Los tres primeros escenarios
Para contar la historia del Natura y Cultura debo partir de mi trayectoria personal, y me remito a mi infancia para destacar el contacto con la gente, donde mi casa era como una calle, donde la gente entraba y exponía sus problemas. En mi zona vivía gente pobre, campesina y políticamente indignada, subía cada noche a casa a oír la Pirenaica, la emisora clandestina en que arengaba desde Chequia la Pasionaria y discutía de política.
El preescolar lo pasé en medio de canteras y barrancos, en una Gran Natura, dando juego a la creatividad con otros niños, viendo el Teide como un gigante, resplandeciendo con la nieve, y entrando en las cuevas de los guanches, tan cercanas, míticas y sagradas…
En el otro extremo del pueblo, junto a la iglesia, vivía la gente distinguida, donde había esplendor cultural y elitista, con la ventaja que contribuyó que se popularizara la música, la pintura, el teatro, la zarzuela, incluso, había mujeres que pintaban y tocaban el piano…
Mi ingreso a la escuela fue caótico, fui el último, arrastrando muchos complejos y una enseñanza, cuyo mejor recuerdo era cuando el maestro no llegaba en la guagua. Eran muchas las veces. Cuando venía, sentado, con los pies sobre la mesa, nos vigilaba por un agujerito del periódico que leía, y caía sobre nosotros con reglazos y descalificaciones.
El segundo escenario fue mi ingreso con 10 años al seminario, buscando otro mundo y más cariño. Aprendí muchas cosas, sobre todo, a pensar, a debatir en clase, a ser líder inculcando el bien, pero también, a inmolarme neuróticamente por los demás, aunque, pasados los años, ya adulto, aprendí a mejorar mi autoestima.
A los 16 años salí del seminario y estudié magisterio con un grupo de jóvenes, los futuros autores del libro, y nos comprometimos en mejorar los problemas del pueblo con clases voluntarias a adultos para reducir el alto analfabetismo, obras de teatro, y, con el primer sueldo de maestro, a los 20 años, adquirí una multicopista italiana de alcohol con el que tirábamos un periódico mensual, llamado Inquietud. Lo editaba, precisamente, casi la misma gente que, después, formamos el equipo de Natura y Cultura.
El tercer escenario fue el magisterio. Después de sacar el título, por libre, hice los dos años de Comunes de Filosofía y Letras, enriqueciéndome, desde el punto de vista de contenidos canarios con profesores como Juan Álvarez Delgado, Elías Serra o Jesús Hernández Perera…
Para poder estudiar, daba clases por las tardes en academias. Hasta que en el segundo año saqué las oposiciones de Magisterio y tuve la primera escuela con 60 niños de seis años en Tejina, sólo en turno de tarde, donde ellos tenían que traer cajones de sus casas para poder sentarse. En el turno de mañana, otros tantos alumnos, tenía el famoso escritor fetesiano, Isaac Vega. Aquella sí que era una Canarias de miseria.
Mi obsesión siempre fue creer en el potencial de cada niño y niña, que ninguno se quedara atrás. Analizaba sus dibujos y creaba diálogos. Tenían gran calidad humana. Lo explica el caso de Manolito. Le pregunté qué quería ser de mayor, él, pelirrojo, con pecas, con los ojos fijos y brazos cruzados, me contestó muy firme: «Un hombre de fundamento».
Yo era más trabajador social que maestro, sobre todo, en la segunda escuela unitaria en la Calera de Icod, donde me dedicaba a arreglar papeles a las familias de los niños con problemas de discapacidad, subsidios, etc.
Decidí ir a Madrid a estudiar Pedagogía. Lo hice interesado por tantos alumnos que fracasaban en la escuela. Allí fui consciente de que tenía más capacidad de la que suponía o me atribuían, al recibir la valoración de los que me rodeaban. Por otra parte, dejé de avergonzarme por ser canario, complejo más arraigado entonces, aunque un señor vallisoletano, un día, sin venir a cuentas, trató de consolarme, diciéndome que no me preocupara porque, algún día, llegaría a hablar bien, como un conocido suyo de Baleares.
Así, la conciencia de la propia identidad canaria, fui descubriéndola al distanciarme, como el agua para un supuesto habitante del fondo del mar, que sólo se da cuenta de ella, cuando sale a la superficie, tal como explica el antropólogo Ralph Linton.
Allí ejercí también como maestro en la periferia de Madrid, en Entrevías, cerca del Pozo del Tío Raimundo, donde trabajaba el revolucionario Padre Llanos. La condición colonial de Canarias se me hizo más evidente, en especial, cuando transitaba los largos pasillos de los ministerios llenos de bedeles para arreglar problemas y el subsidio de personas de mi pueblo, que, desde Canarias, les resultaban imposible.
El Cuarto escenario lo desarrollé considerando que después de cursar Pedagogía, Pedagogía Terapéutica y Psicología, me puse a preparar las oposiciones de Cátedra de Psicología, Sociología y Filosofía de Magisterio. Entretanto, para recoger los últimos latidos del Mayo Francés, fui a París a trabajar en el Consejo de Europa, en el Ministerio de Agricultura, en la TWA y hasta en el Concorde, pero barriendo y limpiando.
Luego se me apareció un rey mago. Él era catedrático y doctor en Psicología, Derecho y Biología. Cuando fui a solicitarle bibliografía para la oposición que preparaba, me hizo una oferta insólita. Me entregó el programa de una asignatura de Psicología para dar clases en la Complutense, me pagaría todos los gastos, me daba la beca Fullbright, me preparaba una plaza de oposición para dentro de cuatro años… ¿A cambio de qué preguntaba? A cambio de nada, sólo que, «si decía sí y luego me echaba atrás, me saldría el tiro por la culata»… Tuve que pensarlo. Ni me gustaba la amenaza, ni tampoco que dejara de ser profesor de maestros que es lo que me interesaba. A la semana, le dije que “no”. Entonces se enfadó: «No entiendo que alguien busque un Seat y yo le regale un Mercedes, y no lo acepte». Yo le dije que prefería un Seat con el que me pudiera mover por cualquier parte, que un Mercedes con el que sólo fuera de Madrid a Bilbao. Esta reacción la explica mi pseudónimo Guanir o Guanil, como “animal asilvestrado”, que me regaló Juan Delgado, catedrático de latín y el primer experto canario sobre el guanche.
No voy a explicar todo el proceso de las oposiciones a cátedra de Magisterio, solo que, a raíz de ellas, un inspector de escuelas normales del Ministerio me ofreció varias cátedras interinas en distintos sitios para que eligiera y yo, entonces, elegí la de San Sebastián…
Fue así como llegué al País Vasco y conocí a Edurne, mi pareja, motivos para valorar la identidad cultural e incentivar la autoestima de los canarios, tal cual estaba haciendo con la mía propia. Todo se complicó, tras una revuelta estudiantil, haciéndome incitador de ella, por lo que fui expulsado por el régimen franquista, junto con otros dos profesores, distantes de opciones políticas, pero cercanos a los alumnos, potenciando su labor reflexiva. En mi caso era más grave por estar casado con una profesora de ikastola. Así que, recién casado, sin trabajo, empecé a hacer psicoterapia. También, como psicólogo escolar en varios colegios. Al final, fue una oportunidad para iniciar el proyecto del libro [Natura y Cultura], conectándome con los amigos de mi pueblo para su realización.
Quinto escenario: el libro, un espejo en que el pueblo se viera reflejado. Concretamente:
La idea inicial era partir de la propia realidad, natural y cultural, tal como planteaba, en el tardofranquismo, la Ley General de Educación de Villar Palasí, pues los profesores canarios carecían de material, aunque el objetivo no solo eran los alumnos, sino también, el pueblo.
Queríamos que fuera una iniciativa canaria en su globalidad. En consecuencia, nos dirigimos a los cabildos de Tenerife y de Gran Canaria por ser las dos mancomunidades que englobaban los restantes cabildos insulares. Pese a que el de Tenerife acogió inicialmente la obra, tras ser analizado por diferentes especialistas, luego se echó atrás, con la sombra de que el libro representaba un peligro político. Para lavarse las manos, fue enviado al Cabildo de Gran Canaria. Sin embargo, el tiro salió por la culata porque el consejero de cultura, Don Agustín Millares Carló, que conocía la estratagema, emocionado habló con nosotros, pues era una obra que llevaba solicitando mucho tiempo a los distintos departamentos universitarios, de forma que, si Tenerife se oponía, él editaría el libro, incluso, en distintos tomos.
Aprovechando la carta que nos entregó Millares Carló, Gilberto Alemán, como periodista comprometido, la publicó y el Cabildo de Tenerife junto con el de Gran Canaria aceptaron. Aportaron el dinero de su edición, evitando así responsabilizarse políticamente, dado el fervor independentista y cubillista existente. Fue una suerte, porque, de no ser así, hubiera sido un libro más sepultado en los sótanos. Tampoco se hubieran garantizado sus reediciones futuras. Sin embargo, tuvimos importantes ofertas editoriales para convertirlo en libro de lujo. Nuestra negativa fue rotunda, hubiera dejado de ser popular.
El libro se presentó con solemnidad en el salón de actos del periódico de El Día. La propuesta y presión de Gilberto surtió efecto en Ernesto Salcedo, el director del periódico, quien había escrito: «La historia, que no la política, como algunos han creído, va a decir lo que el libro es». Para curarse en salud, sagazmente invitó al acto de presentación a Mardones, gobernador civil y a políticos, como Mª Dolores Pelayo.
El libro fue denominado la Biblia de los canario. Fue un bestseller, como ningún otro en la historia de Canarias. Las librerías como Goya, en Santa Cruz, lo vendía ya empaquetado como regalo. Estaba en casi todas las casas y los emigrantes se lo llevaban junto consigo en su equipaje. Tanto que, cuando el Huracán del Katrina, en Nueva Orleans, las aguas inundaban ciudades y campos, una Directora General logró sacar una foto del libro flotando entre las aguas.
El libro fue conflictivo. Profesores de algunos departamentos universitarios se sintieron heridos en su orgullo, por haber sido los autores simples maestros, aunque muchos éramos licenciados y doctores, además de contar con el asesoramiento e implicación de los principales catedráticos y expertos de las distintas áreas.
El principal conflicto estaba en que el libro fue asombrosamente popular y, aun siendo los contenidos correctos, Alejandro Ciorenescu me comentó que lo peligroso era “su casaca”, pues remarcaba la identidad en una época de reivindicación canaria.
Tan peligroso, que el periodista Andrés Chávez, que tanto ridiculiza a los magos, a nosotros nos tildaba despectivamente de “choleros”. Hermógenes Afonso, Hupalupa, un enamorado del Natura y Cultura, me avisó de que yo figuraba en Capitanía Militar con el número cinco, entre las personas más peligrosas de Canarias. Así, Edurne y yo, uno de los domingos que solíamos ir a mi pueblo, comprobamos que entraron en casa y, entre otros registros, se llevaron la película de nuestra boda… Incluso, me llamaba todos los días por teléfono, con sonido extraños, hecho que se agudizó, de forma incesante, el día 23 de febrero de1981, cuando el Golpe de Tejero. Pero, curiosamente, después de ese día no volvieron a hacerlo.
La sombra de peligro no cesó. Cuando oposité para Agregado de Universidad, después de felicitarme todos, aparecí suspendido. Un miembro del tribunal era aquel que se me había presentado como un rey mago. Fui a hablar, buscando explicaciones, y la que me dio fue que yo había escrito un libro muy peligroso sobre Canarias.
La sombra se había colado por todos los espacios. En distintos ámbitos y momentos, en la Consejería de Educación, en grupos de poder estatal, en el rectorado de la universidad y, sobre todo, en los responsables de los proyectos de investigación que solicitaba, trasluciendo razones absurdas, incluso, tacharlas de «nacionalistas».
Sexto y último escenario: Natura y Cultura online: GEVIC
Mis compañeros del Natura y Cultura, al no existir internet, se cansaron de tener que actualizar los datos cada año, especialmente de economía y demografía. Fue entonces cuando, con la creación de la empresa Tafor, Pedro Félix González y yo, invertimos para publicarlo. Luego, decidimos hacerlo en forma digital y vía online: GEVIC = Gran Enciclopedia Virtual de las Islas Canaria, de manera pública y gratuita. Fue un costo inimaginable. Se amplió diez veces más y se actualizó, contando con numerosos especialistas. Para no perder su carácter didáctico, generamos numeroso material multimedia y diseños complejos. Esto nos obligó a disponer de una plantilla de hasta 17 personas, pues contábamos con la promesa de las administraciones, de los cabildos y del gobierno canario. Que, al no cumplirse, nos ha generado una deuda millonaria, viviendo a diario las amenazas de los bancos y juzgado, con las viviendas hipotecadas. Una obra pública y gratuita, con más de 10 millones de visitantes anuales, según Google, que el Gobierno Canario está dispuesto a potenciar como herramienta educativa, cultural y turística, pero las actitudes más ANTI las hemos encontrado y seguimos encontrando en funcionarios con una ideología interferente. Por ejemplo, nos dicen: “¿Hay otras comunidades autónomas con una herramienta así? … —Exactamente, no, pero sí fondo enciclopédicos digitalizados… Ah, pues si no es igual, entonces, no.
Han sido cuarenta años de inversión intelectual y económica, de los que recoges el agradecimiento popular. Aunque no se puede vivir en el victimismo, las secuelas son inevitables, como las sufridas por mi socio, 15 años menos que yo, Pedro Félix González, administrador del proyecto, con una leucemia y trasplante de médula… También Pedro Molina, nuestro mayor promotor, el tercer Pedro, fulminado por otro cáncer. Yo, entre tanto, jubilado, después de dos años de profesor honorario sin compensación económica, ahora, ya cuatro, fuera de la universidad, escribo y, sobre todo, trabajo como psicoterapeuta, en Psicomold Proyecto, para desarrollar mi propio proyecto investigador, mantener el equipo de psicólogos y paliar la situación económica de Tafor, responsable de GEVIC.
Lo verdaderamente satisfactorio como dije la noche que recibí el premio Tamaimos es encontrar a través del camino personas como las que hacen la Fundación Canaria Tamaimos, y, también, que todo se ilumina cuando el objetivo es trabajar por una tierra y un pueblo, con no más defectos que los demás, pero al que quiero y sigo esperando que rompa sus complejos y sea, parafraseando aquel alumno de seis años en mi primera escuela en Tejina, UN PUEBLO DE FUNDAMENTO.
* El autor del texto es Pedro Hernández Guanir, Catedrático en Psicología, Doctor en Pedagogía, coordinador del libro “Natura y Cultura de las Islas Canarias”. El artículo fue publicado originalmente en el número 0 de la Revista El Bucio, de venta en librerías.