Este texto es un extracto de la ponencia inaugural de las I Jornadas de Pensamiento Político «Victoriano Ríos» organizadas por la Asociación Canarismo y Democracia los pasados 29, 30 y 31 de enero en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Agradecemos a su autor, Ayoze Corujo, politólogo y analista, el permiso para su reproducción. Quienes quieran acceder al visionado del acto pueden hacerlo aquí.
Un pensamiento teórico no se desliga de pensamientos y vivencias previas, sino más bien todo lo contrario: es la lógica consecuencia de una conversación con las demás en un momento y contexto determinado. En el caso de Victoriano Ríos, dicho contexto fue el de la etapa tardofranquista, la transición a la democracia española y la realidad del pueblo canario a través de su historia.
Identifico tres etapas y preguntas en el pensamiento político del autor que hoy nos cita. La primera etapa tiene que ver con el nacimiento de su conciencia nacional (¿por qué se es nacionalista?); la segunda, con la teorización del imaginario colectivo (¿qué nación?); y una tercera de formulación de este imaginario a través del mecanismo político-electoral (¿cómo construimos la nación?)
¿Por qué se es nacionalista?
Su etapa militante la marcó indudablemente el pacto tripartito entre Marruecos, Mauritania y España de 1977, donde se cedía la soberanía española de la que por aquel entonces era una provincia más, el Sáhara Occidental. Si decíamos que los sentimientos de odio y resentimiento marcaban las corrientes teóricas del nacionalismo organicista y culturalista,intuyo que el miedo fue el vector de conciencia de muchos canarios al interpretar que estas islas podrían correr el mismo destino que nuestros hermanos saharauis. Esta realidad, en un contexto de guerra fría y de procesos de autodeterminación de las últimas colonias africanas, llevó a que personas como Victoriano Ríos tomaran partida en una nueva lectura del sistema mundo en clave autocentrada y autonomista canaria.
Pero subyace en esta reacción de miedo lo que Manuel Alemán denominó como “sociedad sin padre” para referirse a la necesidad del canario a resguardarse en la seguridad de un ente mayor, dada la construcción psicosocial de dependencia exterior tanto económica como militar. Por tanto, la teorización que Victoriano Ríos hace de la pérdida o venta del Sahara es a favor de un contexto de oportunidad para mejorar la posición española en el Atlántico Medio a través del archipiélago canario que quiso calificar como “cabeza de puente” y plataforma neutral y de paz ante un mundo bipolar y con alta incertidumbre.
En este contexto de oportunidad puso las bases de su teorización nacional identificando los problemas históricos de Canarias, (y pongo énfasis en la inexistencia de un cuerpo funcionarial autóctono; en la incapacidad de crear una verdadera prensa nacional canaria; y el sempiterno pleito insular); pero enfatizando en los marcadores que deberían construir algo más que una región insular. Es aquí donde intenta romper con el sentido común establecido durante siglos de colonialidad, y supera la visión regional de Canarias que por aquel entonces existía (y hoy sigue prevaleciendo), en el marco del Estado español.
Sin saberlo, o a sabiendas, Victoriano Ríos desborda el estatus quo nacional y autonomista al no posicionarse en la radicalidad del autodeterminismo que desea la independencia por imperativo histórico, sino en la construcción previa de un imaginario colectivo que crea horizontes de deseabilidad. Una política revolucionaria, transformadora y puramente democrática y popular.
¿Qué nación?
Entiendo que la segunda etapa de su pensamiento se circunscribe al proceso constitucional y a los debates en torno al modelo territorial del Estado español, que deberían llevar a Canarias a una capacidad de autogobierno plena en torno a una tercera vía entre las regiones y las nacionalidades históricas, el denominado “País Canario Archipelágico neutral”. En este contexto ya vislumbraba la subalternidad y sucursalismo de los partidos centralistas mayoritarios, por aquel entonces UCD y PSOE, que mantenían una falta de voluntad política en construir nuevos acuerdos de relación entre España y Canarias atendiendo a la realidad geohistórica del archipiélago y su vinculo afectivo con el resto del Estado. Así, la “vía lenta” del artículo 146 es vista por Victoriano Ríos y el espacio canarista en sus diferentes expresiones como una imposición y un Estatuto otorgado que usurpaba la legitimidad del pueblo canario de expresar su opinión a la norma básica que regiría su convivencia.
De esta imposición unilateral de las élites centralistas surgen nuevas ideas en el imaginario de Victoriano Ríos, quizás en un intento de mejorar la “mini autonomía” que se pretendía. Así, apunta a cuatro aspectos básicos para el proyecto autonómico canario: 1) desarrollo de la nacionalidad canaria desde el artículo 2 de la CE; 2) refrendo popular; 3) competencias en materia internacional en economía y comercio; y 4) neutralidad de Canarias frentea la OTAN.
Como es bien sabido, ninguno de estos aspectos se consiguió establecer en el primer Estatuto de Autonomía dada la pinza histórica del españolismo que, si bien se esconden en un antagonismo en el campo de la batalla electoral, son homogéneos en la batalla cultural respecto a Canarias. Digo Canarias porque así quedó constatado en el acuerdo para que Andalucía accediera a su autonomía por la vía del artículo 151, conocida por la vía rápida y de máximo autogobierno. ¿Por qué Canarias queda excluida? ¿Quizás tenga que ver con lo que unas cuantas décadas después reconoció el recién fallecido Jerónimo Saavedra del miedo al refrendo popular por parte del españolismo?
En todo caso, Victoriano Ríos sigue construyendo su tesis teórica centrándose en el modelo de autonomía, y poniendo en valor el marcador nacional por excelencia y que da coherencia a su pensamiento republicano: el Parlamento de Canarias del que fue presidente en la II y III legislatura. Para él, la Cámara de representación resultante de las primeras elecciones debiera ser la propulsora del futuro del país, es decir, el órgano institucional legitimado para construir la nación y desbordar los marcos impuestos. Su primera lucha intelectual fue hacer ver que el Artículo 1 del Estatuto de Autonomía de Canarias no podía desdibujar la realidad nacional tapándose bajo el término región, que lo que pretendía era construir un imaginario mental alejado de la realidad geográfica en pos de acercarla a las regiones peninsulares. Lamentablemente, y en un nuevo intento del centralismo de desubicar mental y conceptualmente a Canarias, se optó por modificar el primer texto del Artículo 1 donde se decía “Archipiélago Canario”, a un indeterminado espacial de “Canarias”.
Otra de sus grandes reflexiones entronca con el problema histórico canario: la congruencia entre isla y nación. Toda construcción de país canario que se precie debe abordar teórica y políticamente este dilema en muchas ocasiones mal gestionado. ¿Cómo imaginamos la nación, desde arriba hacia abajo o desde abajo hacia arriba? ¿Qué prevalece, el corpus insular o el archipelágico? ¿Qué correlación de fuerzas se expresa en cada una de las dos visiones de la nación canaria?
Victoriano Ríos se fija en las malas prácticas de los partidos centralistas con relación a cómo ejercían la política desde cada una de las islas, resultando paradójico que esta nueva categoría de “insularistas-centralistas” buscase debilitar la posición del Archipiélago con relación al Estado en vez de construir una comunidad fuerte y cohesionada. Inteligentemente, Victoriano Ríos apunta a que el problema del pleito insular no estaría tanto en la correlación de fuerzas legítima de cada una de las islas con respecto a un todo, sino en la utilización espuria del españolismo en el axioma “divide y vencerás”.
Por ello, nuestro autor diferencia entre el “insularista” y el “insulareño”. El primero, natural al ser canario, tiene la voluntad de construir comunidad desde la personalidad e interdependencia de cada isla en una unidad geopolítica y en base a los aspectos geológicos, geográficos, históricos y políticos. Su expresión sociopolítica sería, en el caso por ejemplo de Tenerife, “tinerfeñear”. En cambio, el insulareño se comporta de manera egoísta y mediocre, limitándose a una visión reducida de su propia isla en detrimento de las restantes.
Vuelvo a apuntar a algunas consideraciones que me parecen oportunas en su teorización de la nación en el plano institucional y al calor del Estatuto de Autonomía y del dilema isla-nación, que hoy día siguen vigentes en el debate político. En primer lugar, el planteamiento sobre qué sistema electoral debe regir en una comunidad con siete islas de dispar tamaño y población, y con dos “islas-continente” en disputa hegemónica como son Gran Canaria y Tenerife. La imaginación creativa de Victoriano Ríos se expresa en estos debates teóricos que determinan el devenir histórico de una sociedad. Ante la triple paridad, cuestionada tras las primeras elecciones autonómicas de 1983, se desliza sutilmente la idea de una configuración bicameral y la posibilidad de una circunscripción electoral archipelágica que mitigue la desproporcionalidad entre voto y población y se encamine a un modelo federal. Como es bien sabido, décadas después su propio hijo Fernando Ríos desarrolla académicamente la bicameralidad del país; y en 2019 se establece la circunscripción autonómica que para muchos de nosotros es claramente nacional.
Otro aspecto que destacar es el profundo europeísmo en su pensamiento político. Al calor de la entrada de España en la C.E.E. Victoriano Ríos formula sus inquietudes sobre el encaje de Canarias en un mercado único europeo desequilibrado económicamente, con una visión preponderante de los Estados-nación y con poca influencia de los territorios. Es por ello por lo que insiste en la necesidad de una cláusula diferencial para Canarias en el Mercado Común que mitigue los efectos perversos que pudiera ocasionar la integración y salvaguardar el fuero histórico canario. Además, teoriza con una Europa de las Regiones que posibilite a los territorios autónomos tener su propia circunscripción electoral en los comicios al Parlamento Europeo, con representación física propia de Canarias en dicha cámara.
Hoy cobran vital vigencia estas dos cuestiones, la electoral y la representativa, para el devenir de Canarias en una Unión Europea amenazada por los populismos de extrema derecha que, probablemente, cobrarán peso y dibujaran otra forma de entender la integración en el viejo continente. Es fundamental que el canarismo retome estas prepuestas y las pelee en Europa junto a otras cuestiones como la demográfica y la ecológica.
¿Cómo construimos la nación?
La tercera y última etapa de su pensamiento tiene que ver con la formulación del artefacto político y electoral. Como es bien sabido, su militancia canarista se fraguó entre el autonomismo del Partido Popular Canario (PPC); el nacionalismo descendente del PNC; el nacionalismo interinsular ascendente de ATI y las AIC; y finalmente en el moderno nacionalismo de CC.
Su visión archipelágica de Canarias, su propia vivencia militante en el nacionalismo descendente del PNC, y el rechazo a los “insulareños” centralistas, le llevó a comprender que la forma partidista que podía construir y parecerse más a la nación canaria era la insular, federal y archipelágica. De la misma manera, y tras la primera experiencia electoral de 1983, Victoriano Ríos comprendió rápidamente que el eje dialectico y de disputa que acabaría imponiéndose en Canarias sería el centro-periferia y no el izquierda-derecha como otros nacionalistas se empeñaban con escaso éxito electoral (léase el corto periodo vital de la UPC).
Así, categorizó a los insularismos como el de ATI, AHI o AM como partidos interclasistas y transversales en lo ideológico, aunque con puntos de partida diferentes como el liberal-progresista en el caso tinerfeño; el progresista en el herreño; y de izquierdas en el majorero. A la par, no dejó de cultivar la mirada archipelágica, y así se empeñó para que ATI liderara la constitución del segundo intento de reunificación canarista después de la Unión Popular del País Canario (UPPC), con las FRAIC y, posteriormente, las AIC.
El nacionalismo interinsular de las AIC se iniciaba desde el centrismo ligeramente progresista y en la construcción del pueblo como conjunción del territorio (geografía); el grafismo histórico (el pasado); y el demos (el grupo humano nacional).
Además, este nacionalismo insular sería conservador en el aspecto ecológico y socialdemócrata en su defensa de la justicia social. En su acertada interpretación del sistema de partidos canario y de los ejes de conflicto que se asentarían, imaginó un gran partido canarista que disputase
la hegemonía al españolismo, fundamentalmente, del PSOE, que por otra parte lamentó su deriva centralista y la renuncia a la visión federal de sus homólogos vasco y catalán. Es por ello por lo que en 1993 atiende de cerca la gestación de CC, primer partido de obediencia canaria con capacidad de gobierno y transformación real y entiende su verdadera importancia en devenir histórico y democrático del Archipiélago.
En palabras de Victoriano Ríos la CC que va de 1993 a 1995 hace equilibrios ideológicos por las dificultades de congregar a partidos dispares como ICAN, las propias AIC, AM o CDS; pero mantiene una cohesión interna en el componente territorial tanto al interior, es decir, en cómo se construye Canarias, como al exterior en el conflicto centro-periferia o Canarias- Madrid. Consciente de que la consolidación de este gran partido nacional cobra sentido en tanto la capacidad de gobernar no esté ligada a los partidos sucursalistas, en sus últimos años se preocupó de la ansiada reunificación del nacionalismo, debilitado y fragmentado y, paradójicamente, cediendo terreno al españolismo.
Pero qué duda cabe que CC representó para Victoriano Ríos la expresión práctica de su previo imaginario político. Un artefacto que se asimile, en su formulación institucional-partidista, al pueblo que dice representar. Un partido nacional-popular que va de la isla al archipiélago, capaz de construir junto a su pueblo un horizonte colectivo.