La realidad puede tener tantas interpretaciones como seres humanos la contemplen. Sin embargo, el priming para interpretar según qué hechos pueden estar interesadamente viciado por influencia o fobias personales. Febrero de 2020. El coronavirus era apenas una referencia lejana. China ya estaba aplicando medidas contra la enfermedad que nació, aparentemente, en Wuhan, pero en nuestro mundo era anecdótico. Las autoridades llamaban a la calma y la vida fluía como si nada. De repente, un alemán dio positivo de la COVID-19 en La Gomera. La actuación fue rápida, se aislaron a las cinco personas con contacto de manera inmediata. Eran alemanes, nadie se fijó en su procedencia y llegó por avión.
El portavoz de los alemanes aislados se marcó un punto jocoso al afirmar que no había pasado miedo por el coronavirus sino que echaba de menos una cerveza. Una gracia a principios de febrero que ahora no hubiera sido entendida de manera tan indulgente. Posteriormente un médico italiano daba positivo en un hotel en Adeje y obligaba a confinar a todo el Hotel H10 de Adeje, con casi 1.000 turistas. La mayoría eran europeos que llegaron en avión, entre ellos el médico infectado.
El primer caso en Gran Canaria fue una mujer italiana que venía de turismo. Posteriormente se supo que sus amigas también tenían la COVID-19. Todas pasaron sus vacaciones entre nosotros y estas amigas de la primera detectada intentaron huir a través del Aeropuerto de Gran Canaria, donde fueron interceptadas. Los tres casos, en el origen de una enfermedad convertida en pandemia y que ha propiciado un estado de alarma de más de 90 días, son de turistas europeos que llegaron por avión. Nadie se fijó en su nacionalidad y se trató como un daño colateral de la industria turística.
En Canarias la pandemia se atajó bien, amortiguando con movimientos rápidos y decisiones sensatas, la propagación de la pandemia. Pese a ello, el riesgo fue alto. Estas personas llegaron sin controles de salud ni medidas como las que ahora hemos interiorizado. El riesgo fue alto. Por otro parte, en estos días se ha reanudado la actividad turística. Solo se toma la temperatura y se pide una declaración jurada. Para no molestar, el PCR finalmente no será necesario. Ya el domingo se veían los primeros turistas en nuestras islas. No solo eso. Los aviones de Madrid o Barcelona llegan sin controles especiales. La Comunidad de Madrid es uno de los lugares más afectados del mundo con más de 70.000 infectados y más de 8.000 fallecidos. Cataluña tiene más de 60.000 infectados y más de 5.000 muertos.
En las últimas semanas han llegado algunas pateras con contagiados del COVID-19. Las pateras que arriban a nuestras costas tienen un protocolo de aislamiento y se hacen las pruebas pertinentes para determinar si tienen el coronavirus. Sin embargo, ya el priming actúa de manera inconsciente y en conversaciones de playa o terraza de bar no falta quien señala a esas personas, que se la juegan por una vida mejor, como un riesgo de rebrote del virus. Las evidencias son significativas: a las pateras las aíslan y analizan a sus ocupantes; los aviones aterrizan, sueltan turistas a los que se hacen controles mínimos y se mezclan entre nosotros para disfrutar su descanso. ¿En qué caso el riesgo es mayor?
Todo por el bien de la economía, pero también con una actitud racista, xenófoba y aporofóbica. Añado un dato más. La gestión de la crisis sanitaria del Reino Unido ha sido, cuanto menos, controvertida. Sin embargo, y a pesar de estar abandonando la UE, los turistas británicos vendrán sin problemas. «Representan el 60-70% de los visitantes a Lanzarote», afirmaba Francisco Martínez, vicepresidente de ASOLAN en Canarias Radio. Y eso ya es argumento de peso suficientemente convincente para que los ciudadanos británicos pisen sin excesivos problemas nuestro suelo. Luego podríamos iniciar un debate sobre el modelo nórdico de gestión de la crisis sanitaria, ciudadanos de la UE que también veremos en nuestro espacio.
No se confundan. Pido más controles, diría que lo ideal es que todos hayan pasado un PCR en origen en coordinación con los países emisores u otras comunidades autónomas, y que se prime lo sanitario a lo económico. Si hemos podido parar la economía tres meses, podemos recuperarla poco a poco y no al trancazo para que en octubre todo esté al 80-90% como algunos pretenden. Sin embargo, con esas premisas sanitarias aplaudo la reactivación económica y no miro la nacionalidad en una enfermedad que ha demostrado que no respeta nacionalidad, raza ni religión.
Lo que me indigna es ver la portada que encabeza la entrada. Pobre periodismo, pobre humanidad, pobre reflexión. Y mientras, alentando los discursos xenófobos. Primero era «un virus chino» y ahora, que Europa está saliendo de la UVI pero sin garantías, es un riesgo su llegada en pateras desesperadas, procedentes de un continente que prevé un repunte de la pandemia. Las evidencias están ahí para quien las quiera ver. Otros prefieren dar alas a la ignorancia y la xenofobia. Ellos son los racistas. Y también los mentirosos.