Publicado originalmente el 12 de julio de 2018
Como testigo mudo, la Plaza siempre estuvo allí. Se veía desde la autovía GC-1 a la altura del Polígono Industrial de El Goro. Pese a convivir con ella y escuchar historias de las corridas del «Cordobés» en ese lugar, nunca había acudido, aunque la curiosidad siempre fue grande. El otro día me acerqué. Como un viejo que se muere, sus muros han sido derruidos y solo queda un terraplén, perfecto para que los perros hagan de toros y corran por el espacio. Sin capotes ni estocadas, claro. El Polígono Industrial se ha extendido hasta casi unirse con el edificio, que hoy casi no es nada. Hablamos de la historia de un fracaso, de una imposición, la de los toros, que no caló en Canarias, aunque nuestros turistas se puedan llevar un suvenir del torero y la folclórica, cuando esa realidad no existe en las islas. Otra cosa es que la antigua Plaza de Toros de Gran Canaria, aderezada con accesos y con una construcción en una zona donde casi no hay nada, se pudiera haber reconvertido en un recinto, un teatro o un parque urbano. Pero para los que detestamos los toros, los que nos parece increíble que se permita una tortura de ese calibre y los que rechazamos las colonizaciones culturales, la metáfora ilustra que la imposición españolista, al menos en el caso de los toros, no surtió efecto. Cuentan testigos de la corrida del «Cordobés» que el público no alentaba con oles al torero, sino que exclamaban un profundo ¡ños!
Debió ser una excepción a una norma de imposición cultural. No solo desde la Península Ibérica, las sevillanas parecen integradas en el día a día de Asociaciones de Vecinos, Academias de Bailes o actos municipales como si en Canarias hubiera una gran tradición al respecto, sino desde la visión eurocéntrica y, añadiría, norteamericana. Eso en cuanto a la cultura, que, aunque no lo parezca, no es el objetivo de este texto. Sobre todo me gustaría incidir en aspectos de geografía física y situación en el mapa, para lo que, de una forma u otra, relacionaré este texto y el que pretendo escribir la semana que viene en este mismo Semanario. ¿Dónde está Canarias? La respuesta es, cuanto menos, arriesgada. Se usan muchos vericuetos para contestar lo evidente y la tesis, sin ser muy sesudo, que defiende el autor de este texto, es la siguiente: Canarias es un Archipiélago que está a 100 kilómetros de África, por lo tanto es africana. Aunque no estamos en el continente, porque somos islas y ningún archipiélago está, obviamente, en el territorio propio pegado a un continente, es indiscutible esta situación geográfica. Luego podremos entrar a valorar que somos un puente entre tres continentes, que somos zona de paso, que somos atlánticos, que nuestra cultura no es africana, como si eso fuera un todo, que también pertenecemos a la Macaronesia… pero todo eso nos lleva a lo mismo: la indefinición geográfica no puede ocultar que la primera tierra que tenemos al lado es africana. Prueba de ello, la calima que los asmáticos estamos padeciendo estos días.
Les voy a contar una anécdota. Una vez en un territorio europeo, no español, expliqué a un estudiante del lugar que Canarias estaba en el norte de África, a unos 100 kilómetros del Sáhara Occidental y Marruecos, países vecinos junto a Mauritania. Una persona canaria, que estaba cerca de la conversación, rectificó afirmando que ella prefería decir al sur de España. Yo respondí que ese sur era muy sur porque ya España es el sur de Europa y Andalucía el sur de España, por lo que, sin entrar en calificaciones políticas, la afirmación me lleva a la canción de Jorge Drexler: «Al sur del sur/ hay un sitio que está olvidado,/ que está cerrado como un baúl», aunque la letra no tenga nada que ver con Canarias, muy abierta al mundo. Si Canarias es el sur de Europa, ¿qué es Portugal, Italia, Grecia o Croacia? Ya Alemania debe ser el Polo Norte… Dice la cuña radiofónica del festival Mapas. Mercado de las Artes Performativas del Atlántico Sur que la iniciativa «une el sur de Europa con África y América Latina». No es un punto de unión, el sur de Europa, para el evento que organiza entre otros el Cabildo de Tenerife, es el punto de partida. Muy abiertos al mundo, pero a la vez un mercado tan cerrado. ¿Era necesario dejar clara esa cuestión, si Canarias ya es un punto de unión entre continentes? El sur de Europa, para el proyecto, es España y Portugal. Todo ello, con todo el respeto a lo positivo del evento y con mi admiración por la buena participación de artistas canarios. Ante esa cuestión, una curiosidad. En el programa de actos los artistas canarios, cuando se dice su procedencia, aparecen etiquetados como de «España (Canarias)». ¿No se entiende si simplemente aparecen como Canarias? No me meto en el estilo pero es, cuanto menos, sintomático de muchas cosas. Y ya en relación a lo de Atlántico Sur como eslogan, no sabía que Canarias estaba al lado de las Malvinas…
Lo que quiero indicar con todos estos ejemplos y comentarios, si ustedes lo quieren, hasta un poco irreverentes, es que todo esto es politizar la geografía. El mes pasado estuve en Francia y tuve una agradable conversación con un vigilante en una playa de Antibes. Me preguntó que dónde estaba Canarias y yo le respondí, de forma natural, «à côté de l’Afrique». Luego te toca explicar exactamente dónde, porque no nos sitúan, ni siquiera los norteafricanos, pero con respecto a África, más concretamente, me referiré en el siguiente artículo. ¿Cuál es la respuesta habitual? «En España», «al sur de España», «al sur de Europa» (quizá)… Una vez escuché a un estudiante canario en Madrid explicar a una chica Erasmus que estaba en el Océano Atlántico, como si eso fuera una denominación precisa. Y si se atina hablando de la cercanía a África, se apostilla «pero pertenece a España». Como una posesión, una simple pertenencia que tapa todo lo demás y nos separa de los africanitos de en frente, en una clara actitud racista de ciertos ciudadanos del mundo. Y como tal, la pertenencia justifica meter hasta con calzador las costumbres ibéricas, como los toros. En otra ocasión un Erasmus me preguntaba en Las Palmas por un tablao flamenco. Yo le respondí que Vueling tenía vuelos directos a Sevilla, lo que alguien interpretó como una respuesta hostil, que no contenía sino la realidad de nuestra tradición cultural. «Si hubiera en total/ dos sitios,/ sería el segundo,/ el fin del mundo,/ el sur del sur». Ahí estamos, en el fin del mundo.