Llevo varias semanas pensando en pandemia. No se equivoquen, no estoy obsesionado, ahora se los explico. Mucho hemos hablado de pandemia estos meses. Desde la llegada a nuestras vidas de la COVID-19, el término pandemia se ha extendido y forma parte de nuestras conversaciones, pensamientos y nuestro lenguaje cotidiano. La COVID-19 ha matado a más de un millón de personas en el mundo y lo sigue haciendo.
Sin embargo, mis pensamientos se centran en otra pandemia que también mata a muchas personas al año. Me refiero a la pandemia de la violencia machista. Escribo este texto cuando se conmemora el 25 de noviembre, el Día contra la violencia hacia las mujeres en recuerdo de las Hermanas Mirabal. Se han escrito millones de líneas y reflexiones sobre la lacra que supone la violencia machista, pero hablan mejor los datos. Mis pensamientos, en este momento, se centran en las dos mujeres asesinadas en este 2020. ¿Qué derecho tenían sus verdugos a arrebatarles la vida? Es una obviedad, pero es una realidad aplastante.
8 fueron en 2019, un año aciago. 7 en 2010 y 6 en 2007 y 2005. Pero todo depende de cómo se cuentan las víctimas, eso por un lado. Por otro, está la violencia cotidiana que no llega a «gran violencia». Me extenderé más adelante, pero los distintos agentes jurídicos que velan por la integridad de las mujeres, afirman que la violencia de género aumentó bastante durante el confinamiento, pero lo que llegaba al Juzgado solo eran los casos más extremos. Algún día sabremos cuántas mujeres sufrieron la violencia cotidiana en silencio.
En cuanto a denuncias, en el negro 2019 nos quedamos con el dato de 2.702 denuncias del tercer trimestre de 2019. Canarias es la tercera comunidad con más denuncias por violencia machista después de Baleares y Comunidad Valenciana. Hasta el segundo trimestre de 2020 las denuncias se cifran en un total de 4.296 en las Islas.
Pero dejemos atrás lo frío de los números y vayamos a la raíz. ¿Dónde está el origen de la violencia machista? Está en el primer grito, está en el control y en la minusvaloración. Un lugar común que ya conocíamos. Pero también está en la violencia económica, pensar que la pobreza de la víctima permite al hombre controlar a una mujer. En el machismo cotidiano del «qué pasa con la violencia hacia los hombres», cuando hablamos de datos insignificantes en relación con esta agresiva pandemia. En la verbalización del «los hombres estamos perseguidos».
Está en la denuncia del hombre que nunca se ha hecho cargo de su hij@ y ahora quiere quedarse con la custodia, aprovechando que se puede pagar un abogado. Se encuentra en la vigilancia aunque la relación haya terminado. Está disfrazada en todas las artimañas que hace el hombre para molestar a su pareja, esté o no en relación. Sí, hay mujeres que también encarnan esa actitud, pero no con la impunidad social con la que actúan estos hombres.
Me dan vergüenza esos hombres como representante del género masculino. Tanto los que agreden, sea el grado que sea, como los que encarna estas actitudes de machistas enmascarados. Por desgracia no son pocos y ahora, al menos es la sensación que me da, están espoleados por el blanqueamiento del fascismo. Sirva esta columna para mostrar todo mi desprecio. Me tendrán enfrente, como hombre, como padre y como persona que comparte su vida con una mujer.