A la hora de analizar la realidad son muchos los riesgos que pueden llevar al fracaso nuestra tarea. El primero de ellos, obviamente, la subjetividad, inevitable al ciento por ciento y principal enemiga de la objetividad. Nos desvía, nos hace preferir unas opciones ante otras y presentar dichas preferencias como el resultado de un análisis objetivo. Nadie está a salvo de tal peligro. No es menos problemática la tendencia a contemplar la realidad como un todo homogéneo, sin fisuras ni matices. Además de las inexactitudes a las que nos lleva una mirada así, hay un inconveniente añadido: cuando del oponente se trata, tendemos a verlo como mayor de lo que realmente es o a nosotros mismos, menores de lo que realmente somos. Hay que estar prevenido porque los inconvenientes son muchos. Sólo a algunos de ellos se dedican las siguientes líneas.
Todo esto viene a cuenta de algunos artículos y comentarios que han circulado estos días acerca del estado en que queda Coalición Canaria tras la constitución de la mayoría de instituciones canarias a raíz de los resultados de las pasadas elecciones de mayo de 2019. En la mayoría de ellos anida una indisimulada tendencia a hacer leña del árbol caído. Es respetable una voluntad así pero no es un buen instrumento si uno quiere hacerse una idea de lo ocurrido y, sobre todo, de lo que pudiera ocurrir en los próximos años. La inclinación a presentar a Coalición Canaria como la fuente de todos los males de la sociedad canaria no resiste un análisis mínimamente justo e imparcial. Es obvio que, puesto que ha sido la fuerza dominante de la política canaria desde su fundación en 1993, su responsabilidad es importante en los problemas del presente. Sin embargo, es justo reconocer que han sido parte indiscutible en los avances, que también los ha habido. En los textos de Enrique Bethencourt he encontrado esta mirada más equilibrada y, por tanto, más acertada acerca de lo que históricamente ha significado Coalición Canaria. No es equidistancia, es voluntad de ser objetivo. Sin embargo, abundan más los ajustes de cuentas y el trazo grueso, que trata todos los periodos y protagonistas por igual, como si fuera igual la primera legislatura de Paulino Rivero que la segunda o la presidencia de Román Rodríguez que la de Manuel Hermoso o Fernando Clavijo. ¿Representan políticamente exactamente lo mismo Narvay Quintero y Ana Oramas, aunque concurran bajo las mismas siglas? ¿Bermúdez o Carlos Alonso? ¿Francis Candil o Bravo de Laguna? Otra cosa, bien cierta, es que uno reconozca quiénes han sido los sectores y las políticas predominantes en la última etapa -mayoritariamente de derechas- y tenga sus legítimas preferencias al respecto. Ahora bien, creo que una fuerza como Coalición es lo suficientemente compleja como para permitirnos a nosotros mismos una mirada más abierta a la heterogeneidad y la diversidad.
No han sido sólo periodistas y la ciudadanía a través de las redes sociales quienes han abusado de esta mirada uniformadora y, por tanto, simplificadora. También desde Nueva Canarias se ha exagerado un discurso que busca más caricaturizar a quienes han definido como su rival político, en una estrategia discutible, que a representar de manera más fiel la realidad política de las islas. Por ejemplo, se han usado constantemente las siglas de ATI, en una suerte de sinécdoque, particularmente injusta. Ni siquiera en la propia isla de Tenerife hallaría un total acomodo esa identificación, remitiéndonos a la ya mencionada pluralidad y diversidad que uno puede encontrar dentro de Coalición Canaria. Si uno ya va, por ejemplo, a El Hierro o a Fuerteventura, corre el riesgo de hacer el ridículo de manera mayúscula. Se sabe hace tiempo quién es la derecha insularista en La Gomera, aunque se vista de flores. Por tanto, dos consecuencias especialmente molestas se abren paso. En primer lugar, la ya mencionada tendencia de convertir al rival en algo mayor de lo que realmente es y, por tanto, acabar convirtiendo al campo propio y a los sectores más cercanos en más pequeños de lo que son. En segundo lugar, atribuir al otro todos los defectos y a uno mismo todas las virtudes, lo cual no deja de ser un argumento para mentes conformistas que tampoco resiste la más mínima prueba de objetividad. Añadiré un aspecto más. Se busca instalar una falacia que tampoco es que ayude gran cosa: la tendencia a resaltar y exagerar las distancias ideológicas. En el discurso de algunas personas pareciera que Nueva Canarias es el Frente Sandinista y Coalición Canaria el Partido Republicano estadounidense. Ni tanto ni tan poco. Esos discursos de consumo interno son rechazados por los electores, que mayoritariamente ubican a ambas fuerzas en un espectro que va desde el centro progresista hasta el centro liberal. Ambas fuerzas son en gran medida bastante convencionales y se mueven en el marco de lo que las mayorías entienden como políticamente correcto. Una mirada al detalle, que por razones de espacio no podemos acometer aquí, hallaría además muchísimas coincidencias en aspectos de fondo y de forma entre ambas fuerzas. La candidatura de CC en el municipio X no está necesariamente más a la derecha que la candidatura de NC en el municipio Y. O viceversa. Existen los matices entre ambas fuerzas -con la presidencia de Fernando Clavijo se ha impuesto una visión liberal, anti redistributiva, que no ha beneficiado en absoluto a CC ni a los sectores más desfavorecidos de nuestra sociedad- pero con frecuencia dichos matices no son mayores que los que puedan existir entre API o ATI y Asamblea Majorera, por ejemplo.
En mi modesta opinión, practicar una mirada nueva, algo más libre de prejuicios y de los errores cognitivos a los que nos suelen llevar nuestras propias preferencias, es un ejercicio fundamental, especialmente ahora que se empieza a hablar de manera más o menos abierta de acercamientos entre ambas fuerzas., como ha sido el caso de Juan Manuel García Ramos (CC) y Pedro Quevedo (NC). Sin realizar a fondo este ejercicio previo, es muy probable que se vuelvan a cometer errores del pasado. Dudo que los nacionalistas nos podamos permitir un lujo así.