Ya hay voces que apuestan cuándo será el fin de las mascarillas. Yo soy más prudente y creo que ese día todavía está lejos, por más que nos digan que la vacuna funciona y nos citen el caso de éxito de Israel, donde la incidencia de la COVID-19 ha menguado bastante. Auguro al menos un año más de mascarilla y restricciones, intermitentes y con recuperaciones, pero no desde luego el despiporre que algunos pronostican ya para el verano.
En cualquiera de los casos, el turismo no va a ser el mismo tras la pandemia. Primero nos íbamos a dedicar a salvar el verano (de 2020), luego la temporada y ahora algunos hablan de la Semana Santa. Mientras, los países emisores están peor que nosotros y la movilidad se reduce. Vamos a ponernos en el escenario de que la vacuna funciona, se genera el carné de vacunación y se reactiva el turismo. ¿Va a ser igual que antes? ¿La gente seguirá viniendo a Canarias como destino de sol y playa únicamente?
Tengamos en cuenta que, en el mejor de los escenarios, el turismo se reactivará en verano. Canarias competirá con toda la cuenca mediterránea europea y con la cuenca mediterránea africana o Turquía, con mejores precios en esas zonas. Por lo tanto, va a ser complicado que Canarias, salvo en casos de fidelidad admirable, recupere muchos turistas que quieran ir más lejos o, presumiblemente, más caro. O lo que es lo mismo, ¿por qué Canarias sí y Túnez o Marruecos no, que son más baratos? ¿Por qué ir a Canarias si puedo ir a Creta, Baleares o la costa genovesa que me queda más cerca?
Va a ser complicado. Pero me aventuro más. Vamos a ponernos en 2022, en el reinicio, se supone, de la actividad turística. El turismo que viene va a estar condicionado por tres cuestiones: por un lado, la alegría con la que, hasta 2020, pisábamos países uno tras otro y llenábamos nuestra nevera con imanes. Esa fiebre viajera puede verse parada por el miedo. En segundo lugar, por la crisis social asociada a la sanitaria, que puede generar una capacidad de gasto menor. En tercer lugar, cada vez será mayor la conciencia medioambiental y habrá quien apueste por destinos sostenibles, preferiblemente cercanos y sin grandes desplazamientos.
Todos estos condicionantes nos hacen replantearnos el modelo. El turismo sumatorio no ofrece garantías de futuro. Más allá de la diversificación de la economía, con mayores aportes de economía de conocimiento, de inversión tecnológica, en energías renovables o en sectores culturales y creativos, Canarias seguirá siendo un lugar atractivo a nivel turístico. En ese campo, ya empiezan a aparecer subsectores que plantean un valor de futuro para diversificar la actividad económica, con una presencia mayor de los agentes locales, sin los vaivenes de los turoperadores y con un importante respeto medioambiental. Además, un detalle importante: realizan sus actividades en el interior, con lo que potenciarían la economía de medianía y cumbre y no solo en zonas tradicionalmente turísticas.
Hablamos del Turismo Activo, que ofrece actividades de aventura en la naturaleza. Comprometidos con el medio donde realizan sus actividades, en Canarias son mayoritariamente empresas pequeñas con pocos trabajadores. Eso sí, su impulso podría generar nuevas empresas e iniciativas de modo que pueda ser una oferta atractiva para el visitante. En segundo lugar, el enoturismo. La Ruta del Vino de Gran Canaria está cerca de certificar su producto. Hablamos de una de las mayores iniciativas turísticas en la isla de Gran Canaria que, con el mundo del vino en medio, reactivará todo el sector relacionado (restauración, alojamientos rurales, bochinches, etc.). Las previsiones hablan de un aumento de ingresos para los establecimientos adheridos de en torno a un 30%.
Mientras, el mundo del enoturismo y el agroturismo en Canarias se consolida gracias a iniciativas como la Cátedra de Agroturismo y Enoturismo de la Universidad de La Laguna que lleva al ámbito académico todo el crisol de opciones que presenta el turismo experiencial en Canarias. El ecoturismo también surgirá con fuerza, con el impulso de las zonas interiores de las islas, con el plus de contar con cuatro parques nacionales y varios parques naturales, con el silbo en La Gomera como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad o las Montañas Sagradas de Gran Canaria como Patrimonio de la UNESCO. Si miramos niveles de ocupación hotelera vemos el impulso que han experimentado los alojamientos rurales, cada vez más innovadores y con mejor oferta.
Con todo, el turismo debe ser diferente. Las estancias más largas y con un gasto mayor y más diversificado por zonas. Y sobre todo, con el control de las empresas e intermediarios turísticos locales y no radicados en Alemania o en el Reino Unido. La pandemia nos ha confirmado lo que comenzó a aventurar Thomas Cook o las bases en Canarias de Ryanair, Norwegian o Vueling: esperar por los designios externos es, aparte de una fuga de capitales, un error a nivel de planificación y oferta. Debemos controlar la oferta turística y sobre todo, no cerrarnos a dirigirnos al turismo de cercanía que, en momentos como el actual, son una posibilidad de supervivencia. El turismo del futuro, además, por sostenibilidad también, debe ser diferente al que se ha venido desarrollando durante medio siglo en Canarias.