Hoy haré una pequeña excepción. Aunque en mis comienzos blogueros trataba de abarcar una variedad de temas más o menos amplia, poco a poco fui ciñendo los contenidos al análisis y la opinión sobre la actualidad canaria, tan necesitada ella de que todos aportemos nuestro granito de arena en forma de perspectiva crítica y autocentrada. Sin embargo, durante algún tiempo hablé algo de los problemas de los nacionalismos en otros lugares, no siendo el País Vasco una excepción. Todo esto viene a cuento de la alegría con que muchos bienpensantes periodistas se han sumado a equiparar los acuerdos alcanzados tras los resultados electorales en Euskadi con “el cambio”, a secas, expresión esta de ecos felipianos y obamianos. ¿De qué cambio estamos hablando realmente? En puridad, se trata de la sustitución de una óptica nacionalista, autocentrada, centrípeta, no estatal, etc. por otra óptica nacionalista, descentrada, centrífuga, estatal, etc.; en gran manera, de sumarse al tan criticado «choque de trenes», ahora con nuevos ropajes. Sólo desde el cinismo se puede pretender hacer ver que existen otros elementos de cambio en el proceso actual. No, desde luego, en materia económica, donde las coincidencias entre PNV y PSOE son históricas, recuérdense los sucesivos apoyos de los nacionalistas vascos a los presupuestos del Gobierno Zapatero. No, desde luego, cuando Patxi López intenta que Josu Jon Imaz –expresidente del PNV- sea su viceconsejero económico, expresando así las escasas diferencias en este asunto entre ambos partidos y reforzando la idea de que Imaz representa un nacionalismo más digerible. En fin, que, “menos lobos, Caperucita”: Un pacto de gobierno PSOE-PP no estará más a la izquierda ni tendrá más vocación social que un pacto de gobierno PNV-EA-EB. El cambio es otro, el que comentaba más arriba y ése es el que tiene tan contentos a periodistas y acólitos.