Cuando decidí estudiar periodismo, quería lo que casi todos: conseguir un empleo en un gran medio, en mi caso preferiblemente radiofónico, y ejercer desde ahí la profesión. Sin embargo, una vez llegué a la Facultad, en plena crisis económica del capitalismo, los cantos de sirena indicaban que los medios se estaban deshaciendo de sus recursos humanos. Y digo recursos, que no personas, usando la terminología de Eduardo Galeano, porque eso demuestran ser para las grandes empresas de comunicación. Según el sindicato UPCC (Unión de Profesionales de la Comunicación en Canarias), en nuestro país el periodismo fue el sector más afectado por la crisis tras la construcción.
En 2013, cuando acometí mi Trabajo Fin de Grado, consideré que había que contar lo que estaba pasando. Mi tutora, Marina Santín Durán, puso a mi alcance datos, textos y reflexiones que señalaban bien a las claras la crisis de esta profesión. «Siempre ha habido periodistas que nunca llegan a trabajar de periodistas, pero siempre era por mejores salidas. Ahora es por obligación», sentenció un día en un distendido intercambio de correos. El tribunal ante el que expuse mi trabajo declaró asombrado: «es curioso graduarse en una carrera reconociendo la crisis de la profesión».
Así fue, pero el decaimiento no está hecho para alguien que cree que ese es su camino. Me fui recorriendo medios pequeños, medianos y grandes en busca de una oportunidad. Tras el alegato de «las cosas están muy mal», habían dos caminos: «ya te llamaremos» o trabajar gratis. Sí, lo confieso. He trabajado gratis en los medios y bastante. Las empresas buscan estudiantes o recién licenciados a cambio de «notoriedad». Realmente lo que buscan es mano de obra gratuita, sin huella en las cuentas del grupo. ¿Cuánto hay de legal en esa práctica habitual? En el periodismo se llama «colaboración» y bajo esa palabra se justifica todo. Hace algunos septiembres me planté y me convencí de que solo haría gratis lo que a mí me daba la gana, siempre preferiblemente en medios pequeños o comunitarios que sí que no pueden pagar. Llegó el momento de asociarse, de crear cosas. En eso llegué a Tamaimos.
«Si no llueve habrá que procurar la lluvia»
Por supuesto que no es mi historia la que quiero contar. Los grandes medios, en manos de empresarios que tienen periódicos, televisiones, radios o digitales como podrían tener panaderías, empresas de seguridad o constructoras, están en una dinámica muy alejada de lo que interesa a los profesionales. Los periodistas son un gasto y no una oportunidad. En ocasiones la fidelidad, la línea que interesa a la empresa, se premia con más ahínco que la calidad o el talento. Otros profesionales muy cualificados trabajan dignamente en esos medios, pero echamos en falta a otros que se quedaron por el camino, que tuvieron que cambiar de profesión o que se han enrolado en Gabinetes de Comunicación por no haber otra salida. Todo suma y toda experiencia es positiva.
Siempre se ha visto la asociación de periodistas para liderar un proyecto comunicativo como una quimera. ¿De dónde saldrá el dinero? Pequeños proyectos demostraron que buscaban rigor informativo antes que el vil metal, otra premisa básica de ese tipo de iniciativas. Me refiero por ejemplo a Guinguinbali, que cuando pudo contar con financiación de empresas asociadas a las cámaras de comercio y a dictaduras africanas, prefirió cerrar. Uno de los fundadores, Txema Santana, destaca, en una charla en la gala del proyecto «Despiertos», la importancia de la «tenacidad y paciencia» y de la «sonrisa que molesta al verdugo». «Vivimos en un país gobernado y que se deja gobernar por la minoría. También de un país mal informado. Por eso no nos vamos. Nos quieren aborregados y nos tendrán en rebelión. Si no llueve, habrá que propiciar la lluvia», concluye.
La vida de un periodista no es distinta a la de un trabajador normal. Su querencia es hacer bien su trabajo y cobrar un sueldo que le permita pagar hipoteca o alquiler, mantener a sus hijos y tener un nivel óptimo de vida. El periodismo de la anterior coyuntura, de la precrisis, se acostumbró a vivir fuera de la gente normal. La continua relación con políticos, empresarios, banqueros y demás gente poderosa, le hizo creer que pertenecía a otra clase social. Para el periodismo, como para el cambio social, no hay que estar muy arriba, pero tampoco hambriento. El que está arriba no ve los problemas de los que están abajo, el que está hambriento está preocupado principalmente de comer. En pocos años se ha pasado de una situación a otra sin casi transición.
¿Qué hacer? Con la crisis galopante de los grandes medios de comunicación, es el momento de volver a mirar a la cara. Borrón y cuenta nueva, otro periodismo es posible. Un periodismo más cercano, más humano, más pegado a la gente y sus problemas. Para ello hay que apoyarse, a mi juicio, en tres patas: independencia, rigor y nuevas tecnologías. Cuando hablamos de independencia hablamos de economía. El periodismo autoproducido, con apoyo ciudadano, sin exceso de participación empresarial y sin interés del financiador principal en controlar la información. Rigor, porque es necesario demostrar que los medios de masas no tienen la patente de corso de la buena praxis, eso es propiedad de los periodistas y ese es su valor añadido. El apoyo de las nuevas tecnologías, de los formatos multimedia, de las redes sociales y de las herramientas que proporciona la web 3.0, debe ser elemento definitorio de la iniciativa.
La lluvia
Un proyecto que cumple varias de las características expuestas es Despiertos. Con una redacción formada por David Cuesta, Esaú Hernández y la colaboración de Txema Santana, y producido independientemente por La Píldora Roja, hablamos de un formato televisivo que trata en profundidad un tema concreto a través de un reportaje. Se apoyan en la cadena local Mírame TV y en las redes sociales. Sus programas se cuelgan luego en su canal de Youtube. Cultivan el reportaje, ese género que no es tan habitual como sería deseable. Las noticias se consumen frescas, día a día, en una esquizofrenia delirante. El reportaje, según Gabriel García Márquez, es la «reconstrucción de un hecho tal y como sucedió en todos sus detalles». El reportaje analiza, trata a fuego lento, reflexiona, ofrece datos…
El último capítulo publicado trata el proyecto de Chillida en Tindaya. El programa comienza mucho antes. Los productores realizaron un crowdfunding para financiarlo. Pidieron 9.600 euros y consiguieron 11.110, donados por 253 cofinanciadores. Lo primero que los productores compraron con este dinero fue la libertad, siguiendo aquella frase de Rodolfo Walsh que decía que «el periodismo es libre o es una farsa». Todo lo contrario que lo que está pasando en Radio Televisión Canaria. Ayer publicaban en su web que se «volcaban» con Fuerteventura. Entre las medidas de promoción de la isla está la defensa y difusión del proyecto en la Montaña de Tindaya. Una aberración este uso de un medio público para la propaganda de la acción de gobierno de instituciones y los intereses económicos asociados.
El periodismo que pregunta hasta por la piedra
Despiertos es un producto bien hecho. Con una edición de calidad, con datos explicados de manera didáctica y sobre todo, con un periodismo que pregunta y repregunta, abordan distintos temas en sus cuatro entregas. En la cuarta, la de Tindaya, desmenuzan la problemática de la montaña majorera. La obra de Chillida ya ha costado 25 millones de dinero público sin mover una piedra y nadie parece asumir responsabilidad alguna por ello.
De los 80 minutos de periodismo destaco cinco titulares. El primero, la falta de garantía de que todo salga bien, reconocido desde el propio estudio que quiere llevar a cabo el proyecto. El segundo, los discutibles datos de Marcial Morales. Según el presidente del Cabildo, la inversión de 75 millones se recuperará en 14 años, «siendo conservadores». Para ello debieran visitar la obra 3 millones de personas, estaría lleno todos los días y la entrada tendría que costar 24,40 euros. El tercero, la delimitación del BIC (Bien de Interés Cultural) a la carta, curiosamente dejando fuera donde se realizaría el cuadrado de Chillida. La protección incluye principalmente los podomorfos de la cúspide. El cuarto, la importancia de la piedra en todo este asunto. David Cuesta sorprendió a Morales preguntando si su despacho estaba revestido de piedra de Tindaya. El quinto, la declaración de Olarte acusando a Hermoso de no acudir a la Comisión de Investigación de Tindaya.
Sin aspavientos, también se quejan de las dificultades para hacer el reportaje. Por ejemplo, no les permiten grabar en la Montaña de Tindaya, cuando poco tiempo antes sí lo había hecho el programa «El escarabajo verde» de Televisión Española. El Cabildo niega el permiso sin más explicaciones. Por otro lado, rehúsan participar el ex presidente Manuel Hermoso Rojas y el dueño de Cabo Verde S.A., empresa con los derechos mineros de Tindaya, Rafael Bittini. Son personajes centrales de la trama, uno porque durante su legislatura se conceden varios de los permisos dudosos sobre la montaña y el segundo porque se repite como un mantra la pregunta de si Bittini guarda todavía algún derecho sobre Tindaya.
¿Qué tal un poco de periodismo?
En la charla «Periodismo 3.0: la red como espacio de proyectos comunicativos en Canarias» del Bucio 2016 organizado por la Fundación Canaria Tamaimos, los ponentes plantearon una pregunta: ¿la ciudadanía está dispuesta a pagar por periodismo? El caso de Despiertos nos demuestra que, al menos en su caso, sí. El ciudadano decide si quiere comprar el periódico de siempre, el que paga tal o cual empresario, el que informa según sus intereses, el que despide a periodistas si son díscolos o si la cuenta de resultados lo marca, o si prefiere pagar por periodismo hecho, gestionado y elaborado por periodistas. En el primer caso, que bien podría ejemplificarse con cualquier otro soporte, continúa un modelo que está en profunda crisis, tanto profesional como de credibilidad. En el segundo, el ciudadano se convierte en eslabón de una cadena de responsables para que ese producto salga. La decisión se toma cuando se elige por una u otra opción.
En el techo del periodista está la necesidad de reinventarse. El mundo no se acaba en las grandes empresas y en su modelo de contratación, en la corporación de turno, en la empresa que paga nuestros servicios de comunicación… En nuestra mano tenemos soportes que permiten, a un coste mucho menor que en épocas pretéritas, acceder a herramientas para hacer periodismo. Además siempre nos podemos apoyar en los pequeños, la nueva comunicación demuestra que eso no es un hándicap, ni de prestigio ni de difusión. De la inspiración, originalidad y frescura de los comunicadores depende el éxito del proyecto y el apoyo de la ciudadanía. Desde luego, Despiertos ha abierto una puerta en Canarias. De 50 X 50, nada menos…