El pueblo canario es como un niño al que se le enseña una cosa, la aprende, y la lleva al extremo en su intento por hacerlo bien. En nuestro intento por ser considerados un pueblo humilde y trabajador, hemos resultado en una baja autoestima en cuanto a la percepción de esta nuestra sociedad, y es que no nos tomamos en serio.
Cada vez que alguien de las Islas insinúa un hipotético intento de emancipación de estas, no falta la celebérrima frase: “¿y de qué vamos a vivir, del plátano, del gofio?”. No, José Luis. O tal vez sí, no lo sé, ya que para iniciar un proceso de independencia habrá que tener un proyecto que no puedo elaborar yo sola en una conversación de 5 minutos. Para elaborar este proyecto se requiere, primero, una toma de conciencia por parte de la sociedad; luego, que una parte de la sociedad (cuanta mayor sea esta, mejor) participe en el trazado de este plan; y, por último, que se lleve a cabo. Como ven, es una cuestión que tomaría años en materializarse, pero eso es otra cuestión que daría para más artículos, reuniones, debates, etcétera. Con miedo a caer en la frivolidad, a veces hago la comparación de la relación entre Canarias y España con una relación tóxica de pareja: “sin mí no eres nada”.
Volviendo a si viviríamos del gofio o del plátano, es por culpa de esputos como ese que hay gente que teme expresar su opinión sobre la autonomía del archipiélago: no por poca elaboración propia de las ideas, sino por la pereza de empezar un debate que no llegaría a ningún lado con personas que tienen esa pobre percepción del potencial canario. Sin embargo, hay una cuestión que hay que tener en cuenta sí o sí: nuestro pasado en común con América Latina. Si habláramos del siglo XV, de europeos llegando a un territorio, diezmando y esclavizando a los pobladores originarios del mismo y suprimiendo lenguas y elementos culturales, este sufrimiento común podría referirse tanto a lo ocurrido en Abya Yala como a lo sucedido desde Benahoare hasta Titerogaka. Entonces, ¿cómo hay quienes defienden fervientemente la independencia de los países de América Latina, pero oprimen los cuestionamientos sobre la pertenencia del archipiélago al Estado español? Es para reflexionar, pero eso te lo dejo a ti, lector, porque yo ya he pensado mucho sobre ello.
Sin embargo, es obvio que las instituciones tienen una grandísima parte de la responsabilidad de la autopercepción de los canarios: estas nos fuerzan la cabeza para que miremos más a la España peninsular y al continente europeo que a los mares que nos rodean, donde mueren cada año cientos e incluso miles de personas tratando de llegar a Canarias como primera etapa de su viaje en busca de una vida mejor. Pero habrá quien diga que eso no importa, que “la ruta del Mediterráneo occidental es la nuestra” (sí, Pedro, es una indirecta). Una vez más, Canarias siendo ignorada, qué novedad. Era eso o sacar a relucir la tutela paternalista a la que llevamos siglos siendo sometidos, porque es bien sabido por todos que el colonialismo va siempre de la mano del racismo, y nosotros como africanos no íbamos a ser menos. Un ejemplo que suelo poner de este desprecio a lo canario es el de un jefe del norte español que tuve en una empresa: este, hablando sobre unos pasajeros canarios maleducados en un avión, dijo de ellos que “seguro que se llamaban Guacimara y Jonay”. Vete tú a saber cómo se llamarán los maleducados en España, pero no sé, creo que no quiero saberlo tampoco.
Pasando ahora al amor propio, esa asignatura pendiente en nuestro expediente, recomiendo algunas tareas que nos pueden ayudar a mejorar en la materia:
- Leer más obras de autores y autoras del país (del país canario, no te me pierdas), a poder ser, cuya acción transcurra en las islas. Con la descripción del entorno y de la sociedad podremos descubrirnos y conocernos a nosotros mismos como pueblo, nuestra forma de pensar, de amar, de hablar, de relacionarnos…
- Fomentar de manera activa la enseñanza y el aprendizaje de la Historia de Canarias desde la etapa escolar. La infancia es el punto más determinante del desarrollo de una persona, y en cierta medida, condicionará quién será este individuo a lo largo de su vida. Estimular la curiosidad por saber quiénes fuimos y quiénes somos, contribuirá favorablemente a quiénes seremos en un futuro (cercano y lejano).
- Reflexionar sobre nuestras riquezas culturales y naturales y aprender a apreciarlas, que no somos menos ni tampoco más que nadie. Somos válidos como pueblo, solo nos falta creérnoslo.
Por último quiero hacer una mención especial a un reciente fenómeno que ha supuesto un impulso a nuestra representación y visibilidad: el live action de “One Piece”. Ya sabes por dónde voy, ¿verdad? Para quienes no se hayan enterado todavía de qué hago hablando de series japoneso-estadounidenses en un artículo sobre las percepciones de los y las canarias, resulta que en esta serie hay un personaje llamado Sanji que es interpretado y doblado, en su etapa de adulto, por Taz Skylar, un actor tinerfeño que mantuvo su acento canario en el doblaje en español; y en su etapa de niño, es doblado por la también tinerfeña Carla Ravelo, que no alteró tampoco su acento (lo cual favorece también a la continuidad lógica del personaje). Esta decisión por parte del equipo encargado del doblaje derivó en un halo de esperanza, sobre todo entre el público canario más joven, de que el acento canario también puede ocupar espacios de prestigio, y dejó claro que en el mundo también hay lugar para nosotros, que no tenemos que escondernos.
En conclusión: canario/canaria/canarie, conócete, porque como me dijeron una vez, “lo que no se conoce no se quiere”, y sin amor, es difícil salir adelante (qué romántica soy, a veces). Quiérete mucho, quiere a tu tierra, quiere a tus paisanos, que no podemos hacer una patria ni una matria que no amemos nosotros mismos.