El otro día leyendo el periódico vi una noticia que abrió una reflexión instantánea en mi cabeza. La noticia decía así: <<La primera empresa del sector inmobiliario sueco… ha abierto una nueva sucursal en Playa del Inglés, en Gran Canaria… dada la creciente demanda de compradores nórdicos, principalmente parejas suecas mayores de 55 años que suponen el 90% de nuestros compradores, según detalló el director de las oficinas…>>
Entonces, indagando un poco más en el asunto, descubrí que el Cabildo de Gran Canaria a través de su Cámara de Comercio lleva años promocionando viviendas en Rusia y los países nórdicos. Es decir, el Cabildo busca compradores extranjeros para vender todos los inmuebles ya construidos, principalmente en zona de costa.
Seguramente esta noticia me hubiese pasado desapercibida si la realidad general de la isla, y por extensión, del archipiélago, hubiese sido otra; un país dinámico y equilibrado con una estructura económica y social desarrollada. Pero me temo que no es el caso. Me preocupa bastante que, dadas las circunstancias de nuestra realidad insular, tenga que leer uno estas noticias ya que el orden de los factores algunas veces sí que altera el producto. Es alarmante que los que nos gobiernan, después de una burbuja inmobiliaria y una crisis del ladrillo sigan empeñados en construir la casa por el tejado y salir de la crisis por un callejón sin salida, aplicando medidas que, si bien pueden tener un beneficio a corto plazo, a la larga ya sabemos de sobra a donde nos lleva.
¿Y por qué digo esto? Si alejamos un poquito el zoom de nuestro sector inmobiliario y echásemos un vistazo a nuestra situación global veríamos que de Canarias están saliendo miles de canarios cada año arrollados por una tasa de paro crónica y elevada. La falta de oportunidades y la precariedad laboral están espantando a nuestro más valioso recurso: los jóvenes. Jóvenes en los que hemos invertido tiempo, trabajo y mucho dinero. Si a esto añadimos que los mayores de 64 años ya superan a los menores de 16 y que la tendencia de la pirámide poblacional tiende al envejecimiento, no andaría muy desacertado si, de forma sarcástica, dijera que la nueva estrategia económica de Canarias es convertirnos en la mayor residencia de ancianos de Europa con playa incluida, exportando jóvenes e importando parejas europeas mayores de 55 años. A este ritmo quizá en 30 o 40 años lo conseguimos. ¡Tiempo récord!
Dejando ahora un poco de lado el sarcasmo, la verdad es que vamos camino de perder todo el talento y el futuro que tenemos en las islas a cambio de traer más presión demográfica y carga social a nuestro país. Todo esto soportado y pagado por el contribuyente canario, el medioambiente y las generaciones futuras.
Con mi respeto hacia todos los colectivos sociales, creo que Canarias tiene que apostar por retener y atraer el talento y no por espantarlo o canjearlo por extranjeros que están en la etapa final de su carrera profesional y que, como haría cualquier cristiano, buscan disfrutar de sus años de retiro. Cuando hablo de talento hablo de personas con edad óptima, formación, experiencia y ganas de trabajar. Y es que para atraer este talento hacen falta dos cosas básicas: un ambiente cultural rico y oportunidades profesionales dentro de un marco regulatorio que facilite el desarrollo de nuevos negocios. Pero me temo que de momento Canarias carece de las dos y la tendencia general no parece inclinar la balanza a nuestro favor. ¿Podría nuestro gobierno empezar trabajando por aquí?
Y no olvidemos la otra cara de la moneda: el control de la inmigración. ¡Sí! Ese tema al que son alérgicos los partidos políticos de nuestras islas y que algunos políticos dedican profundas reflexiones después de no haber hecho absolutamente nada al respecto mientras tuvieron la ocasión. ¿Por qué controlar la inmigración? Muchos países lo hacen, razones legales, sociales, económicas y medioambientales lo justifican. Esto es completamente normal y necesario, muy lejos de ese tinte xenófobo que se le quiere dar, y en el caso canario aún más. Desde el año 1991 hasta 2016 la población total en Canarias ha aumentado en más de medio millón de habitantes. Puestos en perspectiva, si nos comparamos con España, Canarias casi duplica a España en aumento de la población en relación a la población total. ¿Y cuál es la razón de este desorbitado crecimiento demográfico? La inmigración. El 81% de este crecimiento se debe a ello según dice el último Plan Canario de Inmigración, con islas como Lanzarote y Fuerteventura donde el 20 y el 30% de la población total es extranjera. Teniendo como punto de inflexión el año 1993 cuando se aplica el derecho comunitario de libre circulación de personas vemos como desde mediados de los 90 la inmigración en Canarias desde países comunitarios se dispara (ver gráfica abajo del ISTAC) –recordemos que Canarias, oficialmente en el año 1983 y con respecto a la entrada de Canarias en la UE, exigió establecer un período de 10 años a partir de la firma del tratado de integración, durante el cual no tendría vigencia el principio de libertad de circulación de personas. Sin embargo, el parlamento canario fue desoído, algo que es muy normal en estas latitudes, y finalmente esta cláusula fue desechada por las autoridades españolas-.
Además, el control de la inmigración también es una tradicional demanda del electorado canario que ningún partido político canario se ha atrevido a poner en su agenda seriamente aunque luego algunos políticos se dedican a hacer reflexiones una vez terminado el juego. Un poco tarde, ¿no?
Entonces, ¿puede Canarias, un país insular pequeño soportar niveles elevados de crecimiento demográfico? Y si así fuera, ¿de qué forma? ¿bajo qué estrategia? Obviamente esto es una pregunta muy interesante que merece un debate amplio en nuestra sociedad y que sería mejor discutir en otro artículo con mayor detalle, pero lo que sí parece claro de momento es que las administraciones canarias están apostando, a través de sus políticas cortoplacistas y especulativas, por atraer talento e inversión extranjera, no a base de diversificar y potenciar nuestra economía, y creando nuevas oportunidades de negocio sino con un cóctel de tercera edad y venta de solares frente a la playa. ¿Cómo le sabrá esto a nuestro medioambiente y servicios sociales? Mejor no probarlo.