(es continuación)
¿Qué había detrás? Un rápido examen lógico sobre el entusiasmo de este artículo devendrá en la conclusión de que tras este congreso latía una misma agenda que, tras el marco del proyecto y los intereses particulares de cada ponente, denotaban una línea de pensamiento y actuación similares: “no todos podemos estar equivocados”, me decía al final de la jornada el antropólogo José Farrujia. Tal vez las y los tremendos organizadores del proyecto no estén enteramente de acuerdo, pero diré que hubo una reflexión coincidente sobre el destino de las islas, el papel que en este momento pueden cumplir, y (sobre todo) las posibilidades de repensarnos a las que nos obliga el examen de una historia común de colonización y olvido compartidos con muchas de las orillas del mar océano.
El congreso fue un éxito monumental; la organización, el público, los tiempos, los frutos. Escuchar sobre los movimientos sociales que tanto añoro en un rascacielos de Nueva York no tiene precio. A largo plazo, una voluntad de continuación, una referencia ya para las actuales investigaciones sobre las islas y, más importante aun, la promesa de la exportación de las islas como tema de investigación, enseñanza y capital cultural fuera de las islas.
Y, en algún momento, tal vez, finalmente eso sirva para abrir muchos ojos y aceptar por fin que en las islas ese debe ser el capital cultural fundamental: conocer nuestro país, y aceptarlo tan digno de estudio como cualquier otro territorio. Este último día sábado, la portorriqueña Wadda Ríos Font, ante el panorama de monopolio canario del interés investigador en la sala, hubo de recurrir a un chiste iluminador: “tendré que retrasar la escritura de mi libro por seis meses después de lo que escuché hoy aquí”. Y eso es exactamente lo que debía querer este congreso y lo que necesitamos: que para tener que escribir de nuestra parte común del mundo tengan que detenerse por aquí.