Publicado originalmente el 17 de mayo de 2018
Esta semana se cumplieron siete años del 15 de mayo de 2011, el conocido como 15M. Un punto de inflexión moderno para la protesta social. Todo comenzó con una manifestación que denunciaba las condiciones de vida de la gente, en plena crisis económica, y una semana antes de las Elecciones Autonómicas y Municipales. Un rumor empezó a correr por redes sociales, en la Puerta del Sol se estaban quedando personas para acampar. Pronto eso corrió como la pólvora por todo el Estado y la movilización llegó a Canarias. En el Parque de San Telmo de Las Palmas de Gran Canaria, el ambiente casi siempre era festivo durante la acampada con charlas, debates, proyecciones y actividades de todo tipo. Sin embargo, en los mentideros se temía por los movimientos de algunos sectores, recuerdo las críticas a Democracia Real Ya, entre otros motivos por su instrumentalización de la movilización.
En Tenerife los movimientos sociales coparon la acampada. Sectores distintos y mayor incidencia, a mi juicio, de activistas tradicionales. En Gran Canaria hubo conatos de censura, entre otros símbolos, a la bandera canaria de las siete estrellas verdes. En algunos aspectos, el 15M fue, más que «pura vitamina», como lo definió Eduardo Galeano, auténtico veneno teledirigido por algunos sectores. Estaba muy marcado por las redes sociales, por una forma distinta de protestar, pero en Canarias también por un centralismo acérrimo, me da la sensación que más en Gran Canaria que en Tenerife. Con todo, hablamos de la mayor expresión de protesta de nuestra era, al menos para los que nacimos en los 80. El 15M fue un punto de inflexión. Cambió la percepción de la política y para algunas personas fue la pérdida de la virginidad activista. Por un lado, estigmatizó los movimientos sociales, con menosprecios como el conocido apelativo de perroflauta. Pero a su vez por otro lo normalizó y convirtió a los movimientos de protesta de desconocidos a cotidianos. Por una vez, de manera genérica, se percibió que en la lucha estaba el camino.
¿Qué pasó tras el 15M? Primero las urnas dictaminaron que el cambio, para la mayoría de la ciudadanía, era el PP. Tanto en las Municipales y Autonómicas como en las Generales. La calle iba por un lado, las urnas por otro. En esa coyuntura se señaló al PSOE como responsable, al menos era el partido que gobernaba en el Estado y la ecuación fue sencilla. En Canarias, fue el pistoletazo de salida de las históricas manifestaciones contra el petróleo, que protagonizaron buena parte de 2012, 2013 y 2014. Con todo esto sobre la mesa, surgen formaciones alternativas. A nivel estatal, Podemos. Luego Ciudadanos como un complemento a la derecha, no se sabe si como cambio o como continuación, pero en cualquier caso con un discurso muy simple y poco novedoso, al menos en sus esencias. En Canarias, fruto de las manifestaciones contra el petróleo, la marea de cambio jalona el nacimiento de Somos Lanzarote, la vía insular de cambio. Por lo tanto, la coyuntura 2011-2015 fue de eclosión, todo se podía mover, todo estaba por cambiar. Las nuevas generaciones tenían la llave del cambio, pero el tripartito no estaba dispuesto a perecer en Canarias, como se evidenció.
Tras 2015 algunos analistas económicos empiezan a hablar de recuperación económica. Una recuperación que no llega a la gente de a pie, no hay más que ver los datos socioeconómicos en Canarias. Sin embargo, prevalece la vía electoral y algunos actores y formaciones surgidos de ese proceso, suponen una decepción en la praxis. Algunas instituciones e iniciativas son esperanzadoras, pero la calle se abandona a la suerte del rédito electoral. Empero en el último año se percibe un cambio más. Las formaciones alternativas no abarcan todas las demandas de la ciudadanía y surgen con fuerza movimientos que avivan la esperanza.
En primer lugar, el movimiento feminista. La movilización del 8 de marzo fue multitudinaria y el feminismo empieza a llenar calles y a colarse en los debates de la gente. De hecho el barómetro del CIS ya es la segunda ideología entre la juventud. Además ya se empieza a reconocer el feminismo como una cosa de todas las personas, mujeres y hombres. En segundo lugar, el movimiento por unas pensiones dignas. Un tema que afecta no solo a los pensionistas, sino a los que vienen detrás. Y así se ha entendido, con importantes movilizaciones intergeneracionales. En tercer lugar, el movimiento contra el turismo masivo. En Canarias la ecuación medio ambiente y movilización, siempre había funcionado. Ahora además comienza a aparecer un rechazo a la subida del precio del alquiler de la vivienda, fruto, entre otros factores, del alquiler vacacional, contra el uso de las ciudades como escaparate turístico y en protesta por la expulsión de los nativos de las zonas turísticas. En definitiva, se pone la lupa en las consecuencias sociales de la actividad turística, aunque tuviera que mediar la polémica de la turismofobia en otras latitudes. Se une a todo ello la certeza de que en Canarias, por más que se batan récords turísticos, no va a acabar con la precariedad laboral y los penosos indicadores socioeconómicos.
Por lo tanto, percibo un repunte de la protesta social. Tras la luna de miel efímera de la vía de cambio electoral, al menos como única vía, la calle vuelve a ocupar un lugar preeminente como motor de vanguardia de cambio. Sospecho que irá a más. Cada 8 de marzo y 25 de noviembre será una fiesta por la igualdad, la lupa seguirá puesta en la precariedad de las pensiones y seguramente el turismo dejará de ser ese maná intocable que nos debe predisponer a la genuflexión. Por otro lado, en algún momento la calle reparará en que las condiciones de vida fueron revisadas de manera estructural, y no coyuntural, durante la crisis, se cansará de la precariedad de nuestra juventud e intentará cambiar la anomalía de que una persona que está trabajando tenga que acudir a las ONGs para sobrevivir. Añadamos el descaro de las derechas, la que está en el poder y la que espera en la oposición, que no van a rebajar en sus políticas escoradas a sectores financieros. Tampoco lo harán en su nacionalismo renovado en fuerza pero no en formas. Ahora tienen un Mundial para volver a sacar banderas, pero me temo que ni los trapos podrán paliar el nuevo descontento.