El sociólogo Aníbal Quijano Obregón escribió que el colonialismo tiene dos vertientes. Por un lado, la explícita, basada en privación material, de poder y de recursos. Por otro lado, de forma implícita, cuando el colonialismo tiende más hacia lo psicológico. La cuestión psicológica es clave en este tiempo que estamos viviendo, con un confinamiento sin precedentes y luchando contra un enemigo que no lanza balas sino que es invisible. Todo ello genera una inseguridad que nos puede llevar hacia la obsesión.
Dentro de ese panorama, y con toda la cautela del mundo, Canarias está relativamente bien, al menos en cuanto a datos. Pareciera que Lluis Sera, especialista en Epidemología del Gobierno de Canarias, va más rápido que el presidente del gobierno Ángel Víctor Torres, en cuanto a plantear un progresivo desconfinamiento. Torres sí reconoce la buena situación relativa, pero no está dispuesto, al menos de manera evidente, a pedir un calendario diferente de Canarias con respecto a lo que se determine a nivel estatal.
Pese a todo, en mi opinión la crisis está siendo llevada con tino y acierto por parte de las administraciones principales de Canarias, en líneas generales. Donde el Estado falla, como en el reparto de material, Canarias acude al mercado con recursos propios. No es baladí el asunto. El mensaje empieza a ser positivo dentro de la cautela y la tragedia que supone que mueran personas por esta epidemia y ni siquiera se les pueda velar, una cuestión que culturalmente tenemos muy arraigada en Canarias y que provoca una herida difícil de entender si no conocemos la tradición cultural en las islas.
Tiempo habrá, y lo haré, de debatir sobre el mundo que nos encontraremos tras este impasse nada anecdótico, pero por el momento me quiero centrar en el aspecto económico. En primer lugar, para interpelar en una evidencia. El confinamiento no es igual en una casa de 400 m2, con jardín y piscina, que en un piso de 45 con patio interior. En medio, toda una gama de grises. Tiene mucho que ver la especulación de la vivienda, un negocio lucrativo con el que se sigue especulando y al que no se pone coto. Un problema gravísimo al que no se pone coto. Dentro de las diferentes visiones de un confinamiento, las personas vulnerables incrementan su indefensión. Unos porque ya eran pobres y ahora al no salir se recrudece, en ocasiones la solidaridad familiar es esencial. En un segundo grupo, se encuentran los que están cayendo de manera acelerada en la pobreza, por haberse convertido en carne de despido, ERTE o recorte de cualquier tipo. Y en un tercer grupo, las personas que llevan años trabajando en negro y no por voluntad propia. Ahora no pueden ejercer sus actividades y no tienen ningún tipo de protección.
Esta es la situación de partida, una Canarias muy vulnerable y demasiado dependiente de los servicios. Hablemos, en segundo lugar, del futuro próximo. Por más que observemos con luz y taquígrafos que nuestro modelo económico es extremadamente frágil y dependiente, no ponemos coto de manera colectiva a ese problema en el que nos va la vida. El entramado político-empresarial arrima sus querencias y recursos al modelo inmediato sin visión alguna de futuro, unas veces por interés y otras por falta de capacidad. Es evidente que no estamos a tiempo de cambiar esa dinámica de manera acelerada, por lo que lo sensato sería empezar ya, de una vez, a apostar por otros sectores más sostenibles, más amables y menos cortoplacistas, en pro de arrancar con la transición al monocultivo. Conocimiento, cultura, otros turismos más sostenibles, energías renovables, innovación científica… son solo algunos campos que podemos empezar a construir y apoyar de verdad.
No podemos empezar el día 1 después del confinamiento, un día que, pese a los agoreros que disfrutan con las situaciones excepcionales, está cerca, como si nada de esto hubiera pasado. Atrás quedarán trabajadores de distinto tipo, autónomos ya precarizados o pequeñas empresas que han visto mermado ostensiblemente sus ingresos. Las medidas del Gobierno estatal no pueden ser el plan, al menos no el único. Nos volveremos a lamer las heridas, como con la crisis de 2008 y comenzaremos de nuevo la carrera para atraer al turista, intentando aprovecharnos de guerras, terrorismo o fenómenos naturales en otras latitudes. No olvidemos que así fue como Canarias salió presuntamente de la crisis provocada por los banqueros, con récords turísticos desde 2011. Y por si fuera poco, por el camino nos dejamos salarios, condiciones y mandamos el estado del bienestar a los libros de historia, en el caso canario un bienestar efímero y cortoplacista.
No podemos permitir volver a quedarnos atrás. No debemos seguir incidiendo en lo que no nos ofrece estabilidad y riqueza suficiente, si acaso las migajas. La falta de certezas en Canarias se agudizará en una coyuntura difícil. Para ello, somos nosotros los que tenemos que tomar nuestras propias decisiones y nuestras propias recetas. Si nos volvemos a quedar atrás, con una situación complicada per se, en el vagón de cola quedará una cantidad de población que va a tener difícil recuperarse y que va a perder años de vida y desarrollo profesional. Usemos el confinamiento para repensar nuestro modelo económico y para poner las herramientas necesarias para explorar otros sectores que sean menos volubles. No vale nuevamente pedir planes de rescate al Estado, que ahondarán en la segunda vertiente del colonialismo de la que hablaba Quijano.