
Decía el domingo pasado Luis Mardones que “Canarias no está para ideologías”, que lo de Canarias es participar del “festín de los presupuestos”. No se puede decir más con menos. La ideología debe ser cosa de seres superiores y no de criollos ultramarinos. Sólo apuntaremos en este editorial que cuando Mardones dice “Canarias” se refiere a Coalición Canaria. Algún ingenuo podría creer que semejante concepción mercantilista de la política podría ser la que anidara tras el último movimiento de Coalición al apoyar la investidura de Mariano Rajoy tras la firma de una pomposamente bautizada “agenda canaria”: catorce versos mal enlazados a modo de triste soneto. Sin embargo, cuando se revisa la citada agenda, ésta queda desnuda, como el rey del cuento.
Arranca la misma con la eterna cantinela del encaje de la ultraperificidad en la Constitución española, “en caso de [que hubiera] una reforma”. ¡Qué pegada, qué asertividad tan rotunda! Siempre y cuando hubiera dicha reforma, de paso, anclaje del REF en la Constitución que saliere de la misma. Otra prueba de firmeza. Continúa la agenda: “Reforma del Estatuto de Autonomía”. Como nadie sabe qué reforma sería ésa, incluir este punto sale gratis puesto que nada significa. Y con el tan clásico como tradicionalmente incumplido “asegurar que Canarias recibe la financiación media”, llegamos al fin del primer cuarteto.
El quinto verso reza “dotación adecuada para los convenios suscritos entre Canarias y el Estado”. No explica la agenda cómo quien sistemáticamente los incumplió, ahora los va a cumplir. Dogma de fe. Sigamos: “medidas de coordinación imprescindibles (…) especialmente en materia de energías limpias”. El que ya no esté Soria pastoreando su rebaño pareciera indicar algo positivo en este aspecto. “Coordinar esfuerzos entre el Gobierno nacional y el de Canarias para incrementar al máximo el empleo en el archipiélago”. Aquí ya la agenda adopta tono de carta a los Reyes Magos. Y, terminamos el segundo cuarteto, “acordando” que las tarifas aéreas entre las islas se beneficien de un 75% de subvención para que no superen los 30 euros por trayecto. Cualquier cosa antes que implantar una tarifa plana, que, si recuerdan, empezó pidiendo Canarias y acabó logrando Baleares.
Como a todo buen soneto, le faltan dos tercertos. Y aquí van. Defensa del POSEICAN (¡menos mal que no lo atacan!), declaración de espacio marítimo protegido las aguas entre Canarias y el continente e “incorporación efectiva de Canarias en la toma de decisiones en materia de inversión aeroportuaria y de gestión de los aeropuertos de las islas”, porque lo de reclamar las competencias en materia aeroportuaria y que AENA deje de hacer caja con los aeropuertos canarios para financiar el de Castellón o el de Valladolid, era pasarse de nacionalista.
Último terceto: avanzar en la estrategia de internacionalización de la economía canaria (justo lo que teníamos antes de incorporarnos a la Unión Europa de la forma en que lo hicimos), mayor incorporación e integración de las RUP con sus correspondientes fondos para crear empleo (ya sabemos lo que eso ha significado tradicionalmente en Canarias) y, por último, conseguir que los Cabildos Insulares no desaparezcan, apisonados por la fiebre de recortes en la administración que quiere impulsar Ciudadanos y que pretende, cómo no, tratar a nuestros Cabildos como si fueran la Diputación de Huesca o de Palencia.
Y aquí acaba un soneto de dudosa eficacia y más que probable corta vida. En diciembre algunos volverán a hablar de estas y otras vaguedades y así justificarán su papel histórico: una burguesía criolla que nada resuelve, a pesar de que a sí mismos se vean como pragmáticos conseguidores. Como aquel rey, que era el único que se veía vestido.