Desde hace años, en agosto siempre hay alguna voz que alerta que está llegando demasiada gente a La Graciosa. Sin lugar a dudas, este es el mes en que la isla se encuentra al límite de sus capacidades, pero también es verdad que su fuente principal de ingresos es el turismo.
La llegada de visitantes se desarrolló poco a poco, al principio llegaban algunas familias de otras islas o algunos extranjeros que, por casualidad, habían conocido este tranquilo rincón desde el mirador del rio. Recuerdo de pequeño la pensión de Jorge, la de Enriqueta y Margucha quienes, igual que Juanita, daban de comer por encargo. En esa época no había casi servicios destinados a turistas, fue a medida que iba aumentando el interés por la isla que los barcos de pasajeros ampliaron su capacidad, los alojamientos, bares y restaurantes se fueron multiplicando y aparecieron los jeeps safari, los alquileres de bicicletas o las tiendas de recuerdos.
Se dice que en la actualidad la isla la visita cerca de medio millón de personas al año, ya sea para alojarse como para pasar el día, siendo la temporada más alta de junio a octubre y el resto de meses mucho más tranquilos. El sector servicios ha supuesto una oportunidad laboral para muchos jóvenes, empleando tanto a ex pescadores como a foráneos, ha permitido a la comunidad estar en contacto con gente de otros orígenes y ha mejorado las comunicaciones marítimas tras el aumento de la frecuencia de los barcos. De la misma manera, la actividad turística ha modificado la dinámica habitual de la isla, provocando que se construyan más viviendas, la mayoría destinadas al alquiler vacacional, que se consuman más suministros o que se contabilicen más emergencias.
Este impacto en el ritmo normal de la isla no ha estado exento de polémica, durante estos últimos años hemos visto que se ha denunciado, por ejemplo, la acumulación de escombros, la aglomeración de personas en las playas o el exceso de velocidad de los vehículos, lo cual nos lleva a preguntarnos qué hacer para que el turismo no resulte nocivo pese a sus beneficios. Una posible solución sería, a lo mejor, comenzar a reconocer que el motor económico de la isla es el sector terciario, asumir que la visitan cientos de miles de personas al año y que todo esto tiene unas consecuencias en el entorno. A partir de aquí, tratar de planificar una estrategia que nos permita vivir en La Graciosa sin alterar aquellos valores que la han hecho conocida, su tranquilidad, limpieza o seguridad, entro otros muchos.
Durante estos meses el Gobierno de Canarias está haciendo una consulta sobre el Plan de Ordenación de Recursos Naturales, una nueva oportunidad para que instituciones, colectivos o ciudadanía expresen su opinión sobre por donde debería ir el desarrollo del Parque Natural del Archipiélago Chinijo.