Un domingo cualquiera en La Goleta, punto que da acceso al camino del Nublo o Nuro, según mayores de la zona, en la cumbre de Gran Canaria. El aparcamiento está lleno a tope y los visitantes, nacionales y extranjeros, empiezan a dejar sus coches al borde de la carretera GC-600. Multitud de personas suben el camino con diversas motivaciones, casi que impresiona la caravana multicolor que sube y baja.
El Roque Nublo y su entorno se encuentran protegidos con la figura de Monumento Natural (C-21) y, en este momento, este espacio singular sufre una presión muy elevada. En el documento normativo incluido en las Normas de Conservación, correspondientes al Monumento Natural, no se ha incluido un estudio de la capacidad de carga ni en el Capítulo 2. Directrices para la Gestión aparece ningún artículo dedicado a posibles directrices para el uso público del espacio. No es preceptivo, según la normativa, realizar estudios de capacidad de carga, pero en este caso, y en otros lugares con importancia ambiental y cultural que reciban gran cantidad de visitantes, se hace necesario establecerla con el fin de evitar daños irreparables al espacio protegido y ordenar adecuadamente el flujo de visitantes. La Finalidad de Protección, incluida en el documento informativo de las Normas de Conservación está recogida como: “Los Monumentos Naturales son espacios o elementos de la naturaleza, de dimensión reducida, constituidos básicamente por formaciones de notoria singularidad, rareza o belleza, que son objeto de protección especial”.
En este caso son varias afecciones que puede sufrir. La primera de ellos viene dada por el acceso a La Goleta, punto de partida del camino del Nublo. La gente llega a la zona en vehículo privado por lo que el aparcamiento habilitado en la zona se queda pequeño. Resulta a todas luces insostenible el acceso de esta manera al ocupar un tramo considerable de la carretera GC-600. Las consecuencias para el entorno que tiene tan alto tráfico se desgranan en forma de contaminación por emisión de gases de efecto invernadero y contaminación acústica. Una idea excelente sería habilitar líneas de guaguas lanzaderas que salieran, por ejemplo, de una zona recreativa cercana como pueden ser Los Llanos de la Pez o bien, incluso, de los pueblos de Tejeda o Tinamar-San Mateo. Desde luego, tras realizar los estudios correspondientes. Esto disminuiría la presión sobre la zona.
Otra cuestión es la cantidad de personas que accede al monumento. Un estudio sobre la capacidad de carga del mismo restringiría las visitas a un número de personas determinado por día, tal como se ha comenzado a hacer en la isla de Lobos. Se puede habilitar una herramienta web para inscribirse hasta ocupar las plazas de ese día.
Otro asunto es la tasa turística. Desde luego, el paso de multitud de personas causa un deterioro en el medio natural y esa tasa turística contribuiría a financiar las medidas correctoras necesarias para solventar estas afecciones como recogida de residuos en el camino, asombrosa la cantidad de papel higiénico que se encuentra, y reparaciones en la misma estructura del sendero que sufre al Nublo, por ejemplo. Se podría incluso cobrar esta tasa de manera general al entrar en la isla y que dé derecho a acceder a variados monumentos naturales.
Todo ello sumado a la necesaria reflexión sobre la importancia de preservar nuestros recursos naturales y culturales y que la actividad turística sea compatible con ello de modo que se frene el deterioro que se viene produciendo. El territorio y los valores que contiene son frágiles y es necesaria una política ambiental que favorezca su preservación y sostenibilidad no permitiendo una depredación de los mismos.