
El título no es mío. Así reza una imagen compartida por redes sociales por los Colegios Oficiales de Trabajo Social de Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife. Tengo que reconocer que cuando lo vi me impactó. Uno sabe lo que está pasando. Somos conscientes que la economía se va a desplomar, que los ERTEs son un mero sostén temporal y que esta crisis va a tocar al monocultivo canario como nunca antes. Sin embargo, en el fragor del día a día, en los debates (a veces estériles) sobre la COVID-19, sobre confinamientos, vacunas y si el mundo volverá a ser normal o nuevonormal, no reparamos en la situación de emergencia que se está generando.
La foto de marras cifra la tasa de población por unidad de Trabajo Social en más de 13.000 personas, cuando la tasa recomendada es de en torno a 3.000. Para solicitar más personal y recursos, han iniciado la campaña #PlanReactiva, que pretende evitar la hecatombe que se avecina, que probablemente desgastará a los profesionales y precarizará el servicio. Los trabajadores sociales saben lo que es lidiar con una situación de este tipo y que se recorten recursos humanos, técnicos y presupuestarios. Ya pasó en la anterior crisis.
Lo cierto es que pocos saben hasta dónde puede llegar la crisis social y económica que se avecina. Una crisis que no deja un solo sector a salvo, pero que se cebará, principalmente, con el sector turístico, máxime si la temporada de invierno es un fracaso. Ahora no vale que el norte de África tenga levantamientos sociales u Oriente Medio tenga inestabilidad política. La COVID-19 ha igualado el marcador por abajo y esta vez está tocado un sistema condenado al colapso.
Ahora mismo la situación la está manteniendo los ERTEs, en los cuales se encuentran casi 90.000 canarios, según los últimos datos. Sin embargo, ¿cómo pueden volver esos trabajadores después del 31 de diciembre si no se genera economía? ¿Otra prórroga de un año? Es una locura pensar que los ERTEs se pueden prolongar sine die. De igual forma, en algún momento se acabarán las prestaciones de parados que han sido despedidos durante esta crisis y la situación se agravará.
Si todavía bajamos un escalón más, están muy bien medidas como el Ingreso Mínimo Vital o el Ingreso Canario de Emergencia. Empero, los retrasos en la tramitación se extienden varios meses, los teléfonos no lo contesta nadie en la Seguridad Social (lo venden como gratuito, pero es a todas luces inútil) y las administraciones pasándose la pelota, ponen serias sombras ante las medidas sociales. Unas medidas sociales que se han rentabilizado políticamente, con logros que, si bien son interesantes como el Historial Social Único, lo cierto es que en la práctica no soluciona la vida de las personas con el panorama como lo describo. Puro fuego de artificio hasta que no se demuestre lo contrario. Mucha política a golpe de post de Instagram y poco trabajo desde abajo, al menos es lo que se intuye con las quejas ante la tramitación de estas ayudas, no olvidemos, de emergencia.
Si grave es el panorama del extracto poblacional en riesgo de caer en pobreza o precariedad, los ya excluidos se cuentan por centenas. Me estremeció ver la foto del Diario de Avisos que anuncian «Colas en Santa Cruz para recoger una bolsa de comida». Y todo este panorama puede estar tapado con la solidaridad familiar, sostén de una situación dramática que nos pone contra la pared. Es hora de que los gobiernos dejen la retórica y pasen a la acción. Si la crisis de 2008 fue cruda, si la situación social de Canarias es precaria con récords turísticos y de forma estructural, ya estamos viendo venir una situación de pobreza límite. Espero que se pongan sobre la mesa medidas para evitar el sufrimiento que genera la privación de necesidades básicas en sociedades que se presumen de abundancia. De lo contrario, ya no nos valdrá la excusa de que la culpa es de la derecha…