Hace unos años, al menos siete, me senté en casa de Juanito Cubas acompañado por el amigo e historiador Rumén Sosa. Cubas nos habló de lo humano y lo divino, sobre todo de lo segundo, y nos recordó que todo aquel enclave, Barranco Hondo de Abajo en los altos de Gáldar, era de ascendencia indígena, un hecho fácil de adivinar. Nos habló de Risco Caído, Risco Caido, sin tilde, según su apreciación. También la historia de la señora que murió aplastada por las rocas en dicho lugar. En aquel momento todavía Risco Caído era una quimera, un empeño de Julio Cuenca y otros arqueólogos. Nosotros, tras la entrevista, nos comimos un bocadillo con pan de Montaña Alta en frente de aquella cueva sagrada. Estábamos en la parte de Gáldar, mientras la cueva está en la división de Artenara, al otro lado del barranco.
Estábamos felices porque empezábamos a encontrar las huellas de nuestro pasado, en un enigmático puzzle que nos habían negado mil veces y del cual nos habían escondido las piezas. Rumén, incasable estudioso y divulgador de la lengua y legado amazigh de las islas, estaba acometiendo una serie de entrevistas para dar valor a la historia oral. Hablar todavía del origen amazigh de Canarias, pese a lo que las investigaciones científicas y cualitativas decían, podía ser negado por algún iluminado, algunos inclusos profesores de Universidad. Aquellos veían la huella guanche apenas en algunas prácticas, en el uso del gofio o en el excesivo consumo de queso. En su voz se adivinaba un aire de desprecio que recordaba a los que nos habían asegurado que éramos íberos, romanos, fenicios o incluso pertenecientes a una raza aria centroeuropea. Pero hubo personas que no se conformaron y reivindicaron, una y otra vez, el origen amazigh y norteafricano de las Islas Canarias, con todos los enigmas habidos y por haber que todavía están en el aire. No solo me acuerdo de Rumén Sosa, también de los estudios de José Farrujia, los diccionarios y traducciones de Ignacio Reyes o el trabajo sobre cosmogonía amazigh de Josué Cabrera, entre otros muchos aportes.
Hoy el mundo nos mira, sin prejuicios, como imazighen, norteafricanos insulares que generaron una cultura rica y adaptada al medio. Ya no tendrá cabida el discurso interesado del guanche bárbaro, fuerte e inculto al que los venerables europeos trajeron la civilización. Los antiguos canarios tenían escritura, modos de vida definidos, modificaban el medio y tenían espiritualidad, todos ellos rasgos de una sociedad que no es, ni mucho menos, una sociedad prehistórica. Con la designación de Risco Caído como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, habría que modificar algunas incongruencias como, por ejemplo, que en la carrera de Historia ya no se estudie la sociedad antigua canaria como Prehistoria de Canarias. Eso hoy por hoy no se sostiene por ningún lado. De igual forma, es de esperar que, de una vez por todas, la opinión pública empiece a valorar la cultura indígena en Canarias y la integre en la identidad canaria moderna. No me malinterpreten, desde hace años hay signos de esperanza en ese sentido. Primero, desde las instituciones, principalmente desde el Cabildo de Gran Canaria independientemente del signo político de la corporación, con iniciativas rompedoras como la apertura del museo de la Cueva Pintada de Gáldar. En segundo lugar, con el interés de una parte de la ciudadanía que llena todos y cada uno de los actos públicos en los que se trata algún aspecto de esta historia olvidada. En tercer lugar, los descubrimientos arqueológicos en Canarias son portada de periódicos y motivo de debate, soterrado, pero debate al fin y al cabo. La prueba, hace unas semanas con el descubrimiento del lugar exacto donde se encontraba Umiaya.
Como el reconocimiento de la UNESCO demuestra, Gran Canaria es la isla que va a la vanguardia en estudio del pasado indígena, con un trabajo continuado desde hace años. Un trabajo que, apostillo, ahora no se dedique solo a Risco Caído y abandone a su suerte el resto del patrimonio indígena, las tentaciones son fáciles de abrazar. Además, apuesto porque se pongan en valor aquellos seres humanos que son nuestros orígenes y no solo sus lugares, mientras a ellos los despreciamos. Una de las consecuencias que pueda traer este reconocimiento es la extensión del estudio indígena a otras islas. Y, en este sentido, ya se empieza a debatir la situación del patrimonio indígena, por ejemplo en la isla de Tenerife, donde no existe actualmente ni un solo centro de interpretación. El primero podría ser la Cueva de Bencomo y se espera que la red se extienda. Por otro lado, ¿qué tal si abandonamos el proyecto de Chillida en Tindaya e intentamos que la montaña sagrada sea declarada también Patrimonio de la Humanidad? Hablamos de un patrimonio que, como demuestra Risco Caído, puede ser refrendado a nivel internacional. Los hallazgos en este sentido tienen efectos muy positivos. En primer lugar, una mayor autoestima de nuestro pueblo, que todavía tiene internalizado un discurso de que su historia es menor y no merece atención. «Aquello era un simple pajar», me han contado sobre Risco Caído. En segundo lugar, un elemento original y único en el mundo para exportar. Aquí sucedieron historias únicas y nuestro pueblo originario es muy desconocido en el exterior. Con Risco Caído como detonante, Canarias y su cultura antigua podrían suscitar interés entre los numerosos visitantes que llegan cada año. En tercer lugar, y no menos importante, esta eclosión podría generar una reactivación económica, una diversificación turística y un nicho de empleo para historiadores, guías o intérpretes.
Sin embargo, Risco Caído como síntoma deberá abordar una serie de retos. Pese a la declaración de la UNESCO, las visitas a Risco Caído deben seguir siendo controladas y sostenibles, y eso lo deben garantizar las instituciones, los cuatro ayuntamientos donde se encuentran las cumbres sagradas, el gobierno insular y el de Canarias. No menos importante es garantizar la calidad y formas de vida de la zona cumbrera que, si bien es positivo que se reactive, no lo es tanto que se convierta en un simple souvenir turístico. Dentro de los apartados de los riesgos es evidente el peligro de masificación y turistificación. No podemos permitir que la cumbre de Gran Canaria se convierta en el desfalco natural y económico que son nuestras zonas costeras. Al respecto, el Director General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias en funciones, Miguel Ángel Clavijo, aludió al caso de Venecia, donde los venecianos son meros adornos que están en éxodo. En ese sentido, hace casi dos años proponía el regreso de los descendientes de cumbreros para controlar la sostenibilidad de ese negocio cultural y hacerlo, además, auténtico. Risco Caído es una gran noticia para Canarias entera, no dejemos que lo conviertan en una pesadilla.