Finalmente llegó. La descomposición de lo que se ha venido en llamar “régimen del 78” ya está aquí. No la trajo la supuestamente “nueva” política, permanentemente enredada en sus cantos de supuesta superioridad moral sino el proceso catalán, con todos sus límites, imperfecciones y hasta contradicciones. Llegados a este punto, es fundamental avanzar ideas y propuestas para el nuevo escenario, el cual, no necesariamente será mejor, sobre todo si la sociedad civil no es capaz de oponer fuerzas a las peores tendencias estatalistas y conservadoras. El panorama en Canarias no invita al optimismo. Si en la transición a la democracia desde el franquismo operaron, con mucha inexperiencia y dificultades de todo tipo, una serie de fuerzas políticas, sociales y culturales, a favor de nuestro autogobierno, no parece claro el papel que jugarán los actores actuales ni tampoco quiénes serán éstos. Más bien se diría que andan paralizados, sin capacidad de iniciativa y liderazgo alguno. ¿Qué tienen que ofrecer a la sociedad canaria del primer cuarto de siglo XXI? De Coalición Canaria no se ha oído sino algún tímido intento de reforma constitucional del que se desecha de antemano cualquier vía propia, de relación bilateral, de búsqueda de un estatus que vaya más allá de la previsible actualización del ya conocido “café para todos”. Tampoco Nueva Canarias ofrece propuestas concretas que vayan más allá del etéreo “federalismo asimétrico” que, a estas alturas, nadie sabe exactamente qué es ni en qué consiste. Por último, en la amalgama mal avenida de la autodenominada “nueva política” tampoco hemos de encontrar un nivel de definición mayor. Antes bien, la importación de discursos ajenos de dudosa credibilidad y aplicación práctica en quienes han hecho del sucursalismo casi una seña de identidad propia, marca de la casa.
Y sin embargo, es absolutamente necesario el que la sociedad canaria disponga de proyecto(s) que situar en la mesa del eterno debate sobre qué queremos ser y qué modelo de relaciones queremos tener con nuestra metrópoli para lograr el bienestar de nuestro pueblo. No es una tarea exclusiva de los partidos políticos, sino también de otros actores que, en ejercicio de su libre derecho a la opinión y participación, deben ser capaces de avanzar las propuestas que tanta falta nos hacen, si no queremos pasarnos media vida hablando de las propuestas de la sociedad catalana mientras tenemos la casa sin barrer. Las Universidades, las instituciones culturales, los colectivos sociales, intelectuales, profesionales, ciudadanos y ciudadanas a título individual,… Todos son más que bienvenidos a este imprescindible debate porque no podemos permitirnos el lujo nuevamente de que unas élites pacten a oscuras lo que a todos interesa. Tienen una obligación con este país. No pueden eludirla. Si no son capaces de jugar el papel que les corresponde, tal vez merezcamos estar eternamente tutelados, en este estado de postración infantil en el que todo lo fundamental se decide fuera de Canarias o necesita la aprobación final externa. Sin repetir errores propios y ajenos, sin imitar acríticamente los modelos de otros, contando con todos, buscando las mayorías,… seamos capaces de encontrar nuestro camino en este periodo de tantas incertidumbres.