Leyendo el libro publicado por el artista y Doctor en Bellas Artes Teo Mesa, Galdós, artista plástico, editado por la editorial grancanaria Canarias eBook en abril de 2019, llego a la conclusión de que hay muchas cosas de Benito Pérez Galdós que se me escapan. Hace casi setenta años leí “Electra”, editada en 1920, drama representado prístinamente en el Teatro Español de Madrid en 1901. Editado seguidamente como texto en Inglaterra y EEUU, para uso escolar, con notas y aclaraciones sobre modismos y locuciones no usuales. Obra también traducida en 1901 al alemán en dos ocasiones, así como al holandés y portugués. No debe extrañar, pues, que Galdós fuera un premio Nóbel en potencia desde varios decenios anteriores a su fallecimiento en 1920, pero que la envidia y la pequeñez intelectual de una caterva de académicos españoles impidieran que su nombre fuese proclamado candidato a dicho galardón.
Esta obra es uno de los pocos libros que tenía mi padre, quien me lo regaló en 1952. La muestra que poseo parece un incunable salido de la Librería de los Sucesores de Hernando, en Madrid. Me gustó, pero no me inició en una afición galdosiana que hoy echo de menos, sino que al contrario, durante muchos decenios solo escuché comentarios negativos de nuestro insigne polígrafo: que si se sacudió el polvo de sus zapatos renegando de Canarias y otras lindezas que hoy me pregunto cómo pude aceptarlas tan tontamente. Es verdad que durante mis estudios en la escuela y de bachiller en colegio e instituto nada nuevo se me contó sobre Galdós. Finalmente, en la Complutense madrileña el catedrático Joaquín Entrambasaguas nos dio unos apuntes por libre, de los que no teníamos que examinarnos, pues la materia oficial era otra, y nada nuevo sucedió.
Cuando, ya de vuelta en Gran Canaria, leía en la prensa las actividades destacadas de Alfonso de Armas Ayala, tampoco tuve tiempo de aficionarme a Galdós, pues mi dedicación a la enseñanza de la Geografía e Historia consumían todo mi tiempo. Ello no me impidió leer hace menos de veinte años los Episodios Nacionales, que me entretuvieron por su aporte histórico y de fácil lectura. Pero, para terminar, nunca paré la atención en el valor de un artista plástico conocido como Benito Pérez Galdós. Ha sido solo ahora, al leer esta obra del Doctor en Arte, Teo Mesa, cuando descubro algo tan novedoso como los dibujos y pinturas de su excelente autor. Sin esta lectura aún no acabada, rica en matizaciones terminológicas, profunda en el conocimiento dibujístico y artístico galdosiano, puedo asegurarles que cumpliría los cien [emplazados quedan] sin conocer enteramente a nuestro polígrafo grancanario. Gracias, pues, a don Teodoro Mesa por su impagable aportación. Hago extensiva esta loa a don Antonio Mª. González Padrón, Cronista Oficial de Telde (Gran Canaria) y Académico de la Real de Historia, por su densa y abundante aportación
Cuando en mayo de 2019 el profesor Teo Mesa me invitó a la presentación de su libro en la Casa-Museo Pérez Galdós de la capital guiniguadense de Gran Canaria, nunca imaginé que la actual lectura del mismo iba a producir tan impresionante efecto en mi ánimo. Debo aclarar, pues, que en aquel momento, y a pesar de mi compromiso e interés en la asistencia a dicho evento, circunstancias imprevistas surgidas el mismo día relacionadas con problemas que afectaban a un amigo mío de Santa Cruz de Tenerife impidieron que pudiera cumplir con mi palabra, hecho que me permitió ser comprendido y disculpado por el autor de la obra que tratamos. Tiempo después y ya con el libro en mi poder comencé su lectura en la idea de que en menos de un mes acabaría su lectura. Grande fue mi sorpresa al ver que pasaban los días y -en mi alternancia habitual de varias lecturas simultáneas- comencé a notar que otras muchas eran empezadas y leídas en horas veinticuatro o en días treinta, pero la de Galdós se me resistía página a página pues, obviando la breve y entretenida presentación del cronista y académico teldense Antonio María González Padrón y las igualmente breves partes introductorias, con matizaciones histórico-biográficas, que consumía en el espacio de café y café -dados los inveterados hábitos de un profesor de esta materia-, comencé a notar, digo, que la lectura de las diversas viñetas y láminas pictóricas galdosianas se me resistían hasta el punto de que -a pesar de su fluidez literaria y riquísima terminología (o quizá precisamente por ello) hacían que me recreara intelectualmente, y lo que debía ser un pasatiempo “segundario” se convertía en una labor “minutaria, horaria y diaria”.
¡Voto a tal! Esto no me había pasado ni hace más de sesenta años cuando leí las obras completas (obra a obra, libro a libro, verso a verso) del hermano literario mayor de Galdós, esto es, Cervantes. Y ahora, cuando se supone que esto es “pan comido”, me encuentro que es tal la cantidad de nuevos elementos terminológicos y artísticos emergentes, que me impiden “pasar” de ellos; y así pasan los días y yo desesperado pues se acercaba el día 4 de enero y don Benito se iba a perder mi comentario; no porque a nuestro paisano le importara mucho si este entretenimiento salía o no a la luz como un nuevo regalo epifaníaco, sino porque mi ego de profesor-lector “corruto” quedaba castigado severamente ante la falta de previsión visible.
Aun avizorando una previsible falta de palabra, decidí terminar la lectura de las láminas galdosianas, no importa si para ello tenía que leer veintiséis horas diarias, algo fácil el primer día. El siguiente me fue imposible, pues desperté pasadas dieciocho horas. Convencido de que los hados me impedirían cumplir, y comprendiendo que me sería imposible llevar a cabo la lectura de los tres últimos álbumes de los cinco que trata; “arquitectónico, marítimo y zoológico”, me encomendé a todos los dioses, es decir, al Tiempo, e inicio este sencillo comentario, que tienen ustedes delante después de más de veinticuatro horas de comenzado.
Conclusión, mis queridos amigos y amigas, si quieren ustedes pasar unas maravillosas horas de rica, amena y apasionante lectura -a la par de un enriquecimiento cultural sobre la tarea dibujística y pictográfica galdosianas (la literaria seguro que la poseen)-, no dejen de leer este libro nunca imaginado sobre nuestro polígrafo y prolífero don Benito, Galdós, artista plástico. La otra gran vocación de Galdós: el dibujo y la pintura, que con tanto amor como dominio del tema salió de la mano de Teo Mesa, y con tanto esmero publicó Canarias eBook.
* El autor es Cándido Rodríguez Ruano, Catedrático de Geografía e Historia que envió el texto por correo electrónico a Tamaimos.com para su publicación.