Lo nunca visto es renunciar a un Máster. Eso es lo que ha hecho Cristina Cifuentes, Presidenta de la Comunidad de Madrid, en relación a su oscuro Máster de Derecho Autonómico y Local en la Universidad Rey Juan Carlos, en el que reconoce, tras montar una película digna de estudio psiquiátrico, que recibió favores por parte de la Universidad. La cuestión parece mucho más grave que renunciar, algo que solo puede suceder si la Universidad te retira el título. Hablamos de un acta con firmas falsificadas, un cambio de notas dos años después y mentiras, muchas mentiras, con soberbia, mucha soberbia. La dimisión sería el único camino digno para una historia tan truculenta.
Como reza el título del texto, yo también estudie en la URJC entre 2009 y 2013. Mi idea era terminar el Primer Ciclo de Historia en la ULPGC y estudiar el Segundo Ciclo de Periodismo en la ULL. Las expectativas se me truncaron con el Plan Bolonia y la llegada de los grados. Cansado de una asignatura de Primer Ciclo que se me resistía y por ya casi el temor a terminar la carrera y no cursar Periodismo, lo que siempre quise hacer, tomé la determinación de estudiar Periodismo, en modalidad on line en la URJC. Una decisión que pudo ser arriesgada, pero que era la que me apetecía tomar.
Yo casi no conocía esa Universidad, relativamente nueva. En verano de 2009, con la libertad que te da tener 24 años, tomé la decisión y envié todos los papeles para la matrícula. La primera en la frente, rechazado, sin motivo además. Me fui a Sicilia de vacaciones tras volver a enviarlos para el proceso de repesca. Antes de la respuesta a la segunda solicitud, me aceptan finalmente la primera, en un giro dramático e inexplicable de los acontecimientos. Para mí mucho mejor, lo que quiero es estar dentro y cursar los estudios.
Empieza la actividad lectiva y primeros inconvenientes. Algunos profesores citan a clases a días y horas concretas, ante la sorpresa de los estudiantes repartidos por el Estado. La no asistencia provoca una falta de información que hay que suplir con la colaboración de alguien bienintencionado y que esté en Madrid, y que acceda a informarnos de lo que allí se habla. Gracias a la solidaridad de esas personas, esa laguna la conseguimos solventar.
Segundo problema: no salen las fechas de exámenes. Yo vivo a miles de kilómetros de donde se van a celebrar los exámenes y he de sacar billete de avión, de casi tres horas, y un hotel donde quedarme porque la Universidad no tiene ninguna solución al respecto. Todo, por supuesto, de nuestro bolsillo. Algunas convocatorias de exámenes aparecen con menos de dos meses de antelación, con el aumento en precios aparejado. Otras con menos de un mes. El colmo fue la defensa del Trabajo Fin de Grado, cuya fecha fue puesta quince días antes del día seleccionado, el 8 de noviembre. A la prisa y corriendo, saqué un billete muy caro que resintió gravemente mi ajustada economía.
Pero antes hay más. Exámenes on line a horas concretas, cuando todos o casi todos los matriculados tenemos otros quehaceres, más tutorías y clases presenciales, falta de conocimiento de los profesores de lo que es realmente la modalidad on line… La Universidad, en un giro de la titulación, convierte Periodismo On Line en Periodismo Semipresencial. Sabíamos que teníamos que ir a los exámenes, se intuía que teníamos que acudir a prácticas presenciales, sin saber fecha ni modo, por lo que lo de on line dejaba de tener sentido. Por el lado docente, unos profesores llegan a pedir muchas prácticas, artículos, reportajes, actualización de blogs, vídeos, etc. Otros no aparecen en todo el cuatrimestre y dos semanas antes mandan el temario. Alguno llega a hacer un examen oral en su despacho. En cualquier caso, en este aspecto entiendo que entra la libertad de cátedra y que afecta a todas las universidades.
Si hablamos de otras cuestiones administrativas, tardan casi un año en devolverme una matrícula pagada indebidamente y que me ahorré por buen rendimiento académico. A la hora de organizar el examen de idiomas, todo son problemas y me tengo que trasladar fuera de las fechas de exámenes oficiales, con muy poca información sobre cómo va a hacer, con un transcurso de trabajo 100% autónomo y con un título de idiomas que no he ido a buscar porque se entrega en un despacho concreto que no cumple el horario que reza en la puerta. En cuanto al título del Grado, pago de tasas habituales, en el Banco Santander del Campus, por supuesto, y traslado a Canarias. Lo recogí en la Delegación del Gobierno en Las Palmas de Gran Canaria en 2015, porque antes no me facilitaron ninguna forma telemática de hacer el pago y el trámite, y tuve que esperar a trasladarme a Madrid. Cuando me fui el 8 de noviembre de 2013, con la alegría del aprobado, no tenía casi para terminar el mes, como para tramitar el título, aunque tampoco creo que fueran tan rápidos…
A diferencia que a Cifuentes, me cuesta 10 segundos encontrar mi TFG (Trabajo Fin de Grado), que, aunque no es un TFM (Trabajo Fin de Máster), yo le tengo mucho cariño. Tengo el acta firmada por las personas que estuvieron en el Tribunal. Es muy fácil demostrar que uno tiene un título, lo de la Presidenta de la Comunidad de Madrid tiene un tufo horrible desde el principio. A mí como ex alumno de la Universidad Rey Juan Carlos, como ser humano al que le gustaría cursar un Máster o cualquier posgrado y que no le importaría, pese a la incertidumbre, volver a hacerlo en la misma Universidad, me molestan los favores a Cifuentes o las múltiples convalidaciones a Pablo Casado. Yo fui una de esas personas que le negaron una convalidación por razones espúreas. Cualquier estudiante puede certificar que pagó las matrículas, que cursó y aprobó las asignaturas, que presentó el TFG o el TFM, indispensable en el EEES (Espacio Europeo de Educación Superior) para obtener el título, y que tiene la titulación de la que presume, sin trampas, favores ni falsificaciones, las hiciera quien las hiciera.
El virus ha llegado a Canarias donde Asier Antona, del mismo partido que la susodicha presidenta de la Comunidad de Madrid, eliminó un supuesto posgrado de su currículum que no había terminado, y que supuestamente estaba allí «por error». Durante diez años, nada más y nada menos, y escrito varias veces y en distintos lugares. Ante este hecho, Podemos solicita al Parlamento un control sobre la veracidad de los títulos de los diputados, una medida lógica en la búsqueda de la verdad y en la limitación de las mentiras en torno a las titulaciones no obtenidas.
A esta hora Antona no ha explicado por qué se dio ese error. Mientras, Cifuentes sigue sin dimitir. Yo, como ex alumno de la URJC, no considero que dicha Universidad sea peor que otras, ni siquiera tengo complejos a la hora de enseñar que mi titulación fue obtenida allí. Con toda modestia, detrás hay un esfuerzo y una superación de obstáculos, para empezar el mismo de clase social, que nunca van a poder entender ni Pablo Casado, ni Cristina Cifuentes, ni el canario Asier Antona. Pero sí pienso que la institución de la Universidad ha quedado muy tocada, con especial incidencia en la Rey Juan Carlos. Muchas veces nuestros medios se sonrojan con el puesto que ocupan las universidades canarias en el Ránking de Shangai. Sin embargo, mientras que no se demuestre lo contrario, las universidades canarias no están implicadas en ninguno de estos títulos oscuros. Dejemos los complejos.