
Si hay actualmente un personaje público -y popular-que despierta mi admiración esa es Ada Colau. Y ya no sólo por la causa por la que trabaja y a la que representa, que por supuesto, sino también por su capacidad para expresarse. Desde el principio me asombró su elocuencia; esa capacidad para hilar ideas en frases infinitas pero que lejos de acabar con anacolutos, como sería de esperar, derrochan una corrección lingüística brillante.
Dicho esto, me gustaría reflexionar en voz alta acerca de un apunte que hizo sobre lo que ella entendía que era un activista y lo que era un político. Al ser preguntada sobre la diferencia que había entre ambos, ella respondió lo que sigue: “No debería ser así, pero ahora mismo lo que entendemos por político es alguien que profesionalmente se dedica a la política y persigue más unos fines personales que colectivos. En cambio, activista es alguien que está luchando contra los poderes fácticos sin buscar ningún tipo de enriquecimiento personal sino transformar las cosas para que todos vivamos mejor. Esa es la diferencia. Esperemos que algún día ser político signifique otra cosa. Que sea ser un activista.”
Lo cierto es que creo que esta reflexión habría que matizarla. Efectivamente, la mayor parte de los políticos actuales en España parecen estar más al servicio de sus intereses particulares que del bien común, y de ahí que estemos viviendo uno de los peores momentos en lo que a afección política se refiere. Pero precisamente por eso, creo que debemos ser muy cautelosos con las afirmaciones que hagamos al respecto: el sistema de convivencia que tenemos es el mejor conocido, y requiere de la política para que exista. Así pues, creo que todos los que buscamos un Estado de derecho y democrático deberíamos enfocar nuestros discursos hacia la importancia de sustituir cuanto antes a aquellas personas que están ensuciando el significado de la palabra “políticos” y recordar que sigue habiendo muchos otros que con su actividad diaria sí hacen honor a dicha palabra.
Y porque hechos son amores y no buenas razones, hablaré de lo que conozco para defender una idea que considero más urgente que nunca: la política es ahora totalmente imprescindible, y hacen falta buenos políticos que sustituyan a los malos. Y haberlos los hay. Sí, hay muchos políticos a los que también se les podría llamar activistas si prefiriésemos ese término. Fue un político (de esos de primera línea, como se les suele decir) quien me habló de la PAH, precisamente. No sólo me animó a acudir a sus reuniones contándome la magnífica labor que estaban desarrollando, sino que además se plantaba en los desahucios, en las puertas de las casas, para intentar pararlos como uno más de la plataforma (cosa que ni yo me he atrevido a hacer; aún…), también coordinó con la plataforma la redacción de una especie de prontuario para repartirlo entre la ciudadanía sobre cómo actuar en caso de desahucio. Ese concejal, desde la oposición, ha redactado y presentado más de 29 mociones sobre vivienda, pobreza, comedores escolares, etc. por nombrar sólo algunas de las problemáticas sociales más graves.
Y no lo conozco sólo a él. El presidente de mi asamblea no falta a una sola manifestación a favor de algún derecho que el gobierno español está apunto de eliminar (desde educación hasta las vigilias en contra de las prospecciones petrolíferas, pasando por sanidad, por las tasas judiciales y por el derecho de la mujer a decidir en materia de aborto). Está donde está la gente, compartiendo sus inquietudes y preocupaciones; pero, sobre todo, está en los órganos de gobierno (aunque sea desde la oposición, por ahora…) porque es consciente de que es desde ahí, con las mociones y los votos, donde se pueden realmente articular los cambios. Así consiguieron, por ejemplo, que se aprobara un sistema de pago a la carta para amortiguar el daño sobre los vecinos que la mala gestión del gobierno municipal les estaba causando (por llevar un importante retraso en sus tareas, empezaron a cobrar el IBI de hasta 4 años ¡en un mismo pago!).
Y hay más. De este mismo partido en otros municipios, encontramos infinitos ejemplos de una actividad política dedicada a la consecución de una transformación social profunda que permita que todos vivamos mejor, tal y como decía Ada en la cita que reproduje al principio. De este mismo partido son las alcaldías de Agüimes o Santa Lucía, por ejemplo, conocidos por la magnífica opinión que sus ciudadanos tienen de ellos, y por las mayorías repetidas y consolidadas que acumulan y que los avalan. En fin, mis compañeros demuestran con su labor diaria que siempre hay medidas justas o adecuadas a las necesidades de la mayoría. Ahora lo que hace falta es que realmente nos aseguremos de que los representantes políticos a los que elegimos sean de los que se preocupan y ocupan de ello, y no de ellos mismos.