
Este texto es un extracto de la intervención de José Miguel Martín en las I Jornadas de Pensamiento Político «Victoriano Ríos», celebradas en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife los pasados 29, 30 y 31 de enero. Si quieren acceder a la intervención completa, pueden hacerlo aquí.
Yo no tuve el privilegio de conocer a Victoriano Ríos. Era improbable que los caminos del presidente del Parlamento de Canarias, luego senador, se cruzaran con los de un joven airado, nacionalista de izquierdas, tirando a radical, en contra de casi todo… Sin embargo, créanlo o no, siempre sentí desde la distancia cierta simpatía por el personaje. Lo tenía por uno de los pocos nacionalistas auténticos en aquella amalgama tan diversa que era la primera Coalición Canaria. Mi percepción estaba apoyada, fundamental aunque no exclusivamente, en su trayectoria política desde los albores de la democracia e incluso antes. Creo que en eso no me equivocaba demasiado.
Sabía que había participado en el Partido Popular Canario junto a otros nacionalistas como Juan Pedro Dávila o Bernardo Cabrera; que desde ese partido de pequeños y medianos empresarios, profesionales liberales, etc. habían contribuido al nacimiento de la efímera Unidad Popular del País Canario, junto al Partido Socialista de Canarias de Manuel Bermejo y César Placeres, además del Partido de Unificación Comunista de Canarias, de Pablo Ródenas y Francisco Tovar. Por cierto, debemos a Pablo Ródenas la primera enunciación del canarismo como concepto teórico politico, a la manera del catalanismo, el galleguismo, etc. También sabía que Ríos luego se había integrado en el Partido Nacionalista Canario y después en ATI, FRAIC, AIC, hasta llegar a Coalición Canaria. Desde luego, tenía pedigrí de sobra, mucho más que yo, por ejemplo.
Sin embargo, mi simpatía hacia la persona también tenía que ver con algo bastante más sencillo, casi anecdótico pero para mí revelador. En una entrevista que no he podido recuperar, Victoriano Ríos decía que cada vez que comenzaba el año parlamentario, él daba un golpe en el estrado con un mazo que era básicamente un trozo de madera de sabina herreña que él había hecho traer desde aquella isla. La simplicidad y a la vez rotundidad de aquel gesto, primitivo, que cualquier campesino canario hubiera podido realizar en medio de sus labores,… me hablaba de alguien con cierta sensibilidad y apego poco común.
De entrada, aquel gesto repetido a lo largo de los años me invitaba a pensar en algo que no es sino una característica central de todos los nacionalismos, ya sean étnicos o cívicos, separatistas o no, y es la importancia concedida a la tradición, a los ritos, a los símbolos propios de una nación. Victoriano Ríos sabía sin duda de esa importancia y predicaba con el ejemplo. Intuía que el nacionalismo se tenía que notar, hacerse notar y hasta sonar en el hemiciclo de Teobaldo Power.
A alguien le puede parecer esto una anécdota sin mayor trascendencia pero a mí me sirve para enlazar con una de las críticas que con mayor insistencia he venido haciendo en los últimos años: quienes hoy se autodenominan nacionalistas apenas ejercen como tales. Ni los simples gestos, ni el lenguaje, el alcance de su programa político, sus relatos, metáforas, etc. no son las del nacionalismo. Sostengo que proyecto político nacionalista como tal, no hay en Canarias, ni partidos que stricto sensu puedan ser denominados con esa etiqueta. Y esto no es necesariamente una crítica –o sí– sino más bien una precisión terminológica desde el ámbito de la teoría de los nacionalismos que creo que no podemos orillar por más tiempo.
He venido defendiendo en los últimos años la pertinencia del hiperónimo “canarismo” como significante flotante, al modo de Laclau, que se carga básicamente en dos planos. De alguna manera, siguiendo a Ródenas, he querido recuperarlo para los tiempos actuales y con los actores existentes. Uno de estos planos tiene que ver con el de categoría de análisis que acoge a todas las familias y sensibilidades políticas de las fuerzas de estricta obediencia canaria, ya fueran autonomistas, nacionalistas, insularistas, municipalistas, más de izquierda o más de derecha, más radicales, más moderadas,… atendiendo a cualquier criterio de clasificación que queramos utilizar. Incluso los “canaristas en sí” pero no “para sí”, que parecen haber aterrizado en ese espacio por pura casualidad o razones más inconfesables.
Si convenimos en esto, podremos comprender que por mucho que sea el consenso en torno a la figura de Victoriano Ríos, que lo es y con toda justicia, no es exclusivamente el prestigio de su legado el que puede convocar a personalidades pertenecientes a distintas ramas y sensibilidades políticas como Coalición Canaria, Liberación Canaria, Nueva Canarias, académicos, empresarios, intelectuales, activistas, etc. en unas jornadas como éstas. Lo que nos reúne a todos es intuirnos miembros de un espacio común que representa la voluntad, expresada de muy distintas maneras y por muy distintas vías, de que el pueblo canario se autogobierne, de que lo que afecta exclusivamente a Canarias sea decidido por el pueblo canario. No es el nacionalismo lo que nos une. Lo que nos agrupa dentro de un mismo espacio frente al españolismo o sucursalismo no es otra cosa que el canarismo, como hiperónimo de todas las familias políticas antes nombradas.
El segundo plano en el que se cargaría el significante flotante del “canarismo” sería en su concreción práctica, en el terreno de los proyectos políticos, que como es fácil deducir son contingentes. Es absolutamente normal que bajo unas mismas siglas podamos reconocer a medida que transcurren los años y los contextos, diferentes proyectos políticos. Un caso muy evidente es el del PNV, cuyo proyecto político ha sido autonomista, nacionalista, independentista, más conservador, más progresista, antifascista, confesional, laico, etc., en el transcurso de su ya larga historia… pero nunca ha dejado de ser el PNV.
La sustitución del canarismo nacionalista por el canarismo autonomista
En mi opinión, el canarismo fue fundamentalmente nacionalista, autodeterminista e independentista durante los años previos a la llegada de la democracia y hasta mediados de los años ochenta. También fue mayoritariamente de izquierdas. Sin embargo, en un lento proceso que se venía fraguando desde comienzos de los años 80, el canarismo, aun usando erróneamente como todavía hace el adjetivo “nacionalista”, abandonó cualquier pretensión de construcción nacional canaria para reconvertirse en un autonomismo en sentido fuerte (discutible), de carácter transversal o interclasista, como se decía antes, aunque en mi opinión emplear este último adjetivo es un error.
La creación de las Agrupaciones Independientes de Canarias (1985) y Coalición Canaria (1993) –formaciones ambas en las que Victoriano Ríos jugó un papel clave desde el debate de ideas– supusieron la aceptación evidente del Estado de las Autonomías y la inauguración del canarismo autonomista que hoy conocemos, centrado prioritariamente en negociar las que se interpretan en cada momento como conquistas o mejoras, también compensaciones y exenciones, frente al gobierno central y frente a las instituciones europeas.
Por el camino, el economicismo se convierte prácticamente en el único terrero de lucha para el canarismo, renunciando progresivamente por la vía de los hechos a todo aquello a lo que el nacionalismo obliga: la defensa de la cultura nacional, la memoria histórica de los hechos fundacionales de nuestra nación, nuestra épica no exenta de héroes y próceres, el cultivo de una subjetividad y conciencia nacional en sentido fuerte en oposición a la de la nación impuesta, etc. Ya dejó de sonar el mazo de sabina herreña de don Victoriano…
Éste es el relato del canarismo autonomista: Canarias es una autonomía dentro del sistema autonómico español aunque posee unas peculiaridades, sobre todo de carácter económicas, que merecen ser reconocidas y atendidas. Dentro de la Unión Europea sucede otro tanto, puesto que somos un archipiélago que está lejos del continente europeo y eso debe ser compensado principalmente en las políticas económicas, comerciales, fiscales, etc. Su campo semántico es el de la ayuda, la exención, la compensación, rebaja, subvención, etc.
Un relato verdaderamente nacionalista partiría de la existencia de una nación canaria, sometida por una nación española, que limita efectivamente su autogobierno y que sitúa a Canarias en una condición permanente de subalternidad, también en el contexto europeo. Siempre dentro de la perspectiva nacionalista, Canarias –en el marco de su proceso de autoconstrucción nacional– debe entablar un proceso de negociación bilateral con España en el que acuerde otro tipo de relación más equitativa y justa para los intereses del pueblo canario, lo cual pasa inevitablemente por el ejercicio del derecho de autodeterminación, que no es otra cosa que la realización democrática de la voluntad mayoritaria de la ciudadanía canaria. En el contexto europeo, de modo parecido, Canarias debería renegociar su estatus de forma que encuentre un encaje menos dependiente y encorsetado. El campo semántico sería el del empoderamiento, autogobierno, construcción nacional, autodeterminación, referéndum, derecho a decidir, etc.
Que el canarismo autonomista de Coalición Canaria y Nueva Canarias sea hegemónico, por más que no exista el proyecto político canarista sino los programas electorales de los partidos, no es óbice para que existan otros canarismos también muy necesarios. Yo quisiera que naciera un canarismo popular, contestatario, que antagonizara y colaborara con el canarismo autonomista y que, de alguna manera, reprodujera la dupla que vemos en otros países y naciones sin estado, al estilo de la que representan el PNV/Bildu, Junts/ERC, Parti Québecois/ Québec Solidaire,…
Sin embargo, por ahora, una aspiración así permanece en mi lista de deseos no cumplidos. De paso, sería de mucho beneficio y utilidad una sociedad civil canarista, de la que sin duda la Asociación Canarismo y Democracia forma parte, que ejerciera su papel vigilante del sistema de partidos, crítico, que expresara demandas populares y enriqueciera son su sola existencia la sociedad canaria actual y futura.
Lecciones para un canarismo más sólido y digno
Ahora bien, llegados a este punto, ¿qué lecciones podemos extraer del legado de Victoriano Ríos para el canarismo realmente existente cuando enfilamos ya hacia el segundo cuarto del siglo XXI? En mi opinión, serían las cuatro siguientes:
- vocación de servicio a Canarias: se debe militar en las filas del canarismo pensando en qué se puede aportar para su desarrollo en el seno del pueblo canario y no pensando en cómo éste me puede servir a mí para mi beneficio (pensamiento catedral);
- altura de miras: ser canarista debe implicar saber situarse por encima de tantos elementos ingratos y poco edificantes como suelen rodear a la política actual. Sin este ejercicio, la vocación de servicio no podría materializarse en ningún proyecto concreto puesto que siempre estaríamos enredados en peleas estériles (reunificación);
- respeto a la diversidad: y comprensión de la misma como la forma natural de las cosas, de las sociedades, de cualquier ente mínimamente plural. Hay que saber ver en la diversidad la oportunidad para la (auto)transformación y el debate democrático por excelencia. Quienes ven en la diversidad un inconveniente, no pueden estar a la altura del canarismo ni de Canarias.
- Y por último, capacidad de interrogarse, a la manera de Victoriano Ríos y tantos otros que nos precedieron o que continúan con su labor: preguntándonos cómo podemos hacer avanzar el canarismo en nuestra sociedad, complejizando los análisis sin rehuir los debates por prejuicios, sentándonos a la mesa con quienes sabemos que tenemos diferencias, enriqueciendo la sustancia teórica del canarismo, que no sólo se debe nutrir de un cuerpo sólido de principios y valores, sino también de conceptos e ideas, que alumbren el camino.
Yo creo que Victoriano Ríos dio buen ejemplo de todo esto durante su trayectoria política. Y si estuviera aquí, estoy seguro de que daría ahora mismo un buen golpe en esta mesa con su mazo de sabina herreña para decirnos con voz rotunda “¡Que continúe el debate de las ideas desde el servicio constante y el amor infinito a Canarias y a nuestro pueblo!”