COLABORACIÓN
Fuerteventura, la antigua Erbane (o Pájara, según la hipótesis del doctor Ignacio Reyes) , esconde en sus entrañas, físicas y espirituales, tesoros infinitos que nos dibujan su historia añeja y reciente, su compleja configuración geológica, el alma de los que la habitaron y la habitan, y la ingente obra de los seres humanos que, desde épocas ancestrales hasta la actualidad, han desarrollado una mayúscula cultura tradicional con la que se han adaptado, en perfecta simbiosis, a los duros y generosos suelos y mares en los que han desarrollado su existencia.
Los antiguos habitantes de la isla, los majos, nos dejaron multitud de vestigios en forma de cerámica, casas hondas, corrales, concheros, grabados en la roca, etc., y los majoreros de hace unos pocos siglos y décadas nos legaron ingeniosas técnicas de cultivo, artes de pesca y marisqueo, molinos, pozos, aljibes, una bella arquitectura tradicional, una gastronomía sabrosísima y un folclore sentido e intenso.
Las veredas, por las que transitaron los antiguos y sus descendientes, surcan los subyugadores espacios naturales que encierra la isla, y hoy nos invitan a extasiarnos recorriéndolos, volviendo, de paso, sobre las huellas de los caminaron antes que nosotros.
Es evidente que Fuerteventura es muchísimo más que sol y playa, eso lo tienen claro sus habitantes y muchos de los que la visitan. Sin embargo, las instituciones majoreras parecen no percibir esta evidencia, a tenor del estado en que mantienen los espacios más emblemáticos del patrimonio arqueológico y natural que se encuentran bajo su gestión. Aquí van algunos ejemplos que evidencian esta triste situación:
El Poblado de la Atalayita, en Pozo Negro, un conjunto de viviendas y otras construcciones de los antiguos majos, se encuentra sin vigilancia, sin paneles informativos y con el Centro de Interpretación cerrado y dando una imagen de desolación.
El Centro de Interpretación de la Cueva del Llano, en Villaverde, (uno de los mayores tubos volcánicos visitables de las islas), así como el monumento natural mismo, se encuentran cerrados, en estado de total abandono, sucios y casi en ruinas.
Por su parte, el acceso a la Montaña de Tindaya, monumento natural, permanece, así mismo, cerrado y con un cartel de prohibido. La Montaña de Tindaya fue el centro de la vida espiritual de los antiguos majos, y contiene centenares de grabados podomorfos que dan fe de su naturaleza, por lo que posee, entre otras cosas, un enorme valor arqueológico.
Por otro lado, el Centro de Artesanía Molino de Antigua se encuentra cerrado, aunque en este caso, aseguran que es por obras (obras que se prolongan hace meses).
Con todo, queda explicitada la desidia y el desinterés del Cabildo de Fuerteventura que parece empeñarse en reproducir el modelo turístico de sol y playas que tanto daño ha provocado en otras islas del Archipiélago, dejando pasar la posibilidad de proponer otro modelo turístico basado en la cultura y en la puesta en valor de las señas de identidad culturales, históricas y naturales de una isla sin par.
Antonio J. Rodríguez Gutiérrez
Colectivo Cultural Tawada.