Ésa es la fórmula que va adquiriendo el horizonte de la nueva etapa del nacionalismo canario en las palabras de Román Rodríguez, tal y cual lo ha venido expresando recientemente en distintos actos públicos. Por supuesto, siempre habrá quienes digan que “eso no debe o no puede ser” o que creer en la reunificación del nacionalismo canario son “pajaritos preñados”. Son los mismos que llevan siete u ocho meses haciendo de profetas “infalibles” ante cualquier tímido avance de la criaturita. Ni caso. El marco ya está creado y es imparable, lo cual no es necesariamente sinónimo de que tenga que salir bien.
Por lo tanto, ahora podemos hablar no sólo de la cosa, sino del nombre de la cosa. Por ejemplo, el apellido “de amplio espectro” no es sino otra elaboración para “transversal”, que es lo que debe ser cualquier fuerza política que huya de la marginalidad que da agonizar en los márgenes. Y, añado, para una opción que tenga visión de país, de todo el país y que no busque solamente conectar con aquellos sectores más identificados ideológicamente con su propio proyecto político. Más me interesa el nombre propio: “un partido”. Esto es en sí mismo una novedad. No estaríamos, al parecer, ante “un nacionalismo de amplio espectro”, lo que llevaría a considerar la posibilidad de una coralidad de agrupaciones políticas, unificadas de manera más o menos instrumental pero también separadas por diferentes sensibilidades ideológicas : un panorama no demasiado alejado del actual. La evocación del partido como punto de llegada y las constantes alusiones al PNV como referencia indican un nivel de madurez de la idea que aumenta por semanas, podría decirse. Se está apuntando hacia algo que debe mostrar un nivel de cohesión orgánica superior al logrado en otras etapas porque lo que hubo es ya viejo y no nos sirve. Es pronto. Veremos si esa letra pega con la música de la nueva ley electoral.
En otras latitudes otro partido de amplio espectro es el Scottish National Party (SNP) que habiendo nacido de varios minúsculos partidos independentistas de izquierdas hace décadas, es ahora el gran partido nacional escocés, proveedor de bienestar, ubicado en la socialdemocracia nacionalista y, como es bien sabido, apostando claramente por la independencia como proyecto político para Escocia. También lo es el Parti Québécois (PQ) nacionalista y socialdemócrata, cuyo porcentaje de voto popular nunca ha bajado de un cuarto del voto emitido y en ocasiones se ha acercado a la mitad del mismo. Son cifras, por cierto, muy parecidas a las obtenidas por el nacionalismo canario en sus distintas formulaciones. Ambos partidos buscan, entre otras cosas, equilibrar la defensa de sus singularidades nacionales con los desafíos crecientes de un mundo cada vez más globalizado e interrelacionado. La identidad cultural es un punto de encuentro antes que una barrera defensiva y pretenden, podría decirse, redefinir su inserción en la escala internacional a través del cuestionamiento de las fórmulas federales y confederales en las que actualmente se insertan.
Es obvio que son contextos muy distintos pero, salvando las muchas distancias, son todas fuerzas que aspiran a representar a amplios sectores de la población, que se mueven con la sociedad y no hacen de una tan falsa como pretenciosa rigidez ideológica un muro que los aísle de la misma o de otros actores con los que se puedan establecer alianzas. Partidos-movimientos que se sitúan en el marco de la defensa de la inclusión, la sostenibilidad, la igualdad de género, las libertades y derechos sociales y económicos, la defensa de una identidad cultural singular frente a los intentos homogeneizadores de sus respectivos estados, etc. Es en ese espacio de amplia base popular donde debe ubicarse el nacionalismo canario en la nueva etapa frente a escoramientos unilaterales que sólo conducen al aislamiento. O, dicho de otra forma, apostar decididamente por ese partido de amplio espectro antes que verse condenado a vagar como un espectro por entre las sombras de la irrelevancia política.