Ahora que los indicadores parecen apuntar a cierto alivio en el número de contagiados sintomáticos (nunca sabremos la cifra exacta de los asintomáticos) conviene ir poniendo la vista más allá, hacia la Canarias que saldrá de todo esto. Después de todo, es un escenario que está a la vuelta de la esquina y que ya cualquiera puede aventurar: desplome del Producto Interior Bruto, tasas de desempleo ignotas, la principal industria del país prácticamente hibernada, servicios sociales desbordados, etc. De la cantidad de gente que ha muerto y morirá sencillamente no nos sobrepondremos mientras vivamos.
Los que aquí quedemos, o queden, deberán seguir adelante, tratando de alcanzar la vida digna que la especie humana se merece, a pesar de todo. En Canarias, el Plan Marshall, o el (Green) New Deal, que necesitará el país sólo puede venir de la Unión Europea y deberá no ser sólo asistencialista, que también, sino especialmente dirigido a posibilitar un escenario de reconversión de nuestra economía hacia cotas mayores de sostenibilidad y de autocentramiento. No serán sólo los economistas quienes participen en la reconstrucción que vendrá sino que tendrá que ser un impulso donde la inteligencia colectiva que tenemos, y es mucha, dentro y fuera de Canarias, juegue un papel central.
En el plano político, encuentro cada vez más difícil que se pueda defender la desunión de las fuerzas nacionalistas, las cuales deberán nuclearse en torno a un programa de reconstrucción nacional que pase por la defensa a ultranza del sistema de protección social canario (sanidad, educación y servicios sociales) como elemento central para recuperar las mayores cotas de bienestar cuanto antes para toda la sociedad canaria; por poner freno a las querencias recentralizadoras que estamos viendo en estas semanas y que Ángel Víctor Torres, con la debilidad propia marca de la casa del socialismo canario, ni entiende ni atiende, porque sin autogobierno Canarias es más débil que nunca, como estamos comprobando; por la búsqueda de consensos amplios con los actores económicos y sociales en pos del interés general, con luces largas alumbrando hacia las próximas décadas; por concretar en nuestro archipiélago las nuevas formas de vida que son ya urgentes si no queremos precipitarnos hacia el caos climático; por, en definitiva, imaginar otro país canario en este mundo incierto que nos ha tocado vivir y que seguramente todos hemos contribuido a crear.
Más que líderes, nos hacen falta mujeres y hombres estadistas. Creo que en el nacionalismo, que también deberá evolucionar, los hay: Román Rodríguez, el primero de ellos. Sin embargo, harán falta muchas y muchos más para la enorme tarea que se le presenta a Canarias. El momento es grave.