La campaña electoral en Canarias se calienta a golpe de fogonazos. Mucho se ha hablado de la disputa judicial y periodística entre José Manuel Soria y Victoria Rosell, candidatos del Partido Popular y Podemos respectivamente. En lo que a política real se refiere, ya hemos hablado ampliamente en Tamaimos sobre la falta de propuestas de los candidatos canarios sobre Canarias. Coalición Canaria sigue REFzando para conseguir su carretera hacia Madrid. Para ello se autodefinen como la única opción canaria. Pero sin duda el hecho más lamentable de esta campaña ha sido la agresión recibida por el concejal de Cohesión Social del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Jacinto Ortega.
«Mi padre le hizo una oferta que no pudo rehusar. […] Luca Brasi le apuntó a la cabeza y mi padre le dijo que podía elegir entre sus sesos o su firma al pie del contrato». Es una frase de Michael Corleone en El Padrino. Jacinto Ortega recibió mensajes con amenazas por teléfono días antes de la agresión, acaecida el pasado jueves tras volver del mitin de Podemos en la Plaza del Pilar de Guanarteme. «No sigas por esa línea. Estás pasando la línea a un lado peligroso», decía al otro lado una voz.
Las amenazas se hicieron reales. Sobre las 22:00 del pasado jueves, Jacinto volvía a su casa por la calle Orinoco de la capital. Consultaba el móvil despistado. Notó la presencia de dos individuos vestidos de oscuro que le perseguían, pero según él mismo cuenta, tenía «la guardia un poco baja». Seguidamente recibió una agresión en la cabeza. Se intentó defender, pero uno de los individuos le asestó un rodillazo en la cabeza que lo noqueó. Siguió intentando responder a los golpes, pero los dos agresores lo golpearon en cabeza, cuerpo y costillas, que le causaron un traumatismo craneoencefálico leve y varias contusiones en los miembros, según el parte médico. No se llevaron ni dinero en efectivo ni el teléfono móvil. Ortega señala que tuvo la sensación de que abandonaron la zona en un vehículo, por lo que quizá hubiera una tercera persona implicada. El ataque ocurrió cerca de la vivienda del concejal.
Jacinto Ortega relaciona la paliza con algún tipo de advertencia por el cargo que ocupa y las políticas que lleva a cabo su grupo político, LPGC Puede. También la conecta con el hecho de haber sido coordinador de Intersindical Canaria en el sector de la Seguridad Privada y entiende que es posible que su labor no gustara a «algunos empresarios». Afirma el concejal que la paliza responde a la «impotencia porque no han podido callarle ni en las urnas ni en los Juzgados». «No han hecho más que reavivar la llama, porque ahora estoy más convencido», destaca Ortega, que añade que no han conseguido amedrentarle.
Es una auténtica desgracia que este tipo de cosas sucedan en democracia. En la disyuntiva entre los sesos o la firma, el enfrentamiento o la colaboración que planteaba Corleone, Ortega debió elegir la primera opción en el ejercicio de algunas de sus funciones. En noviembre pasado tuvo lugar la conciliación de una denuncia presentada por Miguel Ángel Ramírez a Jacinto Ortega por dañar su honor. Ortega sigue creyendo que el motivo real de esa denuncia fue la defensa que hacía como representante de Intersindical Canaria en el sector de la Seguridad Privada. Ahora que ostenta el cargo de concejal de la ciudad y ha recibido amenazas, el concejal considera a priori que el ataque tiene connotaciones persecutorias de algún tipo. No le atacaron para robarle y no mediaron palabras para dar pie al ataque.
En cualquier caso, el vil atentado contra Jacinto Ortega merece una investigación concienzuda sobre el suceso. Si el esclarecimiento de los hechos concluye que el ataque fue por algún tipo de presión política hacia el concejal, estamos hablando de técnicas propias de la mafia, de la cosa nostra. La misma mafia que como la familia Corleone en El Padrino, cree que «la política y el crimen son la misma cosa». Ninguna sociedad que aspire a ser justa, puede tolerar que un cargo público sea presionado, mucho menos con tácticas violentas. Y, aunque «no sea personal, solo negocios» como diría Michael Corleone, la justicia debe ser implacable con los mafiosos. Todo el apoyo a Jacinto Ortega y el mayor de los desprecios para los que usan la violencia como método de presión política. No hay lugar para el miedo ante los mafiosos.