Pasadas las elecciones presidenciales estadounidenses, un grupo de comentaristas políticos, mayormente académicos, han alegado que el voto latino no existe. La sentencia se ampara en el hecho de que la etiqueta de latino oscurece la diversidad que reina dentro de ese grupo. El argumento es que decir voto latino asume que el grupo es monolítico y que su preferencia política es singular. Entonces, como evidencia de que el voto pan-étnico no existe, se presenta la división partidista que existe entre puertorriqueños, mexicanos, cubanos y otros grupos de Centro y Suramérica y en el caso de las elecciones de este año la cantidad de votos latinos recibidos por Trump.
La verdad es que ese argumento no tiene sentido pues ignora que durante los últimos treinta y dos años los latinos en Estados Unidos han votado en su mayoría y consistentemente a nivel presidencial por el ticket Demócrata. Esto es así también a nivel del Congreso, las legislaturas estatales, y a nivel municipal. Durante ese período, es decir entre 1988 y 2020, ese apoyo a los Demócratas ha fluctuado entre 53 y 73 por ciento. Este año, la prensa ha declarado que Biden recibió el 66 por ciento del voto latino pero a base de un sondeo nacional la firma Latino Decisions indica que ese apoyo puede que haya sido de 70 por ciento. Este año, en los doce estados en donde se concentra el 80 por ciento del voto latino en Estados Unidos, Biden ganó en nueve: de una manera convincente en cinco –California, Illinois, New York, New Jersey, y Virginia– y por un margen pequeño en los cuatro restantes.
De suerte que si nos enfocamos en el patrón de comportamiento electoral de los grupos nacionales que constituyen la pan-etnicidad latina, queda claro que su voto es coherente y claramente democrático. La excepción son los cubanos en Florida que este año fueron acompañados en su afán derechista por electores venezolanos, nicaragüenses, y colombianos. No obstante, Biden ganó en el condado de Miami-Dade, otrora un bastión republicano, a pesar de que sólo el 45 por ciento de los electores puertorriqueños de ese condado salieron a votar. El electorado latino es diverso y tiene preferencias políticas heterogéneas pero eso no significa que no siga un patrón claramente definido o que sea inexistente. Los partidos políticos necesitan refinar su estrategia de acercamiento a este electorado pero no partiendo de la premisa de que no existe o que no es capaz de responder a un acercamiento que capitalice lo que lo une en vez de lo que lo separa.
La pregunta más importante que surge de la pasada elección es por qué el apoyo latino a Biden fue tan pronunciado dado el caso que éste no les ofreció a los latinos nada en particular, en contraste con las promesas que la campaña le hizo a los AfroAmericanos de nombrar a una mujer AfroAmericana a la Corte Suprema, de incrementar el apoyo a los Historically Black Colleges, y de apoyar algún tipo de compensación por el horror de la esclavitud. No se puede menoscabar que restituir la decencia, la estabilidad, el respeto a la ciencia, el aprecio a los aliados de Estados Unidos a nivel internacional, la restitución de DACA, y la descontinuación de la política de inmigración perversa de Trump, son, entre otras cosas, razones más que suficientes para haber votado por Biden. No obstante, si los latinos no logran obtener promesas específicas a sus intereses es porque el grupo está capturado por el partido Demócrata.
El concepto de captura electoral significa que el apoyo de un grupo se da por sentado y éste no tiene poder de regateo pues no tiene otra alternativa que el partido que lo captura. Claro, aquí también hay que notar que Trump recibió el 32 por ciento del voto latino y que ello fue así en parte porque el partido republicano invirtió $9 millones en anuncios dirigidos a los latinos y porque movilizó a su organización para acercarse a un 28 por ciento de los votantes latinos. No obstante, es muy difícil para los demócratas latinos regatear con la organización a base de la amenaza de irse con los republicanos pues para la mayoría de ellos ese partido es anatema.
Dentro de la comunidad política latina el llamado movimiento Lexit propone abandonar el partido. Pero la premisa del movimiento es que la organización Demócrata es como una plantación en la cual los latinos son esclavos. A base de esa premisa hiperbólica y desacertada es muy difícil que ese movimiento llegue lejos. Si lo que intenta es aumentar el poder de regateo de los latinos en el partido Demócrata lo está haciendo de la peor manera pues es imposible negociar al mismo tiempo que se abandona la mesa de negociaciones. En última instancia, comparado con el número de votantes latinos este movimiento es marginal. En Estados Unidos hay cuando menos 32 millones de votantes latinos mientras que Lexit cuenta con apenas unos miles de seguidores en su página de Facebook y no queda claro si es un verdadero movimiento o un grupo de opinión. Lo que queda claro después de un mero repaso de esa página es que sus comentaristas son derechistas que alegan haber sido Demócratas y a quienes no les interesa presionar al partido Demócrata para que éste les preste atención a los reclamos progresistas de la comunidad política latina.
No hay duda que la comunidad política latina incluye un sector importante que es conservador y de derecha. El grupo Lexit es una muestra de eso en el mundo digital. Si hay algo en lo que se equivocan los que representan a los latinos como un grupo marcado por el discrimen, el racismo, y la opresión, es en ignorar ese elemento que es una parte importante del grupo y que no responde a esa retórica. El apoyo latino a Trump es una protesta a la representación de los latinos en Estados Unidos como un grupo fundamentalmente pobre, oprimido, y marginal, representación que en el caso de los puertorriqueños plantea que ellos llevan años viviendo la estadidad y que para ellos eso sólo significa discrimen y opresión. Esa representación es parcial y por ende incompleta. Además, ignora que el apoyo latino a Trump y al partido republicano antes de Trump es un apoyo que se fundamenta en el rechazo al aborto, al socialismo y al comunismo, y en el apoyo a la religión, al espíritu del capitalismo, la libertad de expresión, y al individualismo. Otra cosa que no se puede negar es que en aras de esos valores, los que apoyaron a Trump este año decidieron ignorar otros valores fundamentales como es el respeto a la igualdad racial y el rechazo a la misoginia, la homofobia, y la supremacía blanca.
Uno puede cuestionar con mucha razón el grado de sinceridad del acercamiento de Trump y los republicanos a los latinos pero lo que es innegable es que ese acercamiento ha sido efectivo tanto históricamente como en la elección presidencial de este año. Al mismo tiempo, no se debe perder de vista el hecho de que tanto Trump como el candidato Demócrata obtuvieron más apoyo de los latinos este año que en 2016 y que a base de los informes de prensa la diferencia a favor de Biden es de más de 30 puntos porcentuales; a base de los estimados de latino Decisions, que tienden a ser más certeros, el apoyo latino a Biden-Trump fue de 70-27 por ciento respectivamente, es decir, con una ventaja de 43 puntos a favor de Biden.
Yo no veo cómo alguien puede decir que en Estados Unidos no existe un voto latino. Ese voto es fundamentalmente democrático y progresista. El llamado avance latino de Trump es un espejismo y no hay mejor prueba de ello que la victoria de Biden en Miami-Dade. Pero si el Partido Demócrata no sale de la rutina de apelar a los latinos a última hora sólo cada cuatro años, corre el riesgo de quedarse sin el apoyo de un grupo de votantes que es fundamental para llenar el vacío creado por la creciente defección del partido Demócrata del voto blanco.
* El autor es José Edgardo Cruz Figueroa y esta públicado originalmente en 80 grados. Publicado bajo Licencia Creative Commons.