
Hay dos alumnos en mi instituto que nos tienen hartos a los profesores y a sus compañeros. No se crean que son dos monifatos recién llegados de Primaria. Ya son dos galletones, rondan la mayoría de edad pero por su comportamiento se podría decir que se quedaron en los seis años. Me explico: no dejan de pelearse por las más estúpidas razones ante la mirada atónita del resto de la clase, que intenta atender y trabajar sin que aquellos chiquillajes les afecten. Cuando no es porque “mi ropa es mejor” es porque “mi casa es más grande” o “el coche de mi padre es más rápido”. Singuangadas así. Consiguen hacer de lo que podría haber sido un ambiente de trabajo formidable, algo irrespirable y destructivo. Cuando en la clase hay algún problema que exige que se busque una solución trabajando en equipo, con ellos no se puede contar, lo que hace que en la práctica sea muy difícil resolver el problema. ¡Qué diferente sería si los dos colaboraran con el resto y se dejaran de machangadas! Fíjense que hasta han llegado a ir a hablar con el Director para acusar al otro de cualquier bobería con la consiguiente pérdida de tiempo del Director y el resto del Equipo Directivo del centro.
No hay argumentos racionales detrás de un comportamiento así, simplemente un estúpido pique que ni ellos mismos recuerdan cuándo comenzó. Tengo para mí que algún adulto hizo la prueba un día de enfrentarlos para que no le dieran la matraquilla a él y así se quedaron. Sólo ellos resultan perjudicados por una actitud tan pueril pues el resto de la comunidad educativa comprendió hace tiempo que vale más ignorarlos siempre que se pueda y no ceder ante sus intentos de llamar la atención. En las fiestas del instituto uno de ellos hizo circular unos versos mal encadenados acusando de “maricón” al otro. El otro respondió al más puro estilo chabacano diciendo que “lo esperaba en la puerta”. Resultado: los dos expulsados y sin fiestas. Y así pasan los días, las semanas y los meses… Dos alumnos que podrían ser brillantes, viven presos de su inmadurez y de una estúpida división que no hace sino desgastarlos y restarles energías para poder salir adelante. ¡Ni que fueran canariones y chicharreros!