncia, por lo que el ratio fue de 0,12. El primer trimestre de 2015 contó con 1.670 denuncias judiciales, de las cuales 187 mujeres declararon como testigo. Para terminar de cifrar el impacto de esta lacra social en Canarias, en 2014 se firmaron 194 contratos bonificados para víctimas de violencia de género, por los 151 de 2013.
En pro de acabar con la violencia machista
Los números son fríos, pero suficientemente contundentes para afirmar que estamos ante un problema realmente dramático. La violencia de género contra la mujer es una de las causas principales de muerte por razones no naturales en nuestra sociedad. La mayoría de las víctimas, para más inri, suelen ser jóvenes. Es difícil presionar la tecla adecuada para acabar con esta lacra social. En cualquier caso, ofrezco algunas reflexiones:
– Generar educación en igualdad. A través de esta conciencia igualataria, los jóvenes no verán a las mujeres inferiores o como posesión. Recordamos que varias de las víctimas son jóvenes y algunas ni siquiera están casadas. La educación empieza en la escuela, penalizando los comportamientos machistas y cortándolos de raíz. De igual forma, también generar conciencia en el mismo ámbito familiar: un hijo que maltrata y trata de forma machista a su madre o hermanas, será machista con su pareja. Abarca también otros aspectos de la sociedad, por ejemplo los medios de comunicación, la publicidad o las letras de canciones abiertamente machistas y donde la mujer es objeto.
– Tratamiento informativo adecuado. Cada vez los medios de comunicación tienen más sensibilidad con este grave problema. Sin embargo, todavía nos encontramos con titulares que hablan de «muerte» de una mujer, como si le hubiera dado un infarto y no haya sido víctima de una agresión de un hombre. La periodista Rosa María Rodríguez Cárcela (2008) propone algunas recomendaciones en relación al tratamiento informativo de la violencia contra las mujeres. Entre ellas, destaca la eliminación de términos caducos como «crimen pasional» (que minimizan la agresión) o inexactos como «violencia doméstica» (que también puede ser ejercido de padres a hijos o de hijos a padres), explicar los motivos exactos de la agresión sin entrar en justificaciones (por ejemplo, «la agresión tuvo lugar en medio de un ataque de celos») o no presentar el caso como un hecho aislado, sino unido a un grave problema social.
– Replantearse las herramientas jurídicas que tienen las víctimas a su alcance. A nivel judicial se han implementado algunas herramientas para defender a estas mujeres. Sin embargo, con los datos en la mano, vemos que en los últimos años solo murió una mujer con protección en Canarias. En el resto de casos las mujeres estaban desprotegidas. Como vimos en el caso de Iris Francés, a veces no se concede la orden de alejamiento, por lo que algo falla. Sin entrar en paranoias judiciales y de seguridad, se deberían plantear nuevas medidas de protección, a la vez que se cuestionen las actualmente existentes. Los entornos de maltrato suelen ser sórdidos, cerrados y llenos de violencia. No es fácil que una agredida de el paso y denuncie, a veces median relaciones familiares y un afecto anterior o presente. A esto añadamos otro aspecto: siempre que hay que recortar, se recorta en este tema. No se puede recortar en un tema tan crucial.
– No ver la violencia como normal. En este punto, me parecen interesantes dos vertientes: por un lado, que la mujer no vea como normal una agresión por muy leve que sea. Pero tampoco un insulto, una amenaza, un amago… De igual forma, su entorno debe estar alerta ante situaciones de excesivo control, dominio, etc. Y por otro lado, la sociedad no puede ver como normal la violencia. En ninguno de los ámbitos, pero mucho menos en este tema que nos ocupa. Si un vecino es maltratador, no podemos mirar para otro lado y verlo normal. Si matan a mujeres, no podemos decir simplemente «es un problema grave». Sí es un problema gravísimo, pero somos todos responsables de que ocurra y necesarios para erradicarlo. Nunca la violencia puede ser cotidiana.
Para concluir, quiero recordar a todas esas mujeres que como Iris, solo querían vivir tranquilas, felices y en paz. Lo quiero hacer con unas palabras de nuestra colaboradora Yaiza Afonso:
«Sí, todas las personas morimos, pero lo injusto es que en este mundo nuestro sigan muriendo tantas mujeres por el machismo. Machismo que es igual a control, control que es igual a acoso, acoso que es igual a coacción, coacción que es igual a violencia, violencia que es igual a muerte. Esta cadena se repite todos los días en este lugar llamado mundo. Ayer fue en un barrio cualquiera de una ciudad tan normal como la nuestra. (…) Yo solo sé que hoy nos toca llorar por Iris. Yo solo sé que hoy nos toca decir bien alto que el machismo mata, y ya son 40 asesinatos».