Bashar Al-Assad visita Moscú. ¡Qué barbaridad! Dos dictadores sanguinarios se reúnen en el Kremlin. Si no fuera por Putin, estaríamos más cerca de acabar con el tirano sirio. Esta es la principal línea argumental de los grandes medios occidentales.
Bashar Al-Assad está en Moscú. ¡Qué maravilla! Gracias al apoyo de nuestro ejército el gobierno sirio no ha sido derrocado por los terroristas armados y financiados por Occidente y sus alidados del Golfo Pérsico. Es es la principal línea argumental de los grandes medios rusos y sus aliados.
Ahora, al imperialismo de occidente se opone el imperialismo ruso, como las dos caras de una misma moneda.
Tras los asesinatos salvajes y vergonzantes de Muammar Gadafi y de Sadam Hussein, EEUU y sus aliados europeos y del Golfo se estaban preparando para un nuevo San Martín, esta vez en Damasco. Pero la estrategia les está saliendo rana porque el Kremlin de Putin no se deja amedrentar por La Casa Blanca de Obama.
Mientras tanto, las grandes empresas de la comunicación a uno y otro lado del muro mediático intentan -utilizando todos los recursos a su disposición- convencer a sus parroquias de que solo ellos son los buenos y de que es imprescindible ganar, y que los otros muerdan el polvo.
Ecos de la Guerra Fría que, para bien de todos, son por ahora solo eso: ecos.
El imperialismo -no nos engañemos- es sinónimo de destrucción. Lo ha sido siempre, como sabemos en casa. En nombre de unos ideales (de unos intereses) se invanden países, se derrocan gobiernos, se intervienen economías, se manipulan medios y conciencias, se amputan vidas.
A mediados de la segunda década del siglo XXI se va configurando un nuevo sistema de relaciones internacionales que, en el hemisferio norte, tiene de nuevo solo el nombre.
Y la esperanza está en el Sur. En unos países de América Latina y de África, que dejen de ser meros convidados de piedra en la escena internacional y que contribuyan decididamente a tumbar este viejo muro y a acabar con esta orgía imperialista.
https://youtu.be/187NHC8nuQw
Ahí está la esperanza. Ahí debemos estar nosotros y nuestro pequeño país, Canarias.