Mah’ es la historia de una madre que se enfrenta a unas circunstancias adversas en un contexto que no es el habitual para hablar de la historia de nuestros antepasados. En esta ocasión Armando Ravelo se aleja de los hitos de la etapa de la conquista y se centra en la gesta de una mujer enfrentada a las leyes de su propia comunidad. Nos situamos en la Gran Canaria del s.XV, en un periodo de escasez que expone una de las medidas más oscuras e impopulares para el control de la población, la obligación del infanticidio femenino para las madres no primerizas. Nuestra protagonista se convierte en una fugitiva para proteger a su hija recién nacida y esta situación obliga a diferentes personajes de la tribu a posicionarse en uno u otro bando del dilema; permitir que ella huya del cumplimiento de la norma como un simple caso aislado o evitar que su acción sirva de inspiración a otras familias haciendo cumplir la ley como ejemplo. Uno de los puntos más acertados del cortometraje es centrarse precisamente en el mundo privado de cada uno de los personajes principales, sobre todo en el caso de los personajes femeninos. Las esferas relacionadas con el cuidado y la familia suelen ignorarse en la escritura de la historia, y con ello las aportaciones sociales de la mujer en cada época. Pero este rescate del silencio no convierte a ‘Mah’ en una historia de mujeres. Ellas marcan el pulso de los acontecimientos pero el mensaje nos atañe a todos, algo que es evidente sobre todo en el tramo final de la historia.
Cabe destacar el gran trabajo desarrollado por los intérpretes, sobre todo por Laura Perdomo, la cual fue galardonada recientemente con el premio a la mejor actriz en el pasado Festival Internacional Issni Nourgh de Agadir. Y también el esfuerzo detrás de las cámaras por convertir al paisaje en otro personaje más. Los planos abiertos además de mostrar la belleza de la isla dan un respiro a la tensión generada por el uso estético, a veces algo excesivo, de los planos cerrados. Pero si algo resulta clave para enriquecer el planteamiento de la historia es el flashback en el que la protagonista recuerda las enseñanzas de su madre, porque ésta no es la historia de una sola madre. Las palabras de esta mujer no sólo orientan sus decisiones, también depositan en ella y en nosotros la responsabilidad directa de la lucha por nuestra supervivencia. Dicha figura nos instiga a defender nuestra facultad de pensar por nosotros mismos como la mejor arma posible contra nuestra extinción, aquello de lo que no podemos prescindir en ningún momento para ser quienes somos. Este reclamo a la autoconciencia transforma a una historia puntual en una fábula universal, lo cual permite que ‘Mah’ funcione a un nivel más directo, atemporal y completo que ‘Ansite’, ya que el espectador puede conectar más fácilmente con esta lucha íntima que con la de los grandes guerreros o reyes. En este sentido, hay cierta progresión narrativa por parte de Ravelo al haber aprovechado un argumento de pequeña escala para que la reflexión planteada cale de una forma más amplia, extendiéndose, si se quiere, hasta la actualidad. Cuestionar una forma de gobierno deshumanizada que además sólo ofrece soluciones efímeras que perjudican a la mayoría, es tan pertinente hace cinco siglos como ahora.
Esta lectura a un segundo nivel es la que puede resultar más interesante para ahondar en uno de los elementos fundamentales del proyecto ‘Bentejuí’; dar a conocer de dónde venimos para afrontar el camino que nos espera. Y dicha aproximación, si realmente pretendemos que sea una experiencia identitaria, no puede estar limitada por imposiciones academicistas o politizadas, debe ser abierta, colaborativa, respetuosa y sobre todo, debe estar insuflada de ilusión, de esa clase de pasión que permite conservar cualquier legado, ésa que nace de aquello en lo que nos sentimos implicados, tanto por haber requerido nuestro cuidado constante como por contener parte de nuestra creatividad como pueblo.Y quizás este aspecto sea lo más acertado de la intención de fomentar la creación audiovisual vinculada con nuestras raíces indígenas; entender que el arte, con toda su carga simbólica, no puede estar ausente. Es una de las pocas cosas que trasciende a las diferencias. Resulta sorprendente tener que decir a estas alturas que la cultura es necesaria. Es una de las pocas herramientas que nos quedan para enfrentar la oscuridad que acorrala a los pueblos contra su propia ética, ese lenguaje simbólico en el que podemos expresarnos y entendernos de una forma más profunda.
El otro gran acierto de ‘Mah’ es tomar esa palabra que todavía empleamos para mentar a nuestras madres sin saber en muchos casos lo que significa o sabiéndolo y habiéndolo hecho nuestro sin que nadie nos haya conducido a ello, la historia no escrita que aún queda. ‘Mah’, madre, es más que un vocablo de lo femenino, porta parte de nuestra inocencia común. Una parte que conlleva una reflexión que resuena a la vez hacia pasado y futuro, hacia la hiriente desmemoria que evoca y hacia la esperanzadora conciencia a la que llama.
Protejamos nuestras cabezas.
* Artículo remitido por María Victoria Martín Pérez a Tamaimos.com para su publicación.