De un tiempo para acá, en Canarias estamos siendo muy dados adoptar terminología. A realidades que tendrían una manera de nombrarse según nuestro rico léxico las llamamos tal y como lo hacen fuera, allí de donde vienen las noticias, las tendencias o los trending topic. Así hacemos «caceroladas» sin caceloras, sino con calderos; votamos a «formaciones moradas» que realmente tienen el lila como color corporativo; conocemos como «países del este» no a Marruecos, Argelia o Libia, sino a los que la brújula sitúa en el norte. En esta desubicación ya se puede escuchar en alguna radio local «son las doce en La península; las once aquí, en Canarias». El denominador común de todas estas nociones confusas es la costumbre que tenemos hoy por hoy de situar el centro en cualquier sitio excepto aquí, y asumir un desfase de nuestra posición al respecto. Nuestra «hora menos» (¿qué dónde?), «estamos lejos» (¿de qué sitio?) y el inmenso repertorio de brotes de endofobia que nos llevan a despreciar por sistema la producción canaria de cualquier sector.
En Canarias, esa preconciencia de la que hablaba Manuel Alemán en Psicología del Hombre Canario está presente aunque a veces no sepa bien cómo mostrarse. Es por todos sabido que, independientemente de las posiciones políticas que se defiendan, aquí nos sentimos diferentes (tal vez porque lo somos) y englobados bajo una misma realidad (Canarias) pese a la insular y sus particularidades. «Penisular» es uno de los mayores inventos que hemos creado a partir de esta perspectiva. Es cierto que España, en el territorio que ocupa dentro del continente europeo, conforma junto a Portugal la península conocida como Ibérica. Tras una efectiva lucha durante el franquismo por quitar de la boca de las canarias el concepto «España» tan excluyente que hacía referencia a ese cacho de color uniforme que luce en los mapas de Europa, la península fue el arreglo. No importa que dejemos fuera del término a Portugal y oigamos hablar de La Península y Portugal; tampoco importa el grado de antonomasia que cobra este accidente geográfico que debe hacer coger tantos nervios a Jandía, por poner un ejemplo. Da igual que las habitantes baleares sean consideradas peninsulares aun estando bañadas en su totalidad por el Mediterráneo al que Serrat dedicara aquellas preciosas estrofas. Con La Península denominamos en Canarias a todas las súbditas del Borbón que no son canarias, pese a generar paradojas en el deporte como no llamar peninsular a Luis Figo y sí hacerlo con Rafa Nadal.
Pero bueno, más o menos acertado, el estudio debería venir por esa necesidad prácticamente innata de distinguir esas dos realidades, y no precisamente porque «peninsular» englobe una nacionalidad o cultura homogéneas. Pero así es: está La Península, las peninsulares y el peninsular como habla.
Desde hace algunos años La Península está pasando a ser Península, como si del nombre de un estado se tratara. «Lo mandó a pedir a Península», o «eso viene de Península». Efectivamente, la mayor parte de los ejemplos tienen que ver con envíos o recepción de mercancía en esta situación aduanera tan compleja que tiene Canarias.
El objeto del título de este texto viene por esa nueva tendencia: la cuestión «nacional». No quiero abrir un debate sobre los derechos nacionales de Canarias y la idoneidad de modificar su status quo aunque así lo pareciera, sino reflexionar sobre el uso del término. Se trata de uno de los descuadres que más me está llamando la atención en nuestros días. Sobre todo desde el entorno del turismo se distinguen en el estado español las visitas de nacionales y de internacionales o los vuelos con estos mismos apellidos. Como decía, llevo tiempo escuchando la palabra nacional para hacer referencia a lo que también se denomina peninsular. El ejemplo que dieron hoy en la Radio Autonómica fue muy evidente. No recuerdo bien las proporciones en la participación en el Temudas Fest pero una persona entrevistada hablaba de una cantidad de compañías canarias, otra de compañías nacionales y otra de internacionales. Si acudimos a la web de cultura del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria también se habla de compañías nacionales para referirse exclusivamente a las «peninsulares».
Hasta tal punto de no reflexión llega nuestro mimetismo que llamamos nacional a algo que, entre otras características, tiene la de no ser canario, aunque esto deje a Canarias fuera de esa «cuestión nacional».