Ahora que ya pasaron unos cuantos días y ya estoy de vuelta por Europa, no quiero dejar de contarles la impresión que me llevé de la manifestación por la idependencia de Canarias que se celebró el sábado día 6 en Las Palmas de Gran Canaria.
La verdad que me pensé muy mucho si acudir o no, porque ni me convence el manifiesto con que se convocó, ni me gusta la idea de acudir a la ONU sin consultar a los canarios, ni me agradaba la previsible presencia en la manifestación de figuras como Antonio Cubillo, entre otros. Pero no puedo negar que, más allá de mis prevenciones y dudas, pesaron más la curiosidad por saber qué ambiente se iba a respirar, mi repulsa a la criminalización y ridiculización de una opción política como la independencia, y sobretodo mis ganas de expresar mi canariedad abiertamente, sin que nadie me mire como un bicho raro y además en grupo. Decidí ir.
Primera impresión: mucha más gente de lo que esperaba, y muchos jóvenes. Gente con niños, personas que vemos todos los días por la calle, «sin rabo ni cuernos». Ambiente muy tranquilo, relajado y festivo. Ni rastro de tensión ninguna, que yo notara. La Banda de Guayedra tocando en todo el recorrido. Todas las personas con las que hablé compartían buena parte de mis pegas (rechazo del cubillismo, del independentismo mentiroso y cicatero de El Día, de las prácticas personalistas y poco democráticas de ciertos partidos del independentismo canario, etc.) y mis razones para acudir, conque parece diluirse esa imagen de independentistas acríticos e incapaces de articular una opinión sopesada.
Bien es cierto que también había elementos más pintorescos, casi siempre de edad algo superior a la media, y que respondían mucho más fielmente a esa imagen de independentista trasnochado que tanto gustan reflejar ciertos medios, pero sinceramente me parecieron muy escasos en número. La inmensa mayoría estaba por manifestarse con buen humor, a favor de sus ideas y en contra de nadie, y me pareció además que con pluralidad de ideas y matices, lejos del «prietas las filas» o «quien se mueva no sale en la foto», que conocemos de otros sectores del espectro político.
Conclusión: la manifestación para mí fue un éxito, no tanto por la cantidad de gente que reuniera en las calles de La Isleta (sin ningún tipo de incidente y sin presencia de la policía nacional; uniformada al menos), sino a mi modo de ver por la atmósfera que se respiraba, una atmósfera plural, joven, en positivo, de gente que claramente se manifestaba no sólo a favor de la independencia, sino a favor de un nacionalismo canario diferente, de un archipiélago diferente, e incluso de una sociedad diferente en la que sentirse canario a secas deje de estar mal visto. Esto último me pareció un sentimiento especialmente fuerte en toda la manifestación.
Está claro que esto no es más que mi impresión, personal e intransferible, que me gustaría contrastar con la de los lectores que también acudieron a la convocatoria.
Queda por ver qué ocurre en un futuro próximo, si este impulso se extingue o por el contrario cobra fuerza ¿Estaremos por fin ante los primeros pasos de una renovación del nacionalismo canario de izquierdas?