Y que hará las delicias de muchos en las islas, que andan deseando encontrar cualquier mínima excusa para dar leña a diestro y siniestro a todo lo que huela a “nacionalismo rancio, caduco, ombliguismo, aldeanismo, un sinsentido en esta época de la globalización,…”. Y a lo que no huela también. La excusa la ha proporcionado El Día, un periódico que, como sabemos, ha venido dando cobijo en sus páginas a esos seres abyectos que se hacen llamar a sí mismos independentistas. Sin embargo, publica O. González en el mismo diario tinerfeño un artículo acerca de los requerimientos para convertirse en miembro de la Policía Canaria cuyo titular reza: “A la Policía Canaria se le exige conocer cultura aborigen pero no idiomas”. ¿Cómo se les queda el cuerpo? Obviamente, si uno sólo lee el titular es normal que piense “los nacionalistas de Coalición Canaria quieren un cuerpo de policías que se dedique a tocar el timple y poco más” puesto que, como todos sabemos, si por algo se distinguen los nacionalistas es por su nulo conocimiento de idiomas. Doy fe. Sin embargo, si uno evita el torticero titular, descubre que lo que era “cultura aborigen” se convierte en un razonable conocimiento de la historia y la sociedad del lugar donde estos policías desempeñarían su función, o sea Canarias, a través de los siglos: todos los siglos y no sólo los precoloniales. A esto hay que añadir lo de siempre: la Inmaculada Constitución española, los derechos fundamentales, las libertades públicas, el papel del ciudadano que ejerce de rey, por muchos años, oiga, etc. ¿Qué menos para un funcionario de la Administración Canaria? Descubre uno también que tampoco exigen el conocimiento de idiomas a cuerpos similares -Policías Nacionales, Guardias Civiles, etc.-, algo que, sin embargo, se torna imprescindible cuando toca a la Policía Canaria. Asimismo descubre uno que la única razón que arguye el periodista a favor del conocimiento de idiomas es, cómo no, el todopoderoso sector turístico y no la cualificación personal y profesional de los agentes. Y, de paso, uno, que quería escribir sobre el rigor periodístico, no sobre el proyecto de Policía Canaria, descubre lo que ya descubrió hace tiempo: tenemos una prensa escrita que da penita.