De la lectura de Intrahistoria del nacionalismo canario, de Juan Manuel García Ramos, extraigo una conclusión fundamental: los partidos políticos nacionalistas canarios –y por extensión, los nacionalistas canarios- pueden dividirse, en líneas generales y sin pretensiones de exhaustividad, en dos grandes grupos atendiendo al modelo de relación que propugnan para Canarias con respecto a España y la Unión Europea. Hay personas y experiencias independientes que se denominan nacionalistas o no. Creo que también ellas, de alguna manera, bien podrían ajustarse a esta división.
En el primero de los grupos, llamémosles diferencialistas, estarían aquellos partidos y personas que piensan que la piedra angular de las relaciones entre Canarias, por un lado, y España y Europa, por otro, ha de encontrarse en el hecho diferencial canario. Este hecho diferencial vendría a ser el acervo económico, fiscal, político, etc., construido y acumulado durante los siglos, desde la Conquista misma y que está recogido en textos de muy diverso carácter –desde Reales Cédulas de los Reyes Católicos hasta el actual status europeo de Región Ultraperiférica pasando por bulas papales, etc.- y que recientemente ha recopilado y editado el Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid, José Carlos Gil Marín, en su Codex Canariensis. En este primer grupo, que plantea un modelo propio de relación de Canarias con respecto a España –que iría desde la superación del actual Estado de las Autonomías versión federalismo asimétrico hasta el Estado Libre Asociado- estarían la mayoría de los partidos políticos nacionalistas canarios: Coalición Canaria, Nueva Canarias, Partido Nacionalista Canario, Centro Canario Nacionalista, Partido de Independientes de Lanzarote,… Creo que no me equivoco si afirmo que ahora mismo ésta es una posición mayoritaria entre las gentes que se definen como nacionalistas, no sucursalistas. Una mirada más cercana podría apreciar matices en los partidos políticos que he nombrado, pero opino que no serían matices muy relevantes en lo que hace a Canarias con respecto a España y Europa. Las diferencias, en caso de haberlas, habría que encontrarlas en lo que hace a Canarias como comunidad en sí misma, en la gestión de ese acervo, en el modelo de país que se quiere construir. De puertas adentro, digamos.
En mi opinión, este primer grupo ha adolecido bastante de una reflexión profunda acerca de Canarias como proyecto, abandonándose al tacticismo de la política al uso y subordinando siempre sus posibles proyectos para Canarias a la supervivencia de los propios partidos cuando no a la lucha entre los mismos. Ha solido prevalecer la pugna por ocupar el papel de dialogador frente a Madrid y Bruselas más que el empeño en buscar buenos temas de conversación. Un ejemplo de esto que digo se pudo ver en la incapacidad de los diferencialistas para llegar a algún tipo de acuerdo para concurrir a las pasadas elecciones europeas, escenificando de manera poco creíble sus disensos en un contexto donde los acuerdos eran muy superiores a los desacuerdos. Es también criticable la escasa asertividad de estos nacionalistas, que parecen incapaces de trabajar en torno a objetivos comunes de una manera no timorata ni pedigüeña ante Madrid y Bruselas. Son nacionalistas poco valientes y arrojados, más bien temerosos y acomplejados en sus demandas, incapaces de alzar la voz ni dar un portazo, no sea que molesten. Parecen adormecidos, apardelados, repitiendo hasta el infinito sus mantras de lejanía, insularidad y ultraperificidad. Muchos de ellos, especialmente dentro de Coalición Canaria, abrazaron el nacionalismo por puro oportunismo, tras la debacle de la UCD y no piensan ni han pensado en clave nacionalista jamás. Por otro lado, no sería mal propósito si estos partidos se pusieran a la cabeza del mejoramiento de la calidad democrática del país, como por ejemplo en el caso de la Reforma Electoral, simplemente por ese muy loable fin y no por puro oportunismo político, como es el caso de Nueva Canarias, que cuando pudo hacerlo no quiso por simple conveniencia. De esta manera, quizás renovaran una cierta legitimidad ante la sociedad que hoy parece más tocada que nunca.
En el segundo de los grupos, llamémosles rupturistas, estarían aquellos partidos y personas que piensan que el hecho diferencial canario no es otra cosa que la modulación de las relaciones coloniales que mantienen Canarias y España, un subterfugio ideado para atemperar las posibles tensiones sociales mediante los acuerdos alcanzados por las élites isleñas con los sucesivos monarcas y/o gobiernos españoles, con España, en fin. Así pues, la Ley de Puertos Francos, el Régimen Económico y Fiscal o la condición de Región Ultraperiférica, junto con el Estatuto de Autonomía, por ejemplo, no responderían sino a la vocación de perpetuar el colonialismo, maquillándolo de “trato especial” y perpetuando el clientelismo y la dependencia, así como la subsistencia de unos grupos de poder que actuarían al dictado de «la voz de su amo». Reclaman por tanto la ruptura con el actual estado de cosas mediante la constitución de un Estado Canario independiente al que se llegaría por diversas vías, una de ellas, la descolonización al amparo de Naciones Unidas. En este segundo grupo, estarían los partidos y personas representativos del independentismo más clásico o reciente: CNC, Frepic-Awañak, Alternativa Nacionalista Canaria, Alternativa Popular Canaria, Unidad del Pueblo, colectivos como Azarug, Isukan,… Estos grupos compartirían el fin último de la constitución de tal Estado Canario independiente aunque diferirían en la vía para tal fin y en algunos casos también en el modelo de sociedad de ese hipotético Estado. Creo que no me equivoco si afirmo que la capacidad de influencia, su presencia, hegemonía, etc. de los rupturistas en la sociedad canaria es muy escasa. Sólo parece mostrar algo de pujanza en aquellos temas que precisamente no tienen demasiado que ver con la discusión acerca de Canarias y sus relaciones con España y Europa, derivada de su trabajo en plataformas sociales más amplias.
A mi juicio, este segundo grupo padece de serios problemas en lo que hace a su relación con la sociedad canaria y su percepción sobre la misma. De entrada, no parece considerar el ínfimo respaldo popular a sus propuestas una carencia de legitimidad democrática que combatir de alguna manera. Además, el sectarismo y los enfrentamientos entre prácticamente todos los miembros de este grupo no ayudan a validar el proyecto independentista como uno más de los proyectos políticos en las islas, capaz de aportar alternativas válidas a los problemas concretos de Canarias en este momento. Pareciera que todos los problemas de las islas tuvieran como solución la independencia y, a veces, el socialismo, otros dos mantras que malviven hoy en el páramo de las ideas fuerza más bien débiles. No da la impresión de que la sociedad canaria confíe demasiado en ninguno de estos dos proyectos para resolver sus desafíos inmediatos. Los mensajes dirigidos a la sociedad canaria suelen ser rechazados por confusos, dogmáticos y anacrónicos. Tal debilidad de ideas, la incapacidad de construir aportaciones teóricas que no vayan más allá de la repetición hasta la extenuación de los slogans heredados o la caricaturización de ideologías del siglo XIX como el marxismo son más que evidentes. Lo más problemático es, a mi juicio, que nada de esto parece importar mucho y que la resolución de estos problemas se deja ad calendas graecas puesto que el tiempo presente se deja para asuntos por lo visto más importantes como resoluciones internacionales que no hablan de Canarias. No me detengo en el asunto de la repercusión de los rupturistas más allá de nuestras fronteras puesto que es nula y prácticamente se limita a los ejercicios de sucursalismo que como un ritual se repiten en cada convocatoria para las elecciones europeas y por el cual los rupturistas canarios les ceden sus votos a los rupturistas vascos y/o catalanes, recién llegados en avión para la fiesta.
Relaciones entre ambos grupos las ha habido históricamente y de muy diverso tipo. Simplificando mucho, se podría decir que las relaciones son malas. Los rupturistas tildan a los diferencialistas de “traidores” o “esbirros del poder colonial”. Al revés, los diferencialistas tildarían a aquéllos de “exaltados”, “ilusos”, “marginales” y cosas peores. Nula cooperación o búsquedad de consenso o acuerdos puntuales o más profundos. Mientras tanto, la sociedad canaria espera pacientemente por si a alguno de los dos grupos se le ocurriera alguna idea para mejorar la situación del país. Si bien la constitución de Coalición Canaria supuso un cierto trasvase de rupturistas al grupo de los diferencialistas, en cierta medida, esta tendencia parece hoy detenida. Los trasvases en sentido inverso son aún más rocambolescos, como los editoriales del periódico El Día, vocero de ATI, principal partido de Coalición Canaria y adalid de un neoindependentismo de hegemonía tinerfeña muy sui generis. Más allá de esta estrafalaria anécdota, el escasísimo peso político de los rupturistas hace que los diferencialistas no hallen tampoco demasiado interés en ellos ni en conocer sus propuestas. Debido también a esto último, salvo en lugares muy localizados, tampoco se da una competencia electoral digna de tal nombre.
Un análisis más exhaustivo y profundo de los partidos nacionalistas canarios, cómo se sitúan los nacionalistas frente a ellos o dentro de ellos, etc. superaría las pretensiones de un blog como éste. Quise compartir estas pinceladas –absolutamente subjetivas y parciales- por si a alguien le servían de guía para orientarse en un mapa muchas veces confuso –sobre todo por la profusión de siglas- aunque menos cambiante de lo que pudiera parecer. Pienso que esta cartografía no ha cambiado en esencia desde los años ochenta y mucho me temo que o surgen ideas y gentes nuevas o estamos condenados a continuar perdidos en semejante bucle. Por todo esto y queriendo dar un sentido práctico a esta modesta reflexión, le interpelo, amigo lector: Si usted está pensando en hacerse nacionalista, le sugiero que se haga unas cuantas preguntas: ¿Cuál es su postura acerca del hecho diferencial? ¿En cuáles de estos dos grupos encuentra mayores coincidencias con sus planteamientos? ¿Se puede ser nacionalista sin estar en ninguna de estas dos tendencias? ¿Por qué? ¿Cabría una tercera corriente? ¿Qué rasgos definirían esa postura? Si el debate se anima, prometo contestar yo mismo a estas preguntas.
P.S: Un análisis, aunque somero y limitado, debe contemplar no sólo los aspectos negativos y más criticables sino también los positivos y más defendibles. El que quiera propaganda puede simplemente pinchar en los enlaces que vinculo. Sin embargo, quiero dejar constancia aquí de las muchísimas personas honradas y combativas, diferencialistas o rupturistas, que trabajan cada día por construir una Canarias mejor. Muchos de ellos no han hecho otra cosa en la vida, padeciendo represión, penalidades, cárcel y exilio por ello. Son nuestro mejor patrimonio y merecen que no permitamos que la autocomplacencia se instale en el nacionalismo canario.