Canarias existe más allá de las fechas, las celebraciones, los complejos, los rebumbios, las disputas y los desafíos. Esta comunidad humana que formamos desde hace unos dos mil años ha conocido desde su raíz primera enormes retos y esperanzas que van desde la arribada de los primeros pobladores hasta la diáspora inmensa que fundó países y ciudades, pasando por nuestra conquista y colonización, el sometimiento y esclavitud de nuestros indígenas y sus descendientes, fogueos y simas, hambrunas y también bienestar, una cultura única, una personalidad propia con la que enriquecer al mundo y también tributo en sangre para saciar la sed de otros… Pero, aun así, a pesar de todo, existimos, nosotros y nuestro país atlántico. Siglos con la mano metida en el agua, mantenidos sólo por la esperanza,… pero existimos. Y aunque es imposible que todo esto quepa en una fecha sucede que los pueblos buscan a veces detener el tiempo y dedicar un día a celebrarse y también, por qué no, a reflexionar sobre lo andado y lo por venir. Mirarse adentro, sin complacencias pero también sin flagelaciones.
En 1983, los miembros del primer Parlamento de Canarias decidieron que ese día fuera el 30 de mayo, fecha en que tuvo lugar la sesión constituyente de aquella institución en la que habría de residir la soberanía, limitada, del pueblo canario. Coincidió o hicieron coincidir tal fecha con el mismo día en que en 1481 Tenesor Semidán, ya bautizado como Fernando Guanarteme, como Rey de Canarias y Fernando el Católico, Rey de Aragón, en nombre de los Reinos de las Españas, firmaron la Carta de Calatayud, por la que Canarias pasaba a ser una posesión española en el noroeste africano. Acaso buscaran hilvanar ambos hechos y así borrar la afrenta. Vano intento. El logro, también limitado, de una institución soberana no puede limpiar de golpe los crímenes cometidos por los conquistadores contra un pueblo al que nos sentimos indisolublemente ligados desde nuestra rica y plural realidad actual como pueblo euroatlántico y norteafricano. Ninguna celebración puede borrar de la memoria histórica canaria el que nuestra sociedad se funda sobre un intento de genocidio y etnocidio, tan evidente como inacabado. Aquel gánigo sigue roto.
Ahora bien, también sucede que los años pasan y que, por múltiples razones, los canarios hicieron suya esa fecha. La aprovecharon para vestir de magos a los chinijos y llevarlos así vestidos como sus abuelos al colegio al que sus abuelos no pudieron ir, buscando hilvanar, ahora sí, presente y pasado. Cantaron isas y folías, amasaron pellas de gofio, fueron a la lucha,… En los escaparates se pusieron banderas, por lo general mal puestas y la gente, la inmensa mayoría, festejó esa íntima intuición de sentirse parte, amasada y dolorida, que diría el cantor, de un pueblo, nuestro pueblo; algo que no se siente un 12 de octubre, por ejemplo. Las gentes de las ocho islas y de esa epopeya humana que llamamos diáspora, a veces al calor de las instituciones, otra veces por iniciativa de asociaciones, clubes deportivos, agrupaciones musicales, centros educativos, colectivos culturales,… asumió que el 30 de mayo, con nuestras virtudes y defectos, celebramos, no lo que sucediera en 1481 ni en 1983, sino que estamos aquí, que somos un ser colectivo, una realidad viva y palpitante que quiere seguir escribiendo su Historia con la mejor letra posible aunque sepamos que ésta se escribe con renglones torcidos. Ése es el sentido de esta fiesta en la inmensa mayoría de nuestra sociedad y, aunque todo es mejorable, bien está que así sea.
Sin embargo, no somos ingenuos. Sabemos que hay quien intenta apropiarse de esta fecha, tratando de utilizarla en su propio beneficio. Enredados como están en sus marrullerías politiqueras no se dan cuenta de que ésta es ya una fecha que pertenece al pueblo, que ya nadie nos puede arrebatar, como atestiguan los innumerables actos que, al margen de las instituciones, se celebran en las ocho islas y en numerosos lugares del mundo y que tienen a la canariedad como protagonista indiscutible. Hacen el ridículo tratando de identificar Día de Canarias con una fuerza política concreta. Demuestran un indisimulado desprecio por la gente a la que dicen representar. No se saldrán con la suya. Ya no somos aquel pueblo analfabeto.
También hay quien sostiene que no hay nada que celebrar el 30 de mayo habida cuenta de los innumerables problemas que aquejan a Canarias. En nuestra opinión, no acaban de entender que, buscando armar a los canarios para tratar de enfrentar una situación tan difícil como la actual, intentan infructuosamente arrebatarle algo que hemos conquistado por pleno derecho, que nos pertenece y que en nada obstaculiza ninguna aspiración de mejora social. ¿A quién hacemos mal? Es insultante que traten de deslizar la idea de que todo un pueblo es mangoneado el 30 de mayo con romerías y vino del país mientras ellos son los únicos que conservan la cabeza serena y saben qué se debe hacer. ¿Qué contestación social van a armar con semejantes ingredientes? ¿No se dan cuenta de que ya no somos aquel pueblo analfabeto?
En Tamaimos, creemos que el 30 de mayo es una fiesta consolidada, asumida por la inmensa mayoría de los canarios y compartimos lo que ya es un hecho, reservando nuestra furia para tantos otros asuntos. Festejamos que ya no nos ignoramos pero, no obstante, como las creaciones humanas son imperfectas, aceptamos que los contenidos de esta celebración -y por extensión, de la propia canariedad- necesitan ser discutidos constantemente, revisados, criticados,… A esa tarea no faltaremos con voz propia y será preciso comenzar por lo evidente. Creemos que son perfectamente compatibles la fiesta y la protesta –como sucede en tantos lugares del mundo- y desde aquí, ya mismo, decimos bien alto que en este Día de Canarias hay mucho que celebrar pero también mucho por lo que protestar: instituciones que maltratan al medio ambiente, una democracia degradada y trampeada, dependencia alimentaria hasta límites inimaginables, medios de comunicación públicos que socavan la autoestima de los canarios, un sistema educativo foráneo que nos aleja de nuestra realidad, tasas de paro inaceptables, niveles de pobreza sangrantes, servicios sociales al borde de la quiebra, una clase política reconvertida en casta, un legado cultural desconocido y menospreciado, mares que no son nuestros, una dependencia de España que jamás aceptaremos, la utilización militar de nuestro territorio, unas cotas de autogobierno en serio peligro,… Toda esta rabia debe salir a la calle este Día de Canarias y los restantes días del año. Y aun así, a pesar de todo o precisamente por todo eso, celebremos que existimos, con nuestra propia identidad, que no somos silencio amordazado; celebremos que podemos tumbar al rival por grande que sea y levantemos la bandera tricolor con las ocho estrellas verdes lanzando este 30 de mayo un ¡Viva Canarias! que dé la vuelta al mundo.
TAMAIMOS