Ecuador es un pequeño país al noroeste de Suramérica, ubicado sobre la línea equinoccial que divide al planeta Tierra en los hemisferios norte y sur y elige el domingo quince de octubre a quien será su Presidenta o Presidente Constitucional de la República durante el próximo año y medio. La historia del país ha estado marcada por la desigualdad, la migración y la violencia.
Siguiendo las recetas neoliberales, en los últimos años se ha desmantelado el Estado y esto ha repercutido en la vida cotidiana de la ciudadanía ecuatoriana. Reportes del gobierno panameño indican que aproximadamente 250.000 ecuatorianos atravesaron la peligrosa selva del Darién durante los primeros siete meses de este año en un intento desesperado por llegar a Estados Unidos, mientras la comunidad ecuatoriana en España sigue creciendo. De la pandemia mantengo el triste recuerdo de cadáveres incinerados en las calles ante el colapso de las instituciones y hoy esas mismas calles siguen acumulando víctimas por violencia.
Es sin duda la peor crisis. Solo entre enero y junio de 2023 se han registrado más de 3.000 asesinatos, más de 120 feminicidios y decenas de muertos en las cárceles del país. La primera vuelta estuvo marcada por el crimen del candidato presidencial Fernando Villavicencio, un acto que no solo puso los ojos del planeta en Ecuador, sino que desnudó el nivel de impunidad y absoluta desprotección de la ciudadanía.
Los gobiernos de Lenín Moreno y Guillermo Lasso en estos últimos seis años destacan por la desprotección social hacia las personas más vulnerables que sumada a la incompetencia gubernamental, ha resultado un cóctel mortífero que pareciera no tener saciedad en aquellos y aquellas que se regocijan y lucran del dolor, el hambre y la muerte. Este es el impactante escenario en el que tendrá lugar el balotaje presidencial.
Para comprender el contexto de estas elecciones anticipadas, nos remitimos a tres hechos concretos. El primero, un juicio político por corrupción llevado a cabo por parte de la Asamblea Nacional contra el actual presidente Guillermo Lasso. El segundo, la “muerte cruzada” -un mecanismo constitucional ante el escenario de conmoción y grave crisis interna que vive el país- a través de la firma del Decreto Ejecutivo No. 741 que emitió el referido mandatario disolviendo la Asamblea Nacional, quizás en un intento desesperado de evitar su destitución, cuya disolución termina también su período presidencial. Y el tercero, en 2025 tendrán lugar las elecciones generales.
Pero ¿quiénes disputan la presidencia de Ecuador? Luisa González por el movimiento Revolución Ciudadana y Daniel Noboa por el movimiento Acción Democrática Nacional. Ambos, exasambleístas en el período entre 2021 y 2023. Se conoce a González por su ferviente defensa de Rafael Correa y por sus planteamientos legislativos contra el aborto. Noboa por otro lado, proviene de una de las familias más ricas del país, conocida por evadir impuestos y por tener denuncias de explotación laboral y trabajo infantil en haciendas bananeras. Dos personas que, grosso modo, parecieran estar desconectadas de la realidad de un país que exige redistribución y respeto a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
Ante estas exigencias, varias organizaciones feministas populares en Ecuador apuestan por el programa de protección social que plantea González a fin de brindar condiciones materiales para vivir dignamente, aun cuando su postura personal ha ido contra el derecho de las mujeres a decidir libremente sobre sus cuerpos. Mientras que para los feminismos liberales el aborto es un eje fundamental de su agenda, sobre todo cuando la preocupación diaria por la supervivencia está “a mil kilómetros del ropero y del refrigerador”.
Respecto de los derechos de las mujeres poco se cuestiona a Noboa, sobre quien pesan acusaciones por violencia de género y su familia habría ejercido explotación laboral e infantil contra mujeres y niñas. Sobre el aborto ha guardado silencio, pero sí ha referido que las mujeres embarazadas deberían recibir un bono para alimentación en cupones y no en efectivo “para no andar fomentando mayor cantidad de embarazos”. Quien sí ha hablado -y mucho- es su candidata a vicepresidenta, Verónica Abad: una mujer de extrema derecha, admiradora de Bolsonaro y Trump, para quien las mujeres debemos ganar menos que un hombre cuando decidimos ser madres, expresiones que no han sido cuestionadas por Noboa.
Un hecho no menos importante respecto a la primera vuelta electoral es la histórica Consulta Popular sobre la explotación petrolera en el Parque Nacional Yasuní y la extracción Minera en el Chocó Andino, siendo el Movimiento Indígena del Ecuador uno de los voceros más activos a favor de la conservación. Aquí hago dos esbozos, el primero es que Luisa González y parte de sus seguidores se pronunciaron a favor de la explotación; y el segundo es que Daniel Noboa apoyó la postura de conservación aun estando al extremo programático del Movimiento Indígena, organización social que en teoría tendría más afinidad con el progresismo de la Revolución Ciudadana que en su mayoría le dio la espalda. El líder indígena Leonidas Iza ha señalado que se pronunciarán sobre el balotaje más adelante.
Lo cierto es que entre Luisa González y Daniel Noboa existe un hecho diferenciador contenido en sus planes de gobierno: el Estado como actor. Mientras Noboa sigue apostando por la línea del recorte estatal como en su momento lo hizo Lenín Moreno y actualmente Guillermo Lasso, González apuesta por su fortalecimiento como lo hiciera en su década de gobierno la Revolución Ciudadana con Rafael Correa a la cabeza.
Mucha gente no conoce a González ni a Noboa, mucha otra directamente rechaza lo que representa cada uno tanto en sus programas como en sus activismos. Y en un país en el que el sufragio es obligatorio, están quienes se decantan por anular el voto, una postura entendible cuando las organizaciones políticas han sido incapaces de recoger la inconformidad, combatir la desigualdad y enfrentar la embestida de las élites que gobiernan.
En mi opinión, como ecuatoriana migrante residiendo en Tenerife hace un año, creo que las izquierdas ecuatorianas tienen tareas pendientes: luchar contra el machismo y la misoginia; enfrentar el racismo contra el movimiento indígena; hacer un ejercicio sincero de autocrítica; democratizar y relevar los espacios de organización política; escuchar las agendas de una sociedad que avanza por sobre sus planteamientos; dejar de enfocarse solo en las elecciones; escuchar a la juventud y sus necesidades específicas; tejer redes que sostengan la vida de manera colectiva; estar en las calles resistiendo juntos y juntas ante una autoridad que está matando a diario.
En definitiva, Luisa González y Daniel Noboa tienen un reto enorme que pasa no solo por ganar la elección sino, sobre todo, saber administrar el Estado y estar a la altura de las demandas sociales para ofrecer garantías de vida digna mientras encabezan la reconstrucción de un tejido social que está roto y polarizado, pero con mucha esperanza de días mejores.