Un buen amigo siempre cuenta una anécdota de cuando estaba en el Colegio. Su profesora le contaba que las Islas Canarias eran «pequeñitas, pequeñitas, como una cagadita de mosca». Enfatizaba, por si no se han dado cuenta, lo pequeño con un ejemplo con enorme carga peyorativa. Le suelo responder que también viví casos parecidos. Mi profesora de Lengua y Literatura nos obligaba a pronunciar las «c» y las «z» cuando leíamos en clase, algo que a un servidor no le salía, de ningún sitio… Hoy en día me encuentro a compañeros de clase de aquella época que cuando escriben usan la segunda persona del plural en la forma castellana «vosotros», quien sabe si por la machacona cantaleta de la susodicha docente. Pero no me voy tan lejos en el tiempo. Estudiando Historia, a algún profesor le dio por decir aquello de «cuando nos conquistaron los romanos». La profesora de Arte, en medio de una clase sobre el Renacimiento, habló de la novela «El capitán Alatriste» asegurando que «está ambientada en la época en que Flandes y Holanda nos pertenecían», añadiendo en otra clase con el mismo dato, «por lo que Rubens o Rembrandt se consideran miembros de nuestro arte». Ejemplos de pensamiento descentrado y del encaje de bolillos que necesitan hacer algunos para imponer la cultura de la dominación en Canarias.
No nos quedemos en las aulas. En las reuniones por la Confluencia en Las Palmas de Gran Canaria se vivieron situaciones dantescas. Los miembros de Podemos se empeñaban en llevar a cabo el modelo que se está siguiendo en Madrid, con la formación Ahora Madrid. Como si no pudiéramos crear nada por nosotros mismos. Quizá eso pasa porque el referente está a más de 1.500 kilómetros o directamente se cuela en una pantalla de televisión cada sábado por la noche. En el lado de Izquierda Unida, la asamblea local, pensando desde la realidad que pisan querían la confluencia, mientras la dirección del partido en las islas se oponía, quien sabe si por presiones de la dirección estatal. Finalmente se creó Confluencia Las Palmas y les deseo toda la suerte porque creo que es positivo y que la componen personas muy dignas, pero me pregunto, ¿por qué asumir tutelas externas en realidades totalmente distintas? Si son personas que quieren cambiar las cosas en Canarias, ¿por qué exportar modelos, si aquí funcionan otros mecanismos que en otros lados? ¿En qué piensa alguien que empieza a militar en los movimientos sociales, en cambiar la realidad del lugar donde vive o en aglutinar una marca exterior? La imagen que están dando es la de siempre, que por nosotros mismos no hacemos nada, que necesitamos copiar y pegar.
Si hablamos de indignación, más de lo mismo. Muchos se indignan porque el Aeropuerto de Castellón no se use, porque el Ayuntamiento de Muela fuera un saco sin fondos o porque por las calles de Madrid se apaleen a manifestantes cada vez que hay alguna concentración. Yo también me indigno, como lo haría si sucediera en Italia, Venezuela, Japón o Sudáfrica. Sin embargo, miro a mi alrededor y me preocupo por los corruptos de aquí, por los ayuntamientos despilfarradores de las islas, por la falta de propuestas reales y centradas en la política canaria, por la represión en Canarias o por la injusta Ley Electoral, por poner algunos pocos ejemplos. Dice el proverbio chino que «antes de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu casa». Si Canarias fuera una Arcadia social, económica, cultural y política, podríamos permitirnos el lujo de dedicarnos a pensar exclusivamente en los demás, pero sabemos bien que no es así.
Pero qué te puedes esperar en un Archipiélago donde hasta el Presidente del Gobierno, nacionalista él, dice que estamos lejos. Con la matraquilla de los vuelos a Europa, de las tasas aeroportuarias, en definitiva de la política limosnera del mal llamado nacionalismo canario, Paulino Rivero se permite el lujo de decir que estamos lejos. ¿Hay otro presidente de un país en todo el mundo, máxime siendo nacionalista, que diga que su país está lejos? Luego uno se va a Agüimes a la presentación del libro «De un tiempo, de un país» y un Catedrático en Ingeniería Mecánica, Roque Calero, nos dice que eso no es verdad, que estamos en el centro del mundo, en medio de la ruta entre tres continentes, que no somos periféricos, que somos centrales. Y Antonio Morales, dándole una lección a buena parte de la izquierda canaria, expone el ejemplo del nacimiento de Roque Aguayro, una iniciativa municipal surgida desde Agüimes y con los pies en Agüimes, cuyos resultados, tras 36 años de trayectoria, son claramente visibles. Que aprendan algunos.
Los últimos días he estado reflexionando sobre el magnífico artículo que firmó Iván Suomi el domingo. «No somos tan pequeños», dice Iván y propone ejemplos de países más pequeños o similares en extensión, que viven con menos recursos a su disposición. Desde la Educación, los grandes medios de comunicación y el mismo priming ejercido desde una sociedad adiestrada, se nos dice que no, que no podemos solos, que necesitamos tutelas, que alguien nos tiene que enseñar el camino porque nosotros solos somos incapaces, que somos pequeñitos, periféricos y lejanos. Manuel Alemán teorizó este pensamiento en la página 55 de su libro «Psicología del hombre canario»: «En las categorías interpretativas del anti-indigenismo, Canarias es un niño desvalido y Castilla una madre desinteresadamente protectora que defiende al niño contra sus propios instintos perversos. Tal interpretación no nos permite así descubrir nuestro pasado y con él, la verdadera situación de nuestro pueblo: un niño apresado, infantilizado, por una madre captativa que no se resigna a que rompamos los lazos del cordón umbilical».
Es posiblemente el momento más idóneo para romper ese cordón umbilical y empezar a construir desde aquí, con proyectos de aquí y con pensamiento 100% canario. Lo que ha demostrado el pensamiento descentrado es que propicia una psicología de minusvaloración, que en política dispersa los objetivos centrales del territorio y lugar donde vivimos y en economía enriquecemos a otros mientras nosotros nos hundimos en el paro. No existen madres «desinteradamente protectoras», por lo menos no para Canarias, que se arrastra en la indefinición como un niño «apresado e infantilizado». El libro «Psicología del hombre canario» es de 1980, pero sigue vigente 35 años después. ¿Empezamos a pensar por nosotros mismos o todavía no?