Publicado originalmente el 10 de diciembre de 2015
«El nacionalismo se cura viajando», «en un mundo moderno que tiende a la unión no hay lugar para reivindicar naciones», «hay que tener más amplitud de miras que la de un país en plena globalización»… Son frases que a todos nos suenan. Suelen ir dirigidas a las personas que reivindican algún tipo de nación, de país, que no es España. Me explico: cuando alguien defiende la cultura, la identidad, la idiosincrasia o los derechos desde la periferia (o lo que ellos creen que es la periferia), y todas esas premisas no se refieren a España, se enfrenta a esas expresiones.
Todos conocemos dos tipos principales de nacionalismo. Por un lado, el que viste los colores de la bandera hasta en la solapa del polo, que sueña con grandes victorias militares o deportivas y que idealiza a su país, a la vez que lo coloca como heredero de algo que solo el fanatismo entiende. Por otro, el que reivindica su cultura, que apuesta por el rescate de la historia, que se plantea el futuro de esa comunidad de intereses y que pone en valor su forma de vida, en igualdad con el resto de las naciones del mundo. No me atrevo a decir si de un tipo o de otro, pero la campaña electoral para las Elecciones Generales está teñida de nacionalismo, profesado incluso por aquellos que llaman a olvidarse de los países porque hay cosas más importantes.
Algunos nacionalismos los esperamos, solo que ahora se sienten más legitimados. El Partido Popular plantea una «España en serio», debe ser que antes era en broma. Si lo era, ha sido muy pesada. Ciudadanos, frontalmente enfrentado al nacionalismo (periférico, of course), propone «un nuevo proyecto común para España». Sobra decir lo ajena que es Canarias para esta formación, debe ser que la nueva política no atiende a esas menudeces. No lo digo yo, solo hace falta escuchar a Saúl Ramírez y Melissa Rodríguez para darse cuenta que Canarias solo sustituye a La Rioja o Murcia.
Si alguna vez el PSOE tuvo miedo de mostrar su nacionalismo, los tiempos requieren recuperar el lenguaje patriótico. Los socialistas usan el lema un «proyecto de país». Claro que este acercamiento nacionalista lo comenzó hace varios meses Pedro Sánchez, custodiado por una gran bandera española. Pero claro, eso fue antes de que el mismo Sánchez fuera la guía del nacionalismo canario que siempre había ansiado Nueva Canarias, que acude a las Elecciones Generales de la mano de Partido Socialista Obrero Español.
Por el otro sector de la nueva política, el de Podemos, también emplean el término «país». No para diferenciar las naciones que conforman el Estado, por supuesto, sino para definir a España. «Un país contigo» es el lema que usa Podemos. Sí sí, Podemos, el que iba a cambiar las cosas, el que respetaba todas las naciones que conformaban el Estado español, el que venía para refundar las relaciones entre ellas. La verdadera lástima es que allí muchos llamados, autodenominados, antiguos o adjudicados nacionalistas canarios se creen que ese «país» habla de Canarias. Los nacionalistas, así como los canarios en general, tienen tanta voz como en los mítines en los que piden el voto en las islas. Para eso ya están los ungidos por la gracia de la nueva política. Los canarios están para agarrar las pancartas, ni pensar en un papel como el que ejercen en otros territorios del Estado.
No se escapa nadie, tampoco Izquierda Unida. El eslogan de este partido es «por un nuevo país». La izquierda reconocida también sabe agarrarse a los tópicos de país, recuérdenlo cuando les pidan olvidarse de su calle para arreglar la calle del vecino, porque eso es lo que manda en ese momento.
¿Y qué piensan que hace Coalición Canaria, la «única opción nacionalista», la «voz de Canarias en Madrid», el verdadero, único e indivisible voto canario? Vayamos a su programa electoral para estos comicios. ¿Adivinan a qué lugar se refiere cuando aparecen las palabras «país», «nación», «nacional o «nacionales»? A Canarias no… Su país sigue siendo España. Solo usa el término «nación» para referirse a Canarias en el apartado de educación: «Sin embargo, ese futuro de progreso sólo será posible si mantenemos a la Educación como uno de los ejes esenciales del diseño del modelo de desarrollo y de construcción nacional de Canarias, uno de los ejes sobre el que sustentar el crecimiento económico y la cohesión social (…)». No deja de ser todo un poco contradictorio.
Estos son los partidos que piden el voto en Canarias, los que no tienen al Archipiélago en su programa, los que piensan en las islas solo como un nicho de votos, los que al hablar y pensar de «país» tienen su mente en España. Los militantes de muchos de esos partidos te piden unidad. Unidad para mejorar las cosas, unidad para avanzar, pero también unidad para apartar los problemas canarios, «ya se verá cuando nos ponemos con eso». Si siguen los debates electorales, verán que Canarias está ausente de la mayoría. No me refiero a los debates televisados con los candidatos españoles, estoy hablando de los que protagonizan las personas que deberían representar a Canarias. Un importante detalle que llamó la atención de Evaristo Quintana, de SER en Gran Canaria.
Canarias y los canarios acuden como sujeto pasivo a este festival continuo de ninguneo. Ni la vieja ni la nueva, la política en Canarias siempre es una carta otorgada por la cual se le conceden ciertas premisas desde ese «país» que todos aclaman en su eslogan, pero también en su ejercicio mental de la realidad. Mientras tanto, el nacionalismo se alía con los partidos centralistas o vive en una burbuja de intereses clasistas y mendicantes. Sin la articulación de proyectos políticos propios, que superen el descentrado marco actual, solo queda asistir como bufones a los banquetes de los que solo usan el escenario canario. ¡Qué suerte vivir aquí y qué clima tan bueno, carajo!