
Decía la, recientemente fallecida, escritora feminista Kate Millet que “las mujeres somos un pueblo sometido que ha heredado una cultura ajena”. En un mundo hecho por y para los hombres son muchas las facetas de la vida pública, donde se nos ha invisibilizado o prohibido participar, y la política no deja de ser una de ellas. El poder, incluso a día de hoy donde las mujeres hemos conseguido la igualdad legal en muchas partes del mundo, sigue siendo un atributo preponderantemente falocéntrico que se imbrica en el seno de estructuras institucionales que aún siguen sosteniéndose sobre los pilares del patriarcado. Por tanto, resulta clave que las mujeres, no sólo tomemos voz activa en la participación política, sino que, además, seamos una fuerza que transforme los modelos tradicionales de hacer política. Es necesario plantear, desde una visión feminista, otros modos de entender el poder y el liderazgo. Dicho así, puede parecernos un planteamiento abstracto y difícil de llevar a la práctica, sin embargo, y aunque es cierto que erradicar las raíces profundas del patriarcado requeriría de un replanteamiento también del modelo económico e, incluso, territorial, existen mecanismos más asequibles que desde las organizaciones de izquierdas se deben poner en marcha para fomentar el cambio de algunas de las reglas del juego político.
Un ejemplo de mecanismo transformador consiste en la rotación de cargos públicos. Esta medida promueve que los cargos públicos electos dimitan hacia el ecuador de la legislatura para favorecer la participación de las siguientes personas candidatas que conforman la lista electoral. Esta rotación debe ser siempre consensuada por la asamblea de militantes que avala la candidatura, de manera que se favorece una participación asamblearia y horizontal, donde el compromiso político pertenece a la ciudadanía involucrada en el proyecto, el acta no es propiedad del cargo sino de la militancia y la liberación laboral y remuneración económica como cargo público va rotando entre los miembros de la candidatura, evitando así la profesionalización de la política. En Canarias, solamente me consta que esta medida se lleve a la práctica en la confluencia orotavense Unidas Sí Podemos y anteriormente en Iniciativa por la Orotava (IpO), sin embargo, debería formar parte de la idiosincracia de cualquier organización de izquierdas verdaderamente transformadora.
Desde luego, se trata de una manera de entender la política alejada de los personalismos y los liderazgos únicos, tan asociados a la cultura política masculina que, generalmente, impone portavocías únicas ligadas a potenciar la imagen de un determinado candidato, generando un discurso político más asociado a la persona que al proyecto. Sin embargo, con la rotación de cargos debe primar la colectividad del trabajo de las personas militantes y la participación activa de todas y todos. Además, se evita, por otro lado, que se generen estatus de poder entre los cargos públicos y la militancia debido a su carácter transitorio, promoviendo así una manera de entender el liderazgo completamente diferente ya que es compartido y paritario.
En definitiva, resulta una medida profundamente transformadora que además genera en la ciudadanía la confianza necesaria para entender que la política no debe ser un espacio para ocupar sillones eternamente, enriquecerse o acaparar poder sino para trabajar en favor de la propia comunidad y eso es algo que, desde las organizaciones de izquierdas y feministas, es fundamental volcarse en demostrar no sólo con palabras sino también con acciones y medidas concretas como esta.
Sonia Luis Hernández (para Creando Canarias)